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¿Palestinos? ¡A quién le importa!

Durante casi un siglo, se ha considerado un hecho indiscutible lo siguiente: El «padre de todos los conflictos» en Oriente Medio es el conflicto árabe-israelí. Si lograra ser resuelto, pensaba el mundo, asistiremos al descenso de una cósmica tranquilidad sobre toda la región. Se escribieron un sin número de «investigaciones» acerca del conflicto, inflándolo hasta convertirlo en una amenazante burbuja a punto de explotar.

Fue entonces que llegó la llamada «primavera árabe», y la triste verdad fue revelada: El conflicto palestino-israelí es marginal en comparación con los conflictos reales de la región, y su verdadera influencia es limitada. De hecho, no fue más que un conflicto imaginario basado en razones de interés propio.

Con los años, los gobernantes árabes, conscientes de que los problemas étnicos, religiosos, tribales y regionales de sus propios países eran terribles e irresolubles - y no otra es la razón de la terrible masacre en Siria -, se ocuparon siempre de desviar la atención hacia Israel. De ese modo, las masas árabes ignoraron su aflicción real; en su lugar, la acostumbrada incitación contra Israel ocupó el eje de sus preocupaciones.

El Estado judío imaginado por el mundo árabe, ese Israel con el que ningún árabe estaba familiarizado, se había convertido involuntariamente en una vía oportuna para lavar los pecados del Oriente Medio. Mucha gente tuvo trabajo y hasta ganó prestigio gracias a este beneficioso conflicto; para ellos se convirtió en una carrera.

¿Por qué debía revelar al mundo Saddam Hussein el odio terrible entre sunnitas y chiítas en Irak? ¿Por qué debía exponer Assad su sangriento gobierno alawita en Siria? ¿Por qué deberían los egipcios compartir la terrible penuria económica que enfrenta su país? ¿Por qué debía revelar Gaddafi la complicada división tribal de su Estado? ¿Y por qué debería exponer Líbano su desordenada mezcla de etnias y religiones? Siempre es mejor ocultar la ropa sucia y poner el foco sobre Israel: Condénenlo, critíquenlo y denígrenlo.

Y así, el conflicto entre Israel y los árabes se ha convertido en un eficiente medio operativo para los líderes de la región; les ha otorgado prácticamente la única legitimidad con la que cuentan frente a su propio pueblo y al mundo. Mientras pudieran hablar sobre la brutalidad de Israel, nadie habría de ocuparse de su propia brutalidad. Imaginaban a un Israel frágil, cayéndose a pedazos, y a la vez se convencían de estar asentados ellos mismos sobre una base firme. La verdad era a la inversa, por supuesto.

Pero entonces llegó la «primavera árabe». Por primera vez en su historia, la opinión pública árabe halló la forma de expresarse; y de repente, resultó que Israel estaba muy lejos y que no tenía tanta relevancia. Además, ¿qué tenía que ver, después de todo, el verdadero sufrimiento árabe con Israel? Los árabes se dieron cuenta de que sus tiránicos líderes se ocupaban de engañarlos en muchos aspectos apelando al recurso de un Israel imaginario.

Si, por ejemplo, se establece un Estado palestino, ¿estará dispuesto Assad a abrazar a sus adversarios internos? ¿Se reconciliará Ahmadinejad con sus enemigos? ¿Se prepararán las milicias libias para perdonar y olvidar? ¿Recobrará Yemen siquiera un indicio de estabilidad? ¿Y después de todo, qué tiene que ver una cosa con la otra?

Hezbolá utilizó una lógica similar. La organización supo ganar su efímera gloria durante la guerra que libró contra Tzáhal en suelo libanés. Sin embargo, una vez que el conflicto hubo terminado, el grupo perdió su legitimidad en el mundo árabe. Hezbolá estaría feliz de poder revivir su conflicto con Israel, pero es consciente de que el Estado judío es poderoso y tiene los medios necesarios para destruir a la organización esta vez.

Los primeros en darse cuenta de que sus recursos se habían agotado por completo fueron los palestinos. La decisión de Abbás de acercarse a las Naciones Unidas en septiembre pasado fue una maniobra desesperada. Él sabía que los acontecimientos no estaban jugando a su favor. Después de todo, si finalmente se han comenzado a abordar los verdaderos problemas de la región, la fachada palestina ya no resulta necesaria.

¿A quién le importa realmente si Abbás se une o no a Khaled Mashal de Hamás? ¿Le afecta realmente a alguien? Cuando todo Oriente Medio arde, la cuestión palestina desaparece de la agenda. Esa es la razón por la cual las cadenas internacionales de noticias como CNN o France2 se deciden ahora a abandonar Israel o a cerrar sus oficinas en el país. El conflicto israelí dejó de ser una noticia actual: el foco se ha trasladado ahora a Damasco, El Cairo y Trípoli.

Incluso si el conflicto israelí-palestino se reanudara en el futuro, sería simplemente uno más entre otros muchos desarrollándose en Oriente Medio y ya no aquel «padre de todos los conflictos», tal como se lo consideraba en el pasado.

Israel, que antes fuera visto como un demonio, va recuperando sus dimensiones naturales en la región: un país pequeño, no el más influyente, pero con un mayor grado de legitimidad e integración en la zona que en el pasado.

Fuente: Yediot Aharonot - 19.2.12
Traducción: www.israelenlinea.com

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