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Ni 1967 ni como hoy

Mahmud Abbás y Binyamín NetanyahuLas negociaciones de paz entre Israel y la Autoridad Palestina han sido reanudadas tras cuatro años sin diálogo formal entre las partes y uno de los elementos que Israel presenta como «logro» es que se haya vuelto a hablar sin aceptar condiciones previas presentadas por los palestinos.

Este resumen es un tanto relativo, porque claro está que Israel tuvo que tragar la amarga pastilla de aprobar la liberación de terroristas responsables de atentados, aunque formalmente eso fue una especie de gesto de «buena voluntad»  para con el presidente Mahmud Abbás, mientras que a la mesa misma de conversaciones se vuelve, supuestamente, en blanco.

La realidad, sin embargo, es un tanto más compleja.

Uno de los grandes temas en la agenda bilateral es la exigencia palestina de crear su Estado independiente en las así llamadas - mal llamadas por cierto - «fronteras del '67». Se refieren a la totalidad de los territorios conquistados por Israel en junio de 1967, durante la Guerra de los Seis Días, de los cuales Jerusalén Oriental y, años después los Altos del Golán, fueron anexados al territorio israelí, mientras que el resto quedó en un estatuto jurídico indefinido como territorios en disputa.

De la Franja de Gaza, cabe recordar, Israel se retiró en agosto y setiembre de 2005.

Mal llamadas fronteras del '67, decíamos, porque de hecho la línea en la que empezó la Guerra de los Seis Días, y desde las cuales Israel conquistó los territorios exigidos hoy por los palestinos, eran las líneas de armisticio de 1949. Las líneas en las que se detuvieron los combates en la Guerra de Independencia eran las que fueron violadas por la nueva guerra contra Israel en 1967.

En el frente sur, donde se ocupó Gaza, no habría pasado nada si Egipto no hubiera preparado el terreno para un ataque. Lo mismo en el norte en los Altos del Golán con Siria. Y por cierto al Este el Rey Hussein de Jordania no habría perdido Cisjordania (Judea y Samaria en términos bíblicos), si no hubiese creído las mentiras del presidente egipcio, Gamal Abdel Nasser, sobre la inminente llegada árabe a Tel Aviv, y si se hubiese abstenido de sumarse a la guerra contra Israel, lo cual no hizo aunque Israel le aseguró que si él no se incorpora a los combates, no se le atacaría.

Pero eso ya es historia. Aunque es importante a nuestro criterio recordar los detalles a fin de que la realidad no sea tergiversada, ahora el gran desafío es mirar hacia adelante y encontrar la forma de solucionar el conflicto y tratar de lograr un auténtico acuerdo de paz.

El Estado palestino que eventualmente será creado, no es receta segura para una paz eterna para Israel. Así como Israel fue atacado en repetidas oportunidades cuando eran los árabes quienes tenían en sus manos los territorios en los que hoy que quieren erigir un país independiente, cabe suponer que los ataques no terminarán cuando ese Estado exista.

Pero difícilmente haya hoy políticos realistas y serios que crean que realmente podrá vivirse eternamente en la situación actual, sin alcanzar una fórmula de acuerdo que incluya la creación de un Estado palestino.

Gobiernos de centro-izquierda, más centristas y más conservadores, han dado a entender o dicho explícitamente, que «no se volverá a las fronteras del '67» ya que habrá «intercambios de territorios». El principio detrás de dicha idea, aceptado ya por los propios palestinos en la mesa de negociaciones anteriores aunque en discursos altisonantes sigan hablando de «retirada total», es que a cambio del porcentaje de Cisjordania (Judea y Samaria) que quede en manos de Israel, ya que allí está el grueso de los habitantes judíos en asentamientos, los palestinos recibirán territorios del Israel soberano, de modo que tengan continuidad territorial para su Estado.

El propio primer ministro actual, Binyamín Netanyahu, al frente del Gobierno anterior, tuvo la valentía de hacer un giro clave en su enfoque ideológico de siempre al pronunciar en la Universidad de Bar Ilán su famoso discurso «dos Estados para dos pueblos». Tenía y sigue teniendo sus exigencias y claro está que lejos está de aceptar lo que hoy, para los palestinos, es el mínimo. ¿Pero acaso alguien piensa que al hablar Netanyahu de «dos Estados» - y sigue hablando de ello - puede estar pensando en otra cosa que no sea retirada de territorios en los que hoy Israel se encuentra, para que allí se cree el Estado palestino?

Eso significa negociar en base a las líneas del '67 con cambios territoriales. No retirada a las líneas del '67 pero sí negociaciones en base a ellas, para determinar los cambios que habrá en la frontera, los intercambios de territorios, y así ver dónde exactamente pasará la frontera entre Israel y el Estado de Palestina.

Creemos que Netanyahu podría quizás haberse ahorrado la difícil decisión de excarcelar a terroristas si hubiese aceptado formalmente decir que negocia «en base a las líneas del '67», que es de hecho lo que significa haber aceptado la fórmula de «dos Estados».

Pero podemos hasta entender la renuncia - quizás sólo política, pero quizás también emocional - a proclamar algo de ese tipo.

El otrora canciller laborista Abba Eban llamó una vez a las fronteras del '67 «fronteras de Auschwitz», dando a entender que podrían haber conducido al exterminio, que no eran fronteras defendibles. Las guerras en las que Israel fue atacado bajo la promesa de aniquilación, no pueden haber pasado sin dejar secuelas, por más que Israel sea hoy fuerte y tenga un ejército poderoso. No se levanta cada mañana viendo dónde golpear para adelantarse a los problemas…

Claro que una interpretación alternativa es que en algún lugar de la mente o el corazón, quizás Netanyahu todavía piense que podrá seguir adelante sin tener que renunciar a territorios que Israel hoy controla. Nos parece que no, que ya cruzó el Rubicón al menos a nivel de comprensión política, por más que ello sin duda no le es fácil.

Su serio problema serán algunos socios de su coalición, que sí están convencidos que no hay que retirarse de ningún sitio, que no hay que aceptar nunca la creación de un Estado palestino y que Israel podrá vivir muy bien eternamente, como está, en paz y seguridad. Nosotros creemos que es imposible.

Pero evidentemente, esto no significa que todo dependa de Israel. En absoluto. Los palestinos rehusaron durante años volver a negociar y no está claro que ahora estén dispuestos a actuar a la altura del momento. El presidente Abbás proclamó repetidamente, con orgullo, que «no he renunciado a nada». Pues si sigue con esa tesitura, tampoco habrá acuerdo. Ambas partes deben hacer concesiones, ya que de lo contrario, no se llegará a nada.

La gran pregunta es si Abbás está dispuesto a transar en sus exigencias máximas para llegar a un entendimiento con Israel; si se siente capaz de ello y si su pueblo está preparado para aceptarlo. Desde la Franja de Gaza, por lo pronto, Hamás alega que «no tiene mandato para representar al pueblo palestino».

No es vaticinio de buenas noticias.

¿Y qué riesgos puede tomar Israel cuando nadie le asegura que en Cisjordania, quien ocupe su lugar luego de una retirada, no sea Hamás, que tomó la retirada israelí de Gaza como oportunidad para lanzar más cohetes en lugar de iniciar una era de tranquilidad?

Pero no deseamos ser pájaros de mal agüero. Ojalá todo esto sean especulaciones propias de los difíciles comienzos. Las partes recién se sentaron a hablar. Quizás esta vez todos los escépticos estemos equivocados y la paz esté emprendiendo su camino hacia Oriente Medio.

Ojalá.

Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay