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Sacrificios

Monte del TemploCada año, con los meses de septiembre y octubre, vuelven los problemas en el Monte del Templo. Esta vez son bastante violentos como para que el Gobierno israelí haya cambiado las reglas de intervención que rigen la conducta de las fuerzas de orden en la ciudad. A partir de ahora se pudo recurrir más fácilmente a las armas de fuego, con las cuales se llegó a una escalada de tensión.

Hay quienes ven en estos hechos la continuación de una nueva Intifada que se inició hace un año, cuando Israel intervino en Gaza para acabar con el lanzamiento de cohetes sobre su territorio, también sobre Jerusalén.

Hay quienes ven otros motivos. Como cada año, Mahmud Abbás intervino ante la Asamblea General de la ONU. Las imágenes de los desórdenes y de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) reprimiendo a jóvenes palestinos con piedras y cócteles Molotov, realzan siempre esta bien publicitada pieza oratoria en la que el líder palestino no escatima el tono antisemita, ni los mensajes inflamados ni la retórica de altos vuelos melodramáticos.

El calendario de festividades, que hizo coincidir la Fiesta del Sacrificio (Eid al-Adha) con Yom Kipur y Sucot, es también un buen momento para movilizar a los jóvenes palestinos y volver a mostrar al mundo la dureza de la represión israelí. Son celebraciones de reflexión, reconciliación, perdón y alegría en recuerdo de la anulación del sacrificio de Itzjak, hijo de Abraham, en el Monte Moriá de Jerusalén, el mismo donde mucho mas tarde se edificaron los dos Templos.

Pero Jerusalén se fue convirtiendo en el pretexto de algo muy distinto. Como Rosh Hashaná, Yom Kipur y Sucot se celebran por estas fechas, también hay un motivo de conflicto por la afluencia de fieles judíos al Monte del Templo. La tensión aumentó con la decisión del ministro de Defensa, Moshé Yaalón, de ilegalizar dos grupos musulmanes que venían «cuidando» ese lugar, por el carácter violento de sus actuaciones.

También se habla de otro motivo, la situación de las relaciones entre Hamás e Israel. La organización terrorista parecía esperar que la presión internacional obligara a Israel a negociar después de los enfrentamientos en Gaza el verano pasado. No ocurrió así, y el Gobierno hebreo no va a abrir tratativas sobre otros asuntos, más allá del armisticio, de orden coyuntural.

Tras estos hechos está la situación de los palestinos en Jerusalén Este, cada vez más asfixiante. La realidad de una situación dramática, bien documentada en la prensa israelí, tiene también otra interpretación. El motivo de la desesperación que lleva a los jóvenes palestinos a enfrentarse a las FDI, la razón por la que los residentes de Jerusalén Este sienten que no tienen nada que perder no está sólo en el lado israelí. También está en la realidad interna de Jerusalén Este y, en general, de Cisjordania, con un contraste cada vez más acentuado, y particularmente dramático para la juventud, entre un territorio israelí cada vez más dinámico, más próspero y más globalizado y una Cisjordania y Gaza bloqueadas, sin futuro, encerradas en su propio conflicto.

Jerusalén es una de las muy escasas realidades que ponen de acuerdo a casi todos los musulmanes. Ahora bien, en vez de ser un incentivo para el diálogo, el acuerdo y el progreso, se convirtió en una maldición para los palestinos, obligados a desempeñar el papel de rehenes de un ideal en contradicción con los enfrentamientos que sacuden el mundo musulmán.

Los palestinos conocen bien el papel al que se les condenó. Por eso que esta Intifada de relativa baja intensidad cobre más dramatismo con su fiesta anual del Sacrificio resulta una metáfora siniestra.