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Son un cáncer

Grafittis en Abu GoshEn Israel se los conoce como «tag mejir», una expresión que podría traducirse como «etiqueta de precio», una práctica iniciada hace unos pocos años por extremistas de derecha, protagonizada - se estima - principalmente por un sector de línea radical entre los habitantes de los asentamientos en Judea y Samaria (Cisjordania): actos de vandalismo contra propiedades de árabes principalmente, tanto el lanzamiento de botellas incendiarias a mezquitas como la destrucción de olivares y autos particulares, además de la escritura de «grafittis» ofensivos.

Esto, como represalias contra las autoridades - tanto políticas como las del ejército - por acciones contra judíos en el terreno, como ser desalojo de puestos no autorizados y evacuación de su gente.

En algunas ocasiones, los ataques de «tag mejir» fueron también expresiones de venganza por ataques terroristas que cobraron víctimas mortales o heridos, tal como sucedió recientemente tras el asesinato de Eviatar Borovsky, un israelí del asentamiento de Itamar, atacado por un palestino en un cruce carretero, sin previa provocación ninguna.

La gran mayoría de estos actos vándalos de los extremistas se daba casi todo el tiempo en Judea y Samaria (Cisjordania), pero hace ya varios meses que el fenómeno se intensificó dentro del Israel soberano.

A los grafittis antiárabes acompañados a menudo de automóviles incendiados o fenómenos similares, se sumó un nuevo tipo de ataques: inscripciones hostiles y agraviantes también en puertas y paredes de iglesias y monasterios, con frases ofensivas y denigrantes.

Y esta semana, los «valientes» defensores de Israel que actúan a escondidas, amparados en la oscuridad y sin dar la cara, eligieron un blanco especialmente significativo, destrozando varios coches y ensuciando paredes con sus palabras de odio en la localidad árabe israelí de Abu Gosh, aledaña a Jerusalén, un lugar considerado símbolo de convivencia, no sólo porque allí viven también judíos, sino porque la gente del lugar siempre fue considerada ferviente defensora de la coexistencia entre ambos pueblos.

Hace aproximadamente dos semanas, la ministra de Justicia de Israel, Tzipi Livni, promovió en el Gabinete una iniciativa destinada a catalogar a los individuos o grupos responsables de estos ataques, de «terroristas». «El término 'tag mejir' es un eufemismo para crímenes de odio destinados a crear provocación y causar violencia», declaró. El Gobierno aprobó introducir nuevas medidas legales que ayuden a imponer la ley para combatir el fenómeno. A pesar de que la policía erigió ya tiempo atrás una unidad especial para luchar contra estos peligrosos vándalos, el éxito hasta el momento ha sido casi nulo.

Recordamos una entrevista que realizamos meses atrás a Avi Dichter, entonces diputado del partido Kadima, que había sido jefe del Shin Bet (el servicio de seguridad que lucha contra el terrorismo dentro de Israel) y ministro de Seguridad Interna. Le preguntamos cómo es que Israel logra ubicar a los terroristas más peligrosos, responsables de los atentados más cruentos, pero no llega a jovencitos que perpetran estos ataques y quedan impunes.

Dichter, experiente en la materia, nos respondió que justamente es mucho más difícil capturar a quien puede actuar solo, armado únicamente con un bidón de combustible o con un aerosol de pintura, que a terroristas que necesitan de una organización más sofisticada para cometer sus atentados e inevitablemente dejan más huellas a lo largo del camino.

Sea como sea, es urgente capturar a los responsables y poner fin a este vergonzoso fenómeno.

Tiene razón el primer ministro de Israel, Binyamín Netanyahu, al aclarar que por más inaceptable y condenable que sea este fenómeno de «tag mejir», es incomparable con el terrorismo de Hamás. Eso es indudable. Hamás eligió en infinidad de oportunidades a civiles como su blanco preferido, detonando bombas en discotecas, autobuses, restaurantes y hasta en el salón de una cena pascual en un hotel. No pinta paredes ni quema coche, sino que va directamente a asesinar. Hace tiempo que no lo lleva a cabo, afortunadamente, no porque haya cambiado de ideología, sino por consideraciones políticas puntuales relacionadas a su deseo de fortalecer más aún su control de la Franja de Gaza, entre otras cosas para poder continuar desarrollando allí una fuerte infraestructura armada que esté pronta para un choque futuro con Israel.

Pero el que estos vándalos irresponsables no sean como los terroristas de Hamás, es un consuelo meramente parcial. Son un peligro público, una vergüenza, y deben ser combatidos, puestos tras las rejas y tratados con todo el rigor de la ley.

No creemos siquiera que a ojos de los protagonistas de estos ataques, sus acciones estén sirviendo a algo positivo para el país y el pueblo. Son jóvenes que crecieron en Israel y, más allá de sus posiciones políticas, deben saber con qué valores se maneja el país. Deben saber por lo tanto que con sus ataques no están aportando nada sino agregando peligros.

Pero aún sin pensar en las repercusiones que pueden tener estos ataques en términos de dinámica de violencia, está la consideración moral.

Sea su afiliación política la que sea, su lugar de residencia el que sea, lo que cuenta es que son un cáncer que debe ser combatido. Y justamente un Gobierno conservador como el de Netanyahu, debe ser el primero en mostrar que se los pone entre ceja y ceja.

Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay