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Votos por baratijas

Peretz, Livni y MitznaEn la era moderna el mundo tiende a unificarse detrás de la descripción aristotélica de la política como el arte de gobernar a los hombres con su consentimiento. Por el contrario, las últimas elecciones en Israel han demostrado que ciertos candidatos o partidos políticos locales prefieren inclinarse por la definición volteriana que caracteriza la política como el arte de mentir.

Transcurrido un mes del escrutinio de la reciente votación se puede afirmar con toda seguridad que las negociaciones partidarias hacia la constitución de un nuevo gobierno y la coalición parlamentaria que lo apoye sólo han dado sus primeros pasos. Pese a ese insignificante progreso, ya se dispone de los elementos suficientes para corroborar aquel pronóstico que dudaba de la franqueza de promesas de ciertos candidatos que se autodefinen representantes del centro del mapa político israelí [1].

Tzipi Livni, ministra y parlamentaria en retiro, con dos dramáticas deserciones políticas en su currículo - la primera cuando abandonó junto a Ariel Sharón el Likud para formar Kadima, y la segunda, un año atrás, cuando perdió ante Shaul Mofaz las elecciones internas del partido, abandonó el Parlamento y se tomó un descanso - decidió retornar a la vida política un par de meses antes de las elecciones del pasado enero. Muy preocupada por el peligro que significa al país un nuevo gobierno de Netanyahu, Livni declaró que «Vuelvo para luchar por Israel. Me comprometo a no apoyar a Netanyahu como primer ministro, sino a cualquier candidato del bloque central. Netanyahu no necesariamente tiene que ser el próximo primer ministro» [2].

Orgánicamente, Livni fundó el partido denominado Hatnuá (El movimiento), aunque por los antecedentes de sus principales correligionarios de lista sería mucho más acertado llamar a esa agrupación «El club de los renegados».

Los tres primeros puestos de la lista de Hatnuá, bajo del liderazgo de Livni, fueron destinados a tres políticos que en su pasado reciente también recibieron galardones por ser doblemente desertores políticos. Meir Shitrit registró en la última década de su foja de servicios un idéntico cambio de camiseta como Livni, mientras que en el mismo periodo tanto Amir Peretz como Amram Mitzna apuntaron en su pasado dos estridentes portazos y un retorno al Partido Laborista.

Detrás de todo el barullo y escándalo proselitista que significó el repentino cruce de líneas de estos dos últimos parlamentarios, vale la pena remarcar ciertos aspectos que acentúan el carácter volteriano que algunos líderes de Israel asignan al juego político.

De nada valió que meses atrás, y en el marco de elecciones internas para fijar quien preside el Partido Laborista, tanto Peretz como Mitzna, que también propusieron su candidatura, firmaron un documento junto a otros tres aspirantes donde todos se comprometían a continuar apoyando al partido no importa quién de los cinco fuese elegido como jefe. 

Más llamativos aún son los pretextos por los cuales ambos se fueron al otro partido. Una balbuceante respuesta a la exigencia de comprometerse a no colaborar en un futuro gobierno de Netanyahu por parte de Shelly Yachiimovich, nueva líder electa del laborismo, no satisfizo a Peretz y Mitzna, quienes consideraron mucho más serias las promesas de Livni.

Como la experiencia ya lo demostró, repetidamente la realidad es significativamente más creativa que la fantasía. El primer acuerdo de coalición que da respaldo a su futuro gobierno, Netanyahu lo recibió de parte de…Tzipi Livni y su partido Hatnuá, con Peretz y Mitzna, peleándose entre ellos quien cumplirá la función de ministro de Medio Ambiente junto a Livni que será nombrada ministra de Justicia y encargada de las negociaciones de paz con los palestinos [3].  

No es el lugar ni el momento apropiado para discutir el engendro institucional que significa un ministro de Justicia encargado de las negociaciones de paz con los palestinos, aunque vale la pena compararlo a la absurda asignación del frente militar norte contra Hesbolá bajo la responsabilidad, por ejemplo, del ministro de Salud. Analistas serios ya conceden a este extraño nombramiento el carácter de una nueva artimaña de Netanyahu donde Livni gozará de todos los honores de reuniones, fotos y cocteles, pero la esencia la manejará él mismo Bibi por medio de su correveidile, el abogado Itzjak Moljo [4].

La conclusión de estos acontecimientos es muy desalentadora. En la práctica somos testigos de 200 mil ciudadanos de Israel comportándose como los indios americanos durante la conquista española. Así como aquéllos cambiaron su oro por baratijas, estos entregaron su voto por promesas que muy rápidamente se convirtieron en groseros embustes. Pese a su aberración por las políticas de Netanyahu, al fin del proceso estos ingenuos ciudadanos deben reconocer que su voto va a cumplir la función de hoja de parra para encubrir todas aquellas acciones censurables que tanto se preocuparon en criticar.

A fin de cuentas, no se sabe si reír o llorar por la imbecilidad de la decisión de muchos o por la credulidad u oportunismo de la nueva ministra.

Ojalá me equivoque...

[1] «Licitación de sillón ministerial»; Daniel Kupervaser; 10.12.12.

[2] «Livni retorna a la política»; Mako 10; 27.11.12.

[3] «Confrontación Mitzna-Peretz: quien será el segundo ministro en el partido Hatnuá»; Walla; 20.2.13. 

[4] «Livni se preocupó por los honores, pero ¿qué hay de la esencia?»; Walla; 20.2.13.