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Insultar a argentinos

La disputa política e ideológica entre los diferentes grupos que demandan el liderazgo de Argentina se está acercando a un punto cercano a la ebullición. El lenguaje injurioso sube de tono y lo que tendría que ser un debate con argumentos se está transformando, lamentablemente, en un intercambio de diatribas de muy mal gusto.

He aquí como ejemplo algunas citas de un artículo publicado los últimos días. «A Argentina por su vastedad y riqueza no le faltó ni le faltará barrilete; yo creo que sólo a esta sociedad de argentinos de esta última mitad del siglo XX lo que le faltó es piolín». Y continúa: «Éste que hoy empezó y se instaló como peronismo, allá desde el '45 al '55 se llamó mentira, se llamó viveza criolla, se llamó odio, se llamó robo». Posteriormente afirma: «Allá entonces se robaron hasta los caramelos y ahora aquí que triste es este final ya adentro del siglo XXI, 2001-2004, la misma mafia, el mismo robo. ¿O acaso algo cambió sino para peor?».

Para el autor del artículo hasta los maestros tienen la culpa: «Los maestros más jóvenes, los nuestros que ya hoy están enseñando acá, tienen exceso de mala información. Aquí no hay debate. Aquí hay que hacer crecer el pensamiento. Hay que crear un nuevo argentino. Para eso habrá que abrir las puertas y traer maestros de otras latitudes. Sí, importar, pero maestros».

Las punzantes criticas las finaliza cargando insolentemente en contra de toda la intelectualidad argentina, ya sin distinción partidaria: «Tal vez podamos ayudar a los que nos siguen a dejar atrás éste monstruo que fue creado con la ayuda e indiferencia de lo más alto intelectualmente hablando de esta sociedad».

Dentro del ambiente reinante hoy en día en Argentina el ejemplo citado carece de interés especial, salvo que fue difundido por uno de los dos más significativos medios de comunicación de la colectividad judía de Argentina, y el autor comienza el articulo declarando «aquí nací y llevo adentro mío mucho sentimiento del tango». Posteriormente confiesa que Buenos Aires no es su capital sino «Jerusalén nuestra capital indiscutida e indivisible y como judíos, Israel es nuestra historia, pasado, presente y futuro» [1].

Para finalizar, el autor opta por el arrogante camino de insultar groseramente lo que él considera la fracasada sociedad argentina enfrentándola con lo que denomina las «preeminencias y ventajas de la moderna sociedad israelí». «Como judíos… por sobre todas las cosas nos preserva el estudio, el conocimiento; entonces todo es diferente ya que en la escala de nuestro pueblo se encuentran valores como la rectitud, la verdad, el esfuerzo, la bondad».

Es muy probable que el firmante del artículo se viera influenciado por la idea racista de Pilar Rahola que argumenta la posible existencia de un factor X en el pueblo judío que lo hace más inteligente y exitoso en el mundo, a diferencia de la mediocridad de otros pueblos, incluyendo tácitamente el argentino [2].

Un pensamiento de esta calaña difícilmente rondaría tiempo atrás en la cabeza de judíos argentinos, y si existía no se atrevían a difundirlo. Un creciente poder económico junto a un descomunal potencial militar permitió el desarrollo de una sensación de invulnerabilidad que condujo a la diplomacia israelí  por un camino de prepotencia e imposición, conducta que a final de cuentas envalentonó al liderazgo judío de la diáspora y por supuesto a sus asociados.

Todo judío argentino tiene el derecho a discutir los problemas sociales y políticos de su país y toda posición que adopte puede ser considerada legítima, siempre y cuando deje su judaísmo para la sinagoga, el club deportivo de la comunidad o instituciones culturales judías.

Para una DAIA que, con razón, no deja pasar por alto la más mínima manifestación de antisemitismo sin una réplica contundente, su silencio ante una publicación ofensiva en un importante medio de difusión judío tiene dos secuelas lamentables. Por un lado justifica el uso del judaísmo para insultar a los argentinos, y por otro, mancha a toda la colectividad judía argentina con el epíteto de desleal, tal como ocurrió semanas atrás cuando amplios sectores de la comunidad catalogaron como traicionero al canciller Timerman por el sólo motivo de ser judío cuando apoyó el memorándum entre Argentina e Irán.

La sociedad argentina enfrentó muchos momentos difíciles durante el último siglo que sufrieron todos sus ciudadanos, entre ellos aquellos inmigrantes judíos y sus descendientes. No por eso debemos olvidar que en esos tiempos Argentina fue uno de los pocos refugios donde se permitía el ingreso de judíos, como mis abuelos, que huían desesperadamente de las persecuciones y el hambre en Europa.

Con todas las contrariedades, nuestras familias encontraron en ese país amparo y protección que les permitió trabajar, subsistir, progresar y brindar educación gratuita a sus hijos hasta el nivel universitario.

En vez de insultar groseramente a la ciudadanía argentina toda, los judíos argentinos y del mundo deberíamos agradecer el trato igualitario que incondicionalmente nos brindó esa sociedad.
 
Si el Sr. Ring piensa que la sociedad argentina es un monstruo, que como judío argentino su capital es Jerusalén y su futuro Israel, que no se sorprenda si a algunos argentinos se les termine la paciencia, se sientan ofendidos y le griten en la cara que le queda una sola alternativa: «Cómprese un pasaje y váyase a Israel».

[1] «A los argentinos le faltó piolín»; Ronaldo V. Ring; Radio Jai; Buenos Aires; 17.4.13.

[2] «El factor X en los judíos»; Pilar Rahola; El País; 7.7.07.