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Declaración de guerra

cariA pesar de la gran emoción que ha despertado en el mundo el atentado en París contra la redacción del semanario «Charlie Hebdo», que por ahora dejó un saldo de 12 muertos, 4 heridos graves y varios más leves, existe el peligro de que esta acción terrorista sea vista como otro episodio más de la lucha del islamismo radical contra sus críticos en Europa. Algo así como la «fatwa» contra Zalman Rushdie, pero en una escala más espectacular.

Se trata de algo mucho más grave. La amenaza a la vida del escritor británico era un insolente acto de censura y de extorsión criminal por parte de un estado organizado. Pero una «promesa de violencia» no es un acto terrorista con armas de fuego, cuyo propósito obvio es disparar a matar a quienes osaron criticar al islam.

Por una parte, el atentado de París constituye una declaración de guerra a Francia y a los valores republicanos que representa. Pero por otra, tiene un alcance universal. Los asesinos de los responsables de «Charlie Hebdo» dispararon no simplemente contra hombres sino contra  los valores del mundo democrático occidental. Tiraron a matar contra los ideales de la Revolución Francesa: contra la libertad - de ahora en adelante nadie podrá atreverse a criticar al islam porque con ello arriesgará su vida; contra la igualdad - el islam no es igual a ninguna otra religión o ideología. Está por encima de cualquier otra creencia. Por ello quien se atreva a criticarlo deberá atenerse a las consecuencias ; y contra la fraternidad - que quede claro: no puede existir fraternidad entre fieles e infieles.

¿Logrará despertar a Europa este salvaje acto intimidatorio?

¿Comprenderán sus dirigentes que toda política de apaciguamiento del islam está destinada al fracaso?  

¿Los despertará de su ilusión de que la presión unilateral sobre Israel en presunto apoyo a la «justa causa palestina» no servirá en absoluto para aplacar la agresividad del islam radical?

¿Comenzarán a entender que no tiene sentido el apoyo sistemático a todas las iniciativas políticas palestinas hostiles a Israel cuando el objetivo de uno de los dos bandos en que se dividen los palestinos no es un Estado palestino sino un califato islámico sobre las ruinas de Israel?

¿Es tan difícil entender que los objetivos de Hamás y de los asesinos de los dibujantes y redactores de «Charlie Hebdo» son exactamente los mismos?

¿Cuándo comprenderá Europa que, aunque le pese, la defensa de Israel es de hecho la defensa de su propia seguridad?
         
Indudablemente en el frente interno, Francia, deberá tomar medidas más severas para defender sus libertades. Un ejemplo es lo que propone un «apóstata» del islam, Abul Kasem, en una mesa redonda de la revista «Front Page Magazine»:

1. Adoptar duras políticas al ingreso de islamistas a países no islámicos. Sin embargo, debe hacerse una distinción entre quienes sólo son musulmanes nominalmente y los islamistas convencidos y militantes.

2. Establecer claras restricciones a la construcción de mezquitas y seminarios islámicos. Si esto parece una limitación a los derechos al culto, cabe recordar la prohibición de construir centros de otras religiones que no sean el islam en países islámicos.

3. Dejar de pagar la «jizya» a los islamistas. Ellos no tienen ningún derecho a tener privilegios en relación a otras religiones.

4. Cortar el diálogo interreligioso con el islam. No hay forma en que los musulmanes transijan en nada. Es un diálogo destinado a crear una falsa impresión de moderación con el claro objetivo de engañar a los infieles.

5. Fortalecer las culturas, los valores, las tradiciones y costumbres no islámicas. Los fieles del islam deberán entender que en el siglo XXI el mundo no está dispuesto a retroceder al siglo VII y aceptar las leyes y costumbres árabes beduinas de entonces.

6. Rechazar todo intento de imponer la sharía en sociedades no islámicas, aún con la pretensión de que sólo se aplicará a musulmanes. Los musulmanes son las primeras víctimas del islam.

7. Los musulmanes que emigren a países no islámicos deberán firmar una declaración por la cual aseguran no creer en el islamismo radical. Si su conducta llegara a contradecir su documento firmado, serán despojados de su ciudadanía y deportados a sus países de origen.

8. La prédica proselitista islámica deberá ser estrictamente controlada y, si es necesario, prohibida. La legitimidad de esta medida está avalada por la actitud de países musulmanes como Malasia, Pakistán, Sudán, etc. de prohibir la propagación de otras religiones.

Obviamente todas estas medidas deberán ser acompañadas por muy severas disposiciones de seguridad.

Pero si hay algo que es evidente, es que la gran batalla del islam radical por la supremacía en Oriente Medio ha llegado a Europa para quedarse. De hecho, es una extensión de la misma guerra. Y el desarrollo de una guerra siempre es imprevisible.