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Mire antes de saltar

Alí Jamenei y Barack ObamaPuedo pensar en muchas buenas razones para proceder con el acuerdo nuclear con Irán, y puedo pensar en prácticamente el mismo número de razones para no hacerlo. Así que, si está confundido, déjeme ver si puedo confundirlo incluso más.

El acuerdo propuesto para levantarle las sanciones a Irán - a cambio de reducciones a sus capacidades para fabricar bombas, de forma que a Teherán le tome cuando menos un año producir un arma - tiene que ser juzgado en su propio derecho.

Estaré viendo atentamente la calidad del régimen de verificación y la especificidad de qué pasa si Irán hace trampa. Sin embargo, el trato también tiene que ser juzgado en términos de cómo encaja con objetivos estratégicos más amplios de Estados Unidos en la región, porque un trato entre Estados Unidos e Irán sería un terremoto que alcanzaría cada rincón de Oriente Medio. No se está prestando suficiente atención a las implicaciones regionales; particularmente qué ocurre si los estadounidenses reforzamos a Irán en momentos en que grandes partes del mundo árabe sunita están colapsando.

El mejor argumento del equipo de Obama para alcanzar este acuerdo con Irán es que, con el tiempo, podría ser «transformacional». Esto es, el final de las sanciones pudiera abrir a Irán al mundo y dejar que entre suficiente aire fresco - Irán estuvo aislado deliberadamente desde 1979 por sus ayatolás y Cuerpo de la Guardia Revolucionaria - para llevar gradualmente a Irán de un estado revolucionario a uno normal, así como menos inclinado a amenazar a Israel. Si se asume que Irán ya tiene el conocimiento y las herramientas para fabricar un arma nuclear, la única forma en que se vuelve menos amenazador es cambiando la naturaleza de su régimen.

El desafío para este argumento, explica Karim Sadyadpour, especialista de Oriente Medio por la Fundación Carnegie, es que si bien el equipo de Obama quiere creer que este trato pudiera ser «transformacional», el líder supremo de Irán, Alí Jamenei, «lo considera transaccional»; Irán persevera, hace el trato, recupera su fuerza y redobla sus viejos principios revolucionarios. Pero, hay que tomar en consideración, nunca se sabe. Lo que empieza como transaccional puede terminar siendo transformacional en formas que nadie puede prevenir o predecir.

Un segundo argumento es que Irán es un verdadero país y civilización, con elecciones competitivas (aunque restringidas), mujeres educadas y un poderoso ejército. Enmendar la relación entre Estados Unidos e Irán pudiera facultar a Estados Unidos para manejar y equilibrar mejor al talibán de árabes sunitas en Afganistán, así como contrapeso de los yihadistas sunitas, como los de Estado Islámico (EI) que controlan actualmente partes de Irak y Siria. Estados Unidos dependió enormemente de Arabia Saudita, desde la revolución de Irán en 1979, y si bien la familia gobernante y élites sauditas están alineadas con Estados Unidos, hay un duro núcleo de wahabismo saudita que financió la proliferación de la forma más puritana, antipluralista y contraria a la mujer que alteró el carácter distintivo del islam árabe, así como contribuido a fomentar mutaciones como el EI. No hubo iraníes involucrados en los atentados del 11 de septiembre del 2001.

Pero, debemos considerar, fueron agentes iraníes quienes fabricaron los explosivos improvisados más letales en Irak, que mataron a muchos efectivos estadounidenses allá. Además, fue Irán el que alentó a sus aliados chiitas en Irak a que rechazaran cualquier presencia extendida de los militares estadounidenses en Irak, y también a exagerar su influencia para despojar del poder a iraquíes sunitas, que es lo que contribuyó a producir la reacción contraria del EI.

«En la lucha en contra del EI, Irán es tanto el incendiario como la brigada de bomberos», agregó Sadyadpour. Para Arabia Saudita, añadió, el ascenso del EI es atribuible a la represión de sunitas en Siria e Irak por parte de Irán y sus clientes chiítas. Para Teherán, el ascenso del EI es atribuible al apoyo financiero e ideológico de Arabia Saudita y sus aliados en el Golfo.

Y ambos están en lo cierto, razón por la cual los intereses de Estados Unidos no están ni con los sauditas ni con los ideólogos iraníes que van ganando, sino más bien con equilibrar a ambos contra cada cual hasta que se agoten en la medida suficiente para dejar de seguir con su ancestral lucha chiíta-sunita y persa-árabe.

Sin embargo, debemos considerar que si este acuerdo nuclear con Irán se lleva a término, y las sanciones son levantadas, mucho más petróleo iraní llegará al mercado global, aplastando precios y beneficiando a consumidores globalmente. Pero, hay que considerar, Irán tendría miles de millones de dólares más para invertirlos en ciberguerra, misiles balísticos de largo alcance y proyectar su poder a través del mundo árabe, donde sus representantes ya dominan cuatro capitales: Beirut, Bagdad, Damasco y Saná.

Pero, dado el desbarajuste en Yemen, Irak y Siria, ¿realmente nos interesa si Irán intenta jugar al policía allá y se embrolla en luchas interminables con milicias sunitas? Durante 10 años, fue Estados Unidos el país que se extendió de más a lo largo de Irak y Afganistán. Ahora será el turno de Irán. Me siento terrible por la gente que tiene que vivir en estos lugares, y ciertamente deberíamos usar el poderío aéreo de Estados Unidos para ayudar a prevenir la proliferación del caos a islas de decencia como Jordania, Líbano y Kurdistán, en Irak. Sin embargo, el manejo del deterioro del sistema del Estado árabe no es un problema que deberíamos hacer propio. Hemos demostrado ampliamente que no sabemos cómo.

Así que, antes de que usted se decida con respecto al trato de Irán, pregunte cómo afecta a Israel, el país más amenazado por Irán. Sin embargo, pregunte también cómo encaja eso en una estrategia estadounidense más amplia, enfocada a sofocar tensiones en Oriente Medio con el menor involucramiento de Estados Unidos que sea necesario y los precios del petróleo más bajos que sea posible.

El manejo del deterioro del sistema del Estado árabe no es un problema que deberíamos hacer propio. Hemos demostrado ampliamente que no sabemos cómo.

Fuente: The New York Times
Traducción: www.israelenlinea.com