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Atado de pies y manos

La estrategia no podía haberle salido peor a Binyamin Netanyahu. Convocó elecciones antes de tiempo con la intención de ampliar su mayoría en el Parlamento para, finalmente, debilitar su fuerza.



Ahora, la unión técnica entre la segunda y la cuarta fuerza más votada en Israel, el imposible pero inquebrantable acuerdo entre Yair Lapid de Yesh Atid y los religiosos nacionalistas de Habait Haiehudí, que lidera Naftali Bennett, consiguieron obstruir la formación del nuevo gobierno y tienen a Bibi atado de pies y manos.

Netanyahu deberá pedir una prórroga de dos semanas al presidente Shimón Peres para intentar desbloquear el tablero si no quiere tener que convocar de nuevo comicios.

Por el momento, la alianza electoral de Likud y los ultraderechistas de Israel Beiteinu, el partido del ex ministro de Exteriores Avigdor Lieberman, sólo cuenta con el apoyo de Tzipi Livni y su nueva formación, Hatnuá.

Aún sumando a sus aliados tradicionales, los partidos ultraortodoxos Iahadut Hatorá y Shas, Netanyahu no contaría con los 61 escaños necesarios para dominar el Parlamento.

Además, la coalición entre el centrista Lapid - ex presentador de televisión y estrella de los últimos comicios - y el partido derechista dirigido por Bennett, harían la vida imposible al futuro ejecutivo si finalmente decide contar con los ultraortodoxos.

La política crea extraños matrimonios, pero pocos tan bizarros e insólitos como el de Lapid y Bennett, opuestos en gran parte de sus posturas y visiones de la sociedad, pero unidos por su empeño en conseguir que los jóvenes ultraortodoxos hagan el servicio militar como el resto de israelíes, uno de los temas centrales de las campañas de ambas formaciones.

Ambos partidos acordaron no entrar a formar parte del gobierno el uno sin el otro.

En esta situación, Bibi se está quedando sin estrategias y parece que también sin ideas.

Netanyahu intenta ahora aquella vieja técnica del divide y triunfarás, aunque la falta de resultados parece volverse en su contra.

No es para menos, la visita a Israel del presidente norteamericano, Barack Obama, planeada para la tercera semana de marzo, no se llevaría a cabo si el Estado hebreo no cuenta con un nuevo gabinete ya consolidado con el cual se pueda debatir asuntos de suma importancia para el futuro de Oriente Medio: el programa nuclear iraní, la desastroza situación en Siria o la reanudación de las negociaciones con los palestinos, entre varios otros.

El hecho de que Obama llegara a cancelar su viaje constituiría un golpe fatal para la imagen de Netanyahu.

Bibi tiene más de una razón para estar preocupado.