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El día que murió Europa

El lunes 19 de marzo será recordado como un día negro para Europa. Ese día, cruzó el «punto de no retorno», luego de que largos años de corrección política e intentos de congraciamiento con el mundo árabe condujeran al entierro definitivo del discurso liberal del continente, que ha pasado a ser un completo y retorcido absurdo.

Los hechos ocurridos aquel día no surgieron de la nada. Después de todo, se trata de la misma Europa donde un líder de la oposición alemana critica el «apartheid israelí»; donde los funcionarios exigen el fortalecimiento del control árabe de Jerusalén y la confección de listas negras de colonos, y donde la jefa de política exterior europea expresa su preocupación por un hombre de la Yihad Islámica en huelga de hambre, pero ignora la apremiante situación padecida por un activista de derechos humanos saudita.

Así y todo, el lunes se quebraron todos los récords; la resbaladiza pendiente dejó paso a un hoyo profundo y oscuro. De hecho, ha llegado el momento de decir adiós a la Europa que alguna vez conocimos.

En el corazón de Europa, en Ginebra, Ismail al-Ashqar, un hombre de Hamás, habló ante algunos miembros del Comité de Derechos Humanos de la ONU. La sola mención de Hamás en el contexto de los derechos humanos es algo completamente grotesco; después de todo, estamos hablando de aquel grupo que se apoderó violentamente de Gaza, arrojando a los enemigos desde los tejados, y que desde entonces se ha ocupado mayormente del contrabando de armas, la imposición de un «código moral islámico», y el lanzamiento de misiles contra guarderías de bebés israelíes.

El hecho de que un miembro de dicho grupo haya sido invitado a hablar en Ginebra, y además, el que las capitales europeas no hayan puesto el grito en el cielo ante esa terrible distorsión del discurso de los derechos humanos, pone en evidencia con absoluta claridad el abismo moral en el que han caído los europeos; un sombrío lugar donde la lisonja de una organización terrorista asesina aplasta cualquier compromiso con la moral y la verdad.

Sin embargo, mientras tratábamos aún de superar la conmoción inicial, llegó un golpe más doloroso: Cuatro civiles inocentes, entre ellos tres niños, fueron asesinados a sangre fría frente a una escuela judía en Francia. Uno de los momentos más terribles de ese día triste no tardó en presentarse, cuando su majestad, Catherine Ashton, jefa de política exterior de la Unión Europea, condenó la masacre, y al mismo tiempo, llamó la atención sobre los niños que mueren en Gaza.

Tal vergonzosa ecuación refleja un sistema de valores extremadamente retorcido, junto a una absoluta ceguera frente a la realidad global y de Oriente Medio. Un miembro de la comunidad judía francesa así lo expresó: «¿De dónde sacó esa comparación? ¿Cómo se puede comparar el asesinato vil de un hombre que se aseguró de rematar a una niña de ocho años de edad con los niños muertos en Gaza? ¿Qué tan bajo hemos llegado?»

No es de extrañar que Hamás se haya apresurado a alabar las declaraciones de Ashton, poniendo así de manifiesto la confusión moral que reina en Europa. Al mismo tiempo, un elogio por parte de Hamás tal vez equivalga a una insignia de honor en la Europa contemporánea.

La vergonzosa «aclaración» de la Unión Europea, que no negó los comentarios de Ashton, sino que se limitó a sugerir que no era la intención de la funcionaria comparar Toulouse con Gaza, no sirvió de nada. En todo caso, revela aún más la cobardía de Europa y la tendencia a cambiar de posición para apaciguar a los diferentes grupos, sin adherirse a un modelo de virtud creíble y permanente.

Todo lo que queda ahora es presenciar el deterioro del «viejo continente», que da paso a un nuevo y lóbrego horizonte. Por un lado, se espera que las tendencias de islamización crezcan, mientras que, por otro, los partidos nacionalistas radicales continuarán ganando fuerza.

La Europa de fines del siglo XX, que se comprometió a sostener decididamente la bandera de la tolerancia y el liberalismo, se irá convirtiendo gradualmente en una región caótica y furibunda, con varios grupos que luchan entre sí y que rehúyen los auténticos valores morales.

En cualquier caso, la Sra. Ashton no tiene por qué pedir disculpas por sus comentarios, ni siquiera preocuparse por aclararlos. Después de todo, sus palabras no hacen más que reproducir con exactitud el estado de ánimo de su continente moribundo y corrupto.

Fuente: Yediot Aharonot - 28.3.12
Traducción: www.israelenlinea.com

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