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El grave error de Bibi

Binyamín Netanyahu y Barack ObamaLa idea del primer ministro israelí, Binyamín Netanyahu, y del presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, de que Bibi pronuncie un discurso ante el Congreso sobre por qué EE.UU debe sancionar más a Irán, es una grosería, una acción imprudente y muy peligrosa para el futuro de las relaciones entre ambos países.

Si Netanyahu quiere un consejo inteligente, debería escuchar a su ex embajador en Washington, el muy respetado Michael Oren, quien fue citado diciendo que toda ese accionar da la impresión de «una maniobra política cínica, que podría dañar nuestros intentos de actuar en contra de Irán». Oren instó a Bibi a cancelar su discurso.

Y si Netanyahu y su actual embajador en Washington, Ron Dermer, que organizó la movida con Boehner, quieren saber cuán ofensivo es todo este asunto para el estadounidense promedio, deben escuchar nuevamente los comentarios del conservador Chris Wallace, no justamente un crítico habitual de Israel, en «Fox News Sunday»: «El canciller John Kerry se reunió con el embajador israelí en Estados Unidos durante dos horas luego de la invitación a Bibi, y Dermer, según el Departamento de Estado, en ningún momento le comentó el hecho de que Netanyahu accedió a venir a Washington para ir al Capitolio a hablar en una sesión conjunta del Congreso y criticar la política de Obama. Tengo que aceptar que estoy sorprendido»

Imagínense que el Partido Laborista israelí invite al presidente Obama para hablar ante el Parlamento hebreo acerca de por qué Israel debería dar más tiempo a las negociaciones con Irán sobre su programa nuclear, y que resolvió todo con el embajador de Estados Unidos en Tel Aviv a espaldas del primer ministro y del Likud. La gran mayoría de los israelíes vería eso como un insulto a su líder elegido democráticamente, y con razón.

Recientemente visité Israel y me reuní con muchos de mis amigos y colegas judíos y no judíos que siguen la política mundial y simpatizan con el Estado hebreo. Para decirlo suavemente, ninguno se sentía cómodo con esta situación. Al contrario, se veían muy preocupados no sólo por la falta de respeto a nuestro presidente, sino que además, y muy especialmente, por la desconsideración hacia nuestro sistema y a las normas de límites diplomáticos que cada líder democrático extranjero debe tener en cuenta.

¿Saben cómo sucedió esto? Netanyahu, su embajador, el lobby pro-israelí AIPAC, Sheldon Adelson - la gran chequera de Bibi -, Boehner y el Partido Republicano, todos viven en su propia burbuja autónoma. Se puede decir que no había ninguna voz de conciencia en el interior de cada uno de ellos diciéndoles: «Bibi, este discurso ante el Congreso, dos semanas antes de las elecciones, te puede subir el nivel de azúcar por un día con los votantes israelíes, pero en realidad es de mal gusto usar al Congreso de Estados Unidos como telón de fondo para tu campaña. Para muchos de los amigos de Israel va a ser incómodo; y los antisemitas, que afirman que Israel controla Washington, tendrán un argumento más para justificarse».

En reacción a esta maniobra, diez senadores demócratas - que apoyaban aplicar ahora más sanciones a Irán - se apartaron de los republicanos y otorgaron a la Casa Blanca el tiempo que estaba buscando para ver si las negociaciones aún pueden funcionar. Era exactamente lo contrario de lo que Bibi quería, y eso demuestra lo peligroso que es entrometerse en la política interna de un país.

Las preocupaciones de Netanyahu sobre Irán no carecen de fundamento. Pero su agresividad tampoco está exenta de críticas en Israel. Si el Congreso quiere tener una verdadera perspectiva del Estado hebreo acerca de cómo tratar con los ayatolás, entonces debería invitar también a los más altos responsables de Inteligencia y militares israelíes que se pronunciaron públicamente en contra de la amenaza de Bibi de utilizar la fuerza contra Teherán.

Aún tengo serias dudas de que Estados Unidos e Irán lleguen a un acuerdo para desactivar el programa de armas nucleares. No obstante, un error de este tipo sería muy grave y podría terminar, un día, con nuestro presidente decidiendo que debe que usar la fuerza militar para frenar el proyecto de la República Islámica.

Es por ello que absolutamente no es del interés de Israel dar la más mínima apariencia de que anda a los codazos con Estados Unidos rumbo una posible decisión militar de ese tipo.

Israel debe permanecer a un millón de kilómetros de distancia de esa resolución, dejando en claro que se trata de una cuestión nuestra. Porque, si tenemos que atacar a Irán y el ataque falla, o tiene consecuencias costosas, pueden estar seguros de que muchos de los norteamericanos no se regocijarán de felicidad. Al contrario; se preguntarán, «¿Cómo fue que nos metimos en este lío?» Y una de las respuestas les hará recordar el discurso de Bibi ante el Congreso.

Trate de dormir un poco, Sr. Netanyahu. Tómese una píldora si le hace falta. Pero no juegue con nuestra política. Deje que Estados Unidos tome sus propias decisiones.

Fuente: The New York Times
Traducción: www.israelenlinea.com