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Entre la peste y el cólera

Obama y PutinSe veía venir. El bombardeo iniciado de modo unilateral por Rusia en regiones de Siria - supuestamente en contra de posiciones del Estado Islámico (EI) - se veía venir. Putin, a diferencia de gobernantes de países democráticos no necesita preguntar a nadie para tomar sus decisiones.

Mientras Obama debe buscar consensos nacionales e internacionales, Putin decide en minutos al consultar solo con su almohada. La Cámara Alta ratifica después. El suyo - por ahora es su gran ventaja - es un gobierno unipersonal. Sin embargo, Putin no es imprevisible. Hay una cierta lógica en su accionar. Que esa lógica no quiera ser reconocida por la mayoría de los gobiernos occidentales, es harina de otro costal.

Como Stalin ayer, a Putin, si le dejan un espacio vacío, avanza. Su proyecto, si no imperial, es expansivo. Visto así, el apoderamiento del espacio territorial y aéreo de Siria que está llevando a cabo Rusia no se diferencia demasiado en su lógica de la ocupación militar de Crimea.

Desde su perspectiva expansionista Putin sabe mover sus piezas. Ha comprobado que EE.UU  - a pesar de los bombardeos más bien simbólicos de Francia en Siria - no cuenta con el decidido apoyo de Europa, abocada a enfrentar un tsunami migratorio. Sabe, además, que EE.UU no está dispuesto (todavía) a embarcarse en una guerra librada en el terreno. Y no por último ha captado que los aliados islámicos de Obama - sobre todo Turquía y Arabia Saudita - son cualquiera cosa, menos confiables. Habiendo tomado entonces noticia de estas condiciones Putin ha decidido intervenir militarmente y por su cuenta en Siria.

Putin, además, ha sabido plantear su posición en términos políticos. Su mensaje a Obama ha sido presentado de modo aparentemente disuasivo. Ha manifestado su disposición a colaborar con EE.UU en la guerra en contra del EI e incluso a llevar a cabo operaciones militares en el terreno. Su única condición es la inamovilidad del dictador Bashar al-Assad.

La respuesta negativa de Obama seguramente la esperaba Putin. EE.UU acepta formalmente la colaboración militar de Rusia pero no la permanencia de Assad en el poder. La reacción de la política europea fue también previsible.

¿Por qué rechazar tan tentadora oferta? se preguntan los «expertos internacionales» en los diarios más prestigiosos de Europa. Después de todo Putin realiza el trabajo militar que los europeos no pueden ni quieren hacer. La permanencia de Assad en el poder tampoco puede ser un obstáculo: la primavera árabe ya no existe - sus participantes han emprendido el éxodo hacia Europa - y en la región casi todos los gobernantes son dictadores. ¿Cuál es el problema entonces para mantener a Assad en el poder?

Para EE.UU, desde un punto de vista formal, la presencia de Assad en el gobierno no significa ningún problema. Después de todo Obama favoreció un golpe de Estado en Egipto en contra del gobierno islamista pero constitucional de Morsi (hoy en prisión y condenado a muerte), mucho menos peligroso que el EI.

Hay que deducir entonces que el problema para Obama no es Assad. El problema es el mismo Putin.

O mejor dicho: Assad es un problema en tanto representante del poder de Putin en Siria. En ese sentido asombra el cinismo de los políticos europeos cuando fingen no darse cuenta de que entre Assad y Putin existe un pacto que va más allá de una simple alianza político-militar. De lo que se trata para Putin es de, mediante un gobierno títere sirio (puede incluso no ser el de Assad), mantener la ocupación militar y bajo el pretexto de combatir al EI, convertir a Siria en un protectorado militar ruso. En términos reales ya lo es. Pero el objetivo no termina ahí.

En tanto el EI no sólo controla Siria sino una parte considerable de Irak, Putin, en nombre de la guerra en contra del terrorismo islámico podrá ampliar su radio de acción y con el consentimiento de Irán, ocupar vastas regiones de Irak. En otras palabras, el proyecto Putin es recuperar en Oriente Medio las posiciones que perdió la Unión Soviética con su derrumbe. No olvidemos que tanto Saddam Hussein, como Gaddafi y el padre de Assad se declaraban «socialistas».

Esta vez, claro está, la reocupación de los que fueron condominios soviéticos no será llevada a cabo en nombre del socialismo, sino, casi imitando a Bush, en nombre de una cruzada en contra del islamismo yihadista, perfectamente compatible con el fanatismo anti-islámico de la reaccionaria iglesia ortodoxa rusa, aliada fiel de Putin.

¿Qué puede hacer EE.UU para evitar esa, sin duda, habilísima estrategia de Putin? Por el momento muy poco. Veamos:

La primera posibilidad sería reinsistir en la coalición internacional en contra del EI e incorporar en ella a Rusia como un miembro más. Fue esa la razón por la cual Obama, aprovechando su estadía en la ONU, convocó a una conferencia para reforzar una coalición de carácter mundial anti-EI a la que no asistió Putin, enviando sólo a un funcionario de tercera categoría. Al día siguiente Putin, sin avisar a nadie, bombardeó diversas zonas de Siria y, para colmo, no aquellas en las cuales el EI tiene mayor presencia.

Dos días después Putin anunció estar dispuesto a «colaborar» con EE.UU en la guerra en contra del EI pero no a formar parte de una coalición internacional. Más claro no pudo ser. A partir de este momento ya hay dos guerras en Oriente Medio, la de Putin y la de Obama.

El mensaje enviado por Putin a los aliados de EE.UU fue clarísimo: Ustedes pueden formar las coaliciones que quieran. Eso me tiene sin cuidado. Pero si desean derrotar de verdad al EI, sólo tienen dos alternativas: o intervienen directamente en la guerra, o conceden a Rusia el monopolio de la lucha en contra del islamismo. Putin sabe que la primera alternativa es, salvo quizás para Francia, la más difícil de asumir por los países europeos.

Por otra parte Putin mantiene aliados, directos o indirectos, en el propio espacio europeo, aliados que le ayudan a paralizar una acción conjunta de la OTAN en Siria. Estos son por el momento cuatro:

1) El anti-americanismo de la ultraderecha emergente: Frente Nacional en Francia y gobiernos anti-occidentales como el de Urban en Hungría entre otros.

2) Las socialdemocracias, sobre todo la alemana y la escandinava, las que no han logrado desprenderse de las ideologías de la Guerra Fría según las cuales Rusia, ayer la Unión Soviética, puede llegar a ser un aliado estratégico de Europa en la economía primero y en la política después.

3) El pacifismo a-político, profundamente arraigado en la cultura política europea después de la Segunda Guerra Mundial, revitalizado por los movimientos pacifistas europeos de los años '80.

4) El antiamericanismo disfrazado de «antiimperialismo» de las izquierdas no socialdemócratas, hoy renacientes en partidos como Die Linke en Alemania, Podemos en España, Syriza en Grecia y, no por último, en fracciones importantes del Laborismo británico.

Todo esas razones han incitado a Putin a pisar el acelerador en Oriente Medio. Como siempre ha ocurrido, Rusia avanzará hasta donde la dejen avanzar. Por lo mismo, las opciones de Obama para impedirlo son en este momento muy pocas.

¿Permitir que Rusia se embarque en una guerra con la esperanza de que sus ejércitos sean destruidos como ocurrió una vez en Afganistán? Imposible: la Rusia de Putin no es la destartalada Unión Soviética de Breschnev. Si Putin moviliza a sus tropas es porque sabe que puede ganar.

¿Recurrir, ante la impavidez de sus aliados europeos a los aliados de Oriente Medio? Pero, ¿a cuáles? ¿Turquía embarcada en una guerra en contra de los kurdos a los cuales el gobernante Erdogan considera enemigos principales? ¿Irán, país que parece haber sido ganado por la diplomacia rusa? ¿Arabia Saudita donde sus gobernantes están unidos al EI por filiaciones religiosas sunitas? ¿Israel, justo cuando Netanyahu viene llegando de un extraño viaje a Rusia donde conversó con Putin y obtuvo del jerarca ruso la decisión de no incorporar a los ejércitos del Hezbolá en su lucha en contra del EI?

Otra alternativa sería que EE.UU con muy pocos aliados militares consiga la aprobación de la OTAN para actuar directamente en el terreno e impedir así que Putin monopolice en su totalidad la guerra en contra del EI. Esa es la alternativa menos deseable para Obama. La desastrosa experiencia de Bush sigue presente en EE.UU y la opinión pública norteamericana no perdonará de nuevo que sus muchachos mueran en una guerra que nadie entiende. Pero ¿es evitable esa salida? Quizás lo sea para Obama. Para el gobierno que lo sucederá, demócrata o republicano, será inevitable.

Obama debe elegir entre la peste y el cólera. O el avance del EI o el renacimiento de la dominación rusa en Oriente Medio. En los dos casos pierde. Por ahora está jugando sus cartas al intentar reagrupar en términos militares a la gran coalición anti-EI. Es poco probable que lo consiga. Pero debe intentarlo, no tiene mucho espacio donde moverse. Por lo menos puede ganar algo de tiempo. Quizás, gracias a esos vuelcos que no son extraños en la historia, aparezca de pronto otra salida.