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Soltar la camilla

Las protestas populares sólo ponen en evidencia que Netanyahu carece de ejército que lo respalde. Quienes están enojados con él y sospechan que esconde segundas intenciones no le darán su apoyo para ir a la guerra, ni contra Irán ni contra la Autoridad Palestina.

Dos recomendaciones de lectura para el verano: una larga y una corta; una deprimente y una divertida; con la misma moraleja en ambas. El plato principal requiere la lenta digestión de 1.278 páginas. El postre ligero es apena una página de un sitio web.

El Departamento de Estado del Departamento de Historia de Estados Unidos retrasó la publicación de un volumen con sus documentos sobre la crisis y la guerra árabe-israelí de 1973, completando el trabajo la semana pasada.

En teoría, no hay muchas novedades que añadir. Todo ya se ha escrito; todo ha sido revelado. Sin embargo, ahora resulta que no exactamente todo. Los investigadores estadounidenses lograron, de manera lenta pero efectiva, llevar sobre sus espaldas hasta el banco de la historia diplomática, un saco lleno de monedas y cambiarlo por un billete que tiene la imagen de Henry Kissinger.

Para los israelíes, esto no es más que un amargo recordatorio del estancamiento y la oportunidad perdida, la arrogancia, la mezquindad intelectual y la santificación del estatus quo; no constituye ciertamente el último capítulo que cierre esa filosofía conocida como "nuestra situación nunca ha sido mejor", idea que se agota cuando las ilusiones se hacen añicos.

La mayor estupidez de todas fue el rechazo de las ofertas hechas por el Rey Hussein de Jordania para tomar bajo su control una Cisjordania desmilitarizada y una retirada israelí gradual de Cisjordania y de la Franja de Gaza con un corredor de acceso a los barrios árabes de Jerusalén. Esa fórmula fue similar aunque no idéntica a la del Plan Alón, incluidos las puestos de control del Najal. Aquellos que rechazaban a un líder árabe como Hussein en los territorios obtuvieron a cambio a Yasser Arafat y a Hamás, sin poder evitar el inconveniente de las fronteras de 1967.

De mayor importancia aún era la suposición de que el impaciente Anwar Sadat, quien, en ausencia de negociaciones para una solución de estatus final, amenazaba con una guerra, esperaría hasta que Golda Meir ganara las elecciones en la Knéset a finales de octubre.

"Ahora ha llegado el momento de presionar a la anciana", dijo un frustrado presidente Richard Nixon a sus ayudantes que asintieron con la cabeza. Kissinger estuvo de acuerdo con presionar a Israel. Nixon afirmaba que Estados Unidos le aseguraría a Israel que no habría de ejercer presión, para luego seguir adelante y dedicarse a hacer precisamente eso. En cuanto a la relación entre la flexibilidad política y el suministro de aviones de combate, el presidente declaró que Estados Unidos no estaba estableciendo ningún vínculo, a pesar de que el plan no era otra cosa más que eso.

Aun cuando Nixon valoraba en su justa medida el eterno pretexto de las elecciones - para la Knéset, el Congreso o la Presidencia -, sabía esperar, por temor al surgimiento de un gobierno más duro todavía, encabezadoo bien por el ministro de Defensa Moshé Dayán o bien por el líder del Likud, Menájem Beguin. El costo de la ventura: 2.600 soldados muertos, cientos de prisioneros, miles de heridos en cuerpo y alma, discordia nacional y, al final, un gobierno de Begin-Dayán.

Bibi no es Golda. Así como ella era dura, él es blando. Al mirar la página sobre Netanyahu en el sitio web del Likud, uno casi no puede contener la risa por la forma en que allí se lo presenta: el último de los profetas, cuyas sombrías predicciones siempre se hacen realidad; un salvavidas que acude prontamente al rescate con gritos de advertencia desde la estación: La persona en el agua, agitando desesperadamente las manos y pidiendo auxilio, terminará ahogándose. Tal fue lo que sucedió con las tareas de extinción de incendios en el Monte Carmel realizadas desde el aire, y es lo que está ocurriendo con la crisis de la vivienda.

Según la imagen en la web, esa imagen de "photoshop", Bibi es pura perfección. En 1999 se convirtió en asesor de empresas y en "un orador muy solicitado". ¿Cuándo fue exactamente? Al término de su primer mandato como primer ministro. Olvidan mencionar las elecciones perdidas. Según el portal, él y su esposa tienen tres hijos (en realidad, dos. Netanyahu también tiene una hija de un matrimonio anterior, pero esas son cosas que no se miran pero no se tocan). Los Netanyahu viven en Jerusalén (y en Cesárea, olvida la web; no en una carpa).

Los palestinos se han dedicado con tesón al establecimiento de su Estado durante los últimos dos años, adelantándose a septiembre, cuando se espera que presenten su propuesta a las Naciones Unidas. Bibi se muestra impotente y completamente dependiente de los favores del ala ultraderechista de su partido (que además decide quién encabezará las próximas elecciones, y cuáles serán los demás candidatos), de Liberman y de Shás.

Las protestas populares sólo ponen en evidencia que carece de ejército que lo respalde. Quienes están enojados con él y sospechan que esconde segundas intenciones no le darán su apoyo para ir a la guerra, ni contra Irán ni contra la Autoridad Palestina.

Al igual que la inflexibilidad de Golda, que nos llevó a una guerra que terminó rompiendo el impasse, de igual modo la debilidad de Netanyahu anima a los elementos externos a tomar la iniciativa. Es una carga estratégica demasiado pesada de soportar.

Israel debe quitarse de los hombros la camilla de Bibi antes de que sea demasiado tarde.

Fuente: Haaretz - 29.7.11
Traducción: www.argentina.co.il