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Israel observa preocupado las revueltas árabes

Los varios focos de tensión en el entorno árabe de Israel preocupan sobremanera a la cúpula del gobierno israelí, pero indudablemente, la principal señal de alarma llega de Egipto, el primer país árabe con el que firmó la paz hace ya más de tres décadas, considerado clave para la estabilidad regional.

El primer ministro Binyamín Netanyahu ha ordenado a sus ministros no pronunciarse públicamente sobre la crisis actual en Egipto. Todo lo que se ha dicho es que Israel "sigue de cerca" y "con atención" los sucesos en la zona. Pero esto ya no incluye a quien fuera hasta hace pocos días miembro de la coalición de gobierno, el laborista Binyamín "Fuad" Ben Eliezer, ex ministro de Defensa, considerado el israelí más cercano al presidente de Egipto Hosni Mubarak, quien a sus ojos, "no tiene alternativa".

En una conversación con el portal noticioso israelí "Ynet", Ben Eliezer afirmó que "Mubarak es sumamente fuerte", pero admitió que "la situación en Egipto no es sencilla, es grave" y que "los acontecimientos se van acelerando" por lo cual es difícil prever ahora qué sucederá. Sea como sea, la conclusión a la que se atreve a llegar, por ahora, es que "no hay alternativa a Mubarak".

La inestabilidad regional y la eventualidad de un cambio de régimen en Egipto, no son buenas noticias para Israel.

"Debemos comprender que vivimos sobre un volcán", declaró el General (R) Yaakov Amidror, ex jefe de la División de Informaciones del ejército israelí. "Las condiciones pueden cambiar de hoy a mañana y debemos preguntarnos cuál es el peor escenario en el que podemos hallarnos".

La posibilidad del derrocamiento de Mubarak, que ha dicho repetidamente que no hay marcha atrás de la paz con Israel, es sin duda un motivo de preocupación para Israel, que desde la firma del tratado con su vecino del sur, ha sentido bastante confianza en la seguridad de dicha frontera. Inestabilidad en Egipto - aún si Mubarak no es sustituido de inmediato por los radicales islámicos - equivaldría a una seria necesidad israelí de prestar más atención y dedicar más recursos a su importante frontera con Egipto.

El analista de seguridad del matutino israelí "Haaretz", Aluf Benn, escribió categóricamente que "el debilitamiento del poder del presidente de Egipto Hosni Mubarak, deja a Israel en una situación de seria complicación estratégica". Según Benn, "sin Mubarak, Israel queda casi sin amigos en Oriente Medio, después de haber visto el desmoronamiento de su alianza con Turquía".

Fuentes de seguridad israelíes temen que ello incida también en la frontera entre Egipto y la Franja de Gaza, hoy bajo control de Hamas, a través de la cual las autoridades egipcias intentaban frenar el contrabando de armas desde el Sinaí hacia territorio palestino. Dicha frontera puede convertirse en mayor foco de inestabilidad si se fortalecen en Egipto elementos favorables a Hamás.

No sorprende, por lo tanto, que Mubarak haya recibido una llamada telefónica del presidente palestino, Mahmud Abbás, expresándole apoyo, mientras que en la Franja de Gaza, figuras de Hamás se manifestaron en favor de "la revolución" , destacando su esperanza de que caiga el régimen de Mubarak.
La preocupación - que parece embargar no sólo a Israel sino también a la Autoridad Nacional Palestina, aunque a otro nivel - no es sólo por la eventual caída de Mubarak sino por la probabilidad que quien tome las riendas sea el islam radical.

Este es el escenario que vaticinan varios académicos israelíes especializados en Oriente Medio, que al ser consultados, estiman que el único cambio posible aquí es "para mal", una apertura al islam radical "que nada tiene que ver con democratización".

"No tengo duda alguna. Aunque esto se plantee como una ola de reivindicaciones sociales y de apertura política, finalmente los radicales islámicos serán los que determinen el resultado y se adueñen de la corriente" - opina categóricamente el Dr. Dan Schiftan, Director del Instituto de Seguridad Nacional de la Universidad de Haifa. "De aquí, estoy seguro que no se va a ningún tipo de democracia ni pluralismo".

En la misma línea está el Dr. Guy Bechor, Director del Departamento de Oriente Medio en el Instituto Interdisciplinario de Herzlía. "Esto comenzó sí, en Túnez, como un movimiento de carácter social y político, de exigencias de cambio, pero sucederá lo mismo que en Irán en 1979: terminará con los islamistas intentando tomar el poder o logrando hacerlo".
Bechor recuerda que "también cuando en las calles de Teherán salieron a protestar contra el Shah, el Ayatollah Khomeiny afirmaba que él luchaba por la libertad de expresión y por la libertad del pueblo... pero todos sabemos en qué se convirtió Irán", sostiene. "Si Egipto cae, Irán va a estar esperando a la vuelta de la esquina y caerá toda la región, lo cual no servirá a los intereses de ningún moderado en la zona, ya que las autocracias actuales serán sustituidas por autocracias fundamentalistas islámicas", afirma. Y agrega una advertencia: "Suelo ser optimista por naturaleza, pero esta vez, estoy preocupado. Lo que me preocupa es que no hemos oído ni una palabra del presidente norteamericano Barack Obama, y si no se manifiesta rápidamente a favor de la estabilidad en Egipto, aunque aclare que al retornar la calma deberá haber reformas políticas en el régimen, la calle lo interpretará como un visto bueno a su caída".

En opinión de este experto israelí, se equivoca Obama si cree que con esta actitud estará aportado a la democratización de Egipto. "Quien conoce a fondo la región, comprende que aquí las elecciones son entre lo malo y lo peor. Sería mejor que se manifieste a favor del régimen actual de Egipto, que garantiza estabilidad a pesar de sus serias fallas, y no que repita el error de Jimmy Carter en el 79, cuando apoyó de hecho la caída del Shah y no supo anticipar lo terrible de lo que vino después: el régimen de los Ayatollas de la República Islámica de Irán".

Egipto, decíamos, es clave para Israel, a pesar de lo "frío" de la paz entre ambos países. Pero son varios los focos de tensión en la región y los ojos no miran sólo a El Cairo. Claro está que el otro frente que despierta gran preocupación es Líbano.

La crisis política allí derivó en el fortalecimiento de la organización fundamentalista pro iraní Hezbolá que se convierte al parecer en "el" gobierno del país, lo cual es visto en Israel como un cambio de fondo que trae a Irán a las puertas de la frontera norte del Estado judío.

A ojos de Israel, el éxito de Hezbolá en precipitar la caída del gobierno del primer ministro Saad Hariri, equivale a tener pegado a su frontera a Irán - cuyo régimen es un declarado enemigo del Estado judío y cuyo presidente, Mahmud Ahmadinejad, llama abiertamente a su destrucción.

Cuando el líder druso libanés Walid Junbalat anunció que apoyaría al candidato presentado por Hezbolá para primer ministro - con lo cual garantizaba su mayoría en el Parlamento -, el vice primer ministro israelí, Silvan Shalom, sostuvo que eso "es un verdadero peligro para Israel. Esto ya no es una organización terrorista inspirada en Irán y apoyada por su régimen sino un gobierno soberano", aclaró Shalon, agregando que "Israel debe estar pronto para cualquier eventualidad".

La muy conocida frase según la cual "Israel sigue los intereses con preocupación", es últimamente, al parecer, más cierta que nunca. Lo volátil y explosivo de la situación puede conducir a resultados impredecibles y los israelíes están bastante acostumbrados a que la tensión interna en el mundo árabe, a menudo, tiene coletazos negativos para su país.

A ojos del premier Netanyahu, de la situación actual es imperioso aprender de cara al futuro.

"Hay una conclusión clara"- dijo días atrás. "Nosotros debemos crear unos cimientos sólidos de seguridad en cualquier acuerdo al que lleguemos. No podemos firmar un tratado de paz, cerrar los ojos y decir que está todo arreglado". Netanyahu explicó que "puede haber cambios en los gobiernos, mañana si no hoy, y por eso nuestra política es llegar a unos acuerdos sólidos de paz y seguridad que garanticen estabilidad en caso de que éstas sean vulneradas".

Esto puede traducirse en una mayor cautela al sentarse a la mesa de negociaciones con la Autoridad Palestina y con cualquier otro vecino de Israel.