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El apartheid salta la valla

apartheid66El apartheid en Cisjordania salta la valla de separación y se asienta dentro de los límites internacionalmente reconocidos de Israel y de esa manera da un paso esencial en la organización del «Gran Israel» como Estado binacional.

Se puede afirmar que hasta  ahora la mayoría de las discusiones alrededor de la imposición de un orden separatista hacia los grupos étnicos no judíos pecaron, por su alto acaloramiento, por centrarse en defender o acusar el todo o la nada. Como toda realidad, es confusa y vale la pena exponerla en todo su complejidad.

Desde la conquista y sumisión a control militar israelí, el territorio de Cisjordania está bajo un régimen de apartheid que da primacía a pobladores judíos discriminando a la población palestina nativa. En el mismo territorio, bajo total  soberanía israelí de facto, conviven conjuntamente dos grupos étnicos con una total separación física y legal. El asentamiento se da en ciudades y poblaciones diferenciadas. El orden de la población palestina está bajo control del ejército en tanto la policía controla la población judía. La población judía está regulada y juzgada por justicia civil en tanto que la palestina por la militar. Los sistemas de infraestructura tales como agua, comunicaciones, caminos, etc. son separados para cada grupo étnico. Últimamente nos informamos que los colonos judíos impusieron la prohibición a palestinos de viajar en el transporte público que atiende a la población judía.

Dentro de la llamada «Línea Verde», los límites de Israel de hasta 1967 reconocidos internacionalmente, se vive un sistema altamente democrático y no hay, hasta la fecha, síntomas evidentes de un sistema de apartheid. No por ello se puede dejar pasar por alto los marcados signos de marginación hacia los ciudadanos no judíos que constituyen un 25% de la población.

Dentro de esos aspectos vale citar la discriminación en la asignación presupuestaria oficial, las reducidas posibilidades de trabajo que los obliga a concentrarse en los ramos de construcción, salud y servicios públicos en sus ciudades y aldeas. A diferencia de la población judía de Israel, la expansión edilicia de ciudades árabes está prácticamente circunscripta a áreas muy limitadas.

Después que Israel dio muerte definitiva a la posibilidad de una solución de dos Estados para dos pueblos, el paso siguiente es la instauración del «Gran Israel» como Estado binacional. Dada la nueva paridad cuantitativa poblacional entre los dos grupos étnicos, es imprescindible crear un orden que garantice a todo precio la supremacía de los derechos de la población judía a costo de todo valor humano o democrático universal. El relegamiento existente de algunos derechos de ciudadanos palestinos de Israel ya no es suficiente.  Para ello, es necesario que el apartheid salte la valla de separación con Cisjordania y se establezca definitivamente en todo el «Gran Israel». 

Según el orden presente en Israel, la Corte Suprema de Justicia se basa en los principios humanos y democráticos de la Ley Básical de Derechos del Ser Humano y sus Libertades y actúa como ultimo bastión en defensa de las minorías no judías. Algunas de sus decisiones fundamentales fue abolir la prohibición de venta de tierras estatales a ciudadanos no judíos o el cierre de la cárcel para inmigrantes ilegales de África exigiendo para ellos el trato como refugiados según convenciones internacionales a las que Israel esta adherido.

El extremismo y fundamentalismo racista que domina el actual gobierno no se puede permitir el lujo de dejar en manos democráticas el futuro del «Gran Israel». Gustavo Perednik, conocido comentarista de la realidad israelí, fue muy explícito en las oscuras intenciones del último proyecto de la Ley de Nacionalidad: «La Ley de Nacionalidad no va a cambiar que el Estado de Israel sea un Estado judío, pero va a permitir que, cuando en distintas cortes israelíes se airee la necesidad de leyes fundamentales como la de Derechos Humanos y la que protege a minoría u otras que se cumplen en Israel, el juez también tenga que atenerse a la idea de que Israel es un Estado judío» [1].

Como lo dice expresamente, el proyecto se propone condicionar a jueces que en Israel prevalece los intereses judíos a todo valor humano universal. En otras  palabras: apartheid a favor de los judíos. No en vano ya comenzó la lluvia de proyectos parlamentarios racistas que incluyen, entre otros, la exigencia a duputados no judíos a prestar juramento de lealtad a un Estado Judío, o que se puede expulsar a un miembro del Parlamento si sus representantes judíos consideran que con sus palabras alienta el terror.  

Las nuevas propuestas son tan aberrantes que hasta llevaron a Pilar Rahola, la eterna e incondicional aduladora de Israel, a dar un paso al costado. En su reciente artículo sobre los nuevos proyectos de leyes afirmó que «mi posición ética no me permite estar del lado israelí. Es una ruina moral» [2].

Mientras que en Israel el extremismo racista se propone arrodillar cristianos y musulmanes ante la Torá, en Argentina continúa la farsa que llaman diálogo interconfesional organizado por quienes defienden tácitamente las políticas racistas del Estado judío.

Israel es poderoso militar, económica y estratégicamente y podrá sobreponerse al movimiento de repudio internacional que seguramente acarrearán estos pasos. El eslabón débil será la comunidad judía de la diáspora. Si sus direcciones continúan con su servilismo incondicional al gobierno y políticas de Israel, nadie se debe sorprender si los niveles de protesta lleguen a extremos mucho más preocupantes y peligrosos de aquellos que les tocó vivir durante el operativo «Margen Protector».

Ojalá me equivoque...

[1] «Perednik y Aguinis presentan libro Sabra, solo contra un imperio»; Iton Gadol; 28.11.14.

[2] «Israel, mal camino»; Pilar Rahola; La Vanguardia; 27.11.14.