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La gran pregunta de Israel

Escribí una serie de notas desde Israel en las últimas dos semanas porque creo que si el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, saca adelante su proyecto de paz y presenta a las partes un marco claro para un acuerdo, Israel y el pueblo judío enfrentarían una de las decisiones más cruciales de su historia. Y cuando lo hagan, toda la destrucción podría estallar en Israel.

Reviste importancia entender porqué.

El primer ministro Binyamín Netanyahu, no sin razón, les está pidiendo a los palestinos que reconozcan a Israel como «Estado-nación del pueblo judío», confirmando que si Israel les cede a ellos un Estado en Cisjordania, habrá dos Estados para dos pueblos.

Sin embargo, para que Netanyahu obtenga una contestación a ese asunto, tendrá que responder a una pregunta sobre la que están discutiendo los israelíes desde que la Guerra de los Seis Días, en 1967, que los conectó de nuevo con el corazón del antiguo Israel, en Cisjordania, conocido para los judíos como Judea y Samaria:

¿Cuál es el «Estado-nación del pueblo judío?

Kerry, al volver inevitable la respuesta a esa pregunta de manera constante, puso a todo el sistema político de Israel en un extenso debate, con algunos ministros atacándolo de manera estridente y censurando a Netanyahu por haber puesto la cuestión sobre la mesa, como si el status quo fuera sostenible y excelente.

Por ejemplo, Kerry observó recientemente, en la Conferencia de Seguridad en Munich, que si las presentes tratativas con los palestinos fracasaran, «habrá una mayor campaña enfocada a restar legitimidad en contra de Israel. La gente es muy susceptible a ello. Se habla de boicots y otro tipo de cosas».

Algunos ministros israelíes y líderes judío-norteamericanos criticaron con dureza a Kerry por lo que afirmaron que fue su intento por usar el movimiento BDS - «Boicots, Desposeer y Sanciones» - como un incentivo para presionar a Israel a fin de que haga más concesiones.

Disiento con firmeza. Kerry y el presidente Obama están intentando construirles a los israelíes una rampa segura para salir de la carretera por la que van en Cisjordania, que sólo termina en algunos lugares muy malos para Israel y el pueblo judío.

Me gusta la forma en que lo expresó Gidi Grinstein, fundador del Instituto Reut, una ONG que trabaja en los problemas más espinosos de la sociedad israelí: «Estamos en un momento crítico de nuestra historia, mucho más significativo de lo que muchos se percatan. Desde 1936, el movimiento sionista buscó establecer una soberana mayoría judía y democrática en Sión, y, por lo tanto, aceptó con el tiempo la fórmula de dos Estados para dos pueblos: un Estado judío y un Estado árabe».

Si bien existe un poderoso movimiento de colonos en Israel al que le gustaría anexionar Cisjordania, el Estado hebreo siguió diciéndole al mundo y al pueblo judío que, bajo condiciones de seguridad correctas, cedería el control de ese territorio ocupado a 2.5 millones de palestinos y forjaría un acuerdo de dos Estados.

Si la misión de Kerry fracasa - debido a que los israelíes o los palestinos o ambos presentan objeciones -, él estará declarando ya sea tácita o explícitamente que su solución de dos Estados ya no es una opción viable y «eso sumiría a Israel en un paradigma totalmente diferente», destacó Grinstein.

Eso obligaría a Israel a seguir uno de tres caminos malos: una retirada unilateral de partes de Cisjordania o su anexión y otorgarles a los palestinos residentes ahí la ciudadanía, haciendo de Israel un Estado binacional. O si no logra ninguna, Israel podría convertirse por descarte en algo similar a un Estado de apartheid en control permanente sobre 2.5 millones de palestinos. No existe ninguna otra opción.

«Sin embargo, lo que tienen en común estas tres alternativas - agregó Grinstein -, es que conducirían a una erupción masiva del movimiento BDS y el objetivo no sería sobre las políticas del Estado de Israel sino sobre su misma existencia; ellos quieren ver su desaparición. Lo que está dando combustible a BDS es que nosotros aún seguimos en el paradigma de la solución de dos Estados. Si éste desaparece, no sólo BDS recibirá un nuevo impulso, sino que se borrará la línea entre él y aquellos en todo el mundo que critican únicamente la ocupación israelí de Cisjordania», explicó.

Más aún, ser el «Estado-nación del pueblo judío» significa que los valores de Israel no pueden divergir marcadamente de los valores de la diáspora judía - la gran mayoría de los judíos norteamericanos votan con tendencia liberal - o de valores de Estados Unidos. El único aliado verdadero de Israel.

«Si eso ocurre, la relación entre Israel y Estados Unidos y los judíos norteamericanos se polarizará de manera inevitable» aseguró Grinstein.

A fin de evitarlo, nadie espera que Israel conceda cualquier cosa que exijan los palestinos o acepte fronteras inseguras o les dé a los palestinos un cheque en blanco con respecto a sus excesos. Además, Kerry no está pidiendo eso.

Israel debería negociar duro y proteger sus intereses. No obstante, tiene que ser visto como un país comprometido creíblemente a poner fin a su control sobre los palestinos en Cisjordania, de lo contrario no sólo tendrá un problema con el BDS, sino, con el tiempo, con Estados Unidos y una creciente parte de judíos norteamericanos, lo que convertirá a Israel de una fuerza de unidad para judíos en una causa de desunión.

Así que responder al plan de Kerry, cuando sea presentado, es sobre algo muy profundo: ¿Cuál es el «Estado-nación del pueblo judío» y cómo se relacionarán en el futuro a Israel los judíos de la diáspora y su aliado más cercano, Estados Unidos?

Fuente: The New York Times
Traducción: www.israelenlinea.com