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Bibi cagón; también Obama

yesAl reconocer oficialmente a un Estado palestino, el Gobierno sueco desató la ira del Ejecutivo israelí. El canciller Liberman censuró la decisión que calificó de «desafortunada» y señaló que «entender Oriente Medio es más complicado que armar un mueble de Ikea».

Horas después de la adopción del decreto, Liberman llamó a consultas a su embajador en Suecia, lo que «ilustra nuestra irritación y nuestra molestia ante una decisión inútil que no contribuye a la posibilidad de volver a las tratativas». Vaya a saber por qué. Uno puede pensar que si Suecia se arrepiente de su resolución, mañana mismo Liberman deja todo y viaja a Ramallah a negociar.  

La semana pasada, Netanyahu autorizó un nuevo plan de urbanización en Jerusalén Este, ignorando las repetidas exhortaciones de Washington para detener esos proyectos.

Estado Unidos, la Unión Europea (UE) y la ONU condenaron la decisión de Bibi y desde entonces Jerusalén Este es en un escenario de enfrentamientos diarios, cuya tensión crece inalterablemente y allana el camino hacia una nueva Intifada urbana.

La tensión llegó a un punto crítico a raíz del atentado contra el rabino Yehuda Glick, quien se encuentra en estado de gravedad. Al día siguiente, Netanyahu desplegó un amplio operativo policíaco-militar en la Ciudad Vieja y Jerusalén Este y decidió cerrar el acceso al Monte del Templo a todos los visitantes, por primera vez desde 1967.

El presidente de la Autoridad Palestina (AP), Mahmud Abbás, reaccionó de inmediato y consideró la medida como una «declaración de guerra». Hamás, a pesar de que lo odia, le ayudó a echar más leña a las llamas. «Amigos para siempre».

Ese mismo día, el canciller norteamericano, John Kerry, urgió a Bibi a abrir de nuevo la explanada. «Cualquier decisión o acción que cambie el status quo del lugar es provocativa y peligrosa», advirtió. Lo mismo hizo Abdullah II de Jordania, que reina de iure, pero no de facto, en los santos lugares del islam en Jerusalén.

Ante la presión, tanto interna como internacional, que desató el cierre de la explanada, Bibi dio marcha atrás y volvió a abrir el sitio, aunque sólo permitió el acceso a mujeres y hombres mayores de 50 años.

Pero su ala ultranacionalista mesiánica ya instrumentalizó el atentado, al responsabilizar a Abbás del mismo. El ministro de Defensa, Moshé Yaalón, aseveró que «Abbás es conocido por difundir alegatos y acusaciones falsas en contra de los derechos del pueblo judío hacia sus tierras y sus derechos a rezar en el Monte del Templo, y el atentado es el resultado de esas declaraciones»
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La clausura del sitio sagrado, sumada a la autorización de expandir la edificación en Jerusalén Este, desesperaron a Obama.

El propio ministro de Finanzas, Yair Lapid, condenó de inmediato el plan de Bibi y alegó que «llevará a una crisis diplomática seria en las relaciones entre Israel y Estados Unidos».

Unos días antes, el mismo Lapid había señalado que dichas relaciones enfrentaban problemas, ya que la Administración Obama negó a Yaalón, de visita en Washington, audiencias con Biden, Kerry y Susane Rice. Algo parecido a «¿quién te conoce?»

Es en este «cálido y emotivo» ambiente que el afamado periodista norteamericano, Jeffrey Goldberg, publicó un artículo en «The Atlantic» en el que una fuente diplomática muy allegada a la Casa Blanca calificó a Bibi de «cagón» y aseveró que «no tiene cojones».

«Lo bueno con Netanyahu es que tiene demasiado miedo para declarar guerras. Lo malo con él es que no hará nada para llegar a un acuerdo con los palestinos o con los estados árabes sunitas», agregó.

Las relaciones bilaterales entre Israel y Estados Unidos, según Goldberg, «están peores que nunca, y empeorarán de manera significativa después de las elecciones de mitad de mandato» que se llevan a cabo este martes 4 de noviembre, ya que después del escrutinio, Obama también podría adoptar una vez más el papel de «cagón» y dejar de respaldar a Israel ante eventuales resoluciones unilaterales a favor de los palestinos en foros internacionales y en las negociaciones con Irán por su programa nuclear.

Experiencia en «expeler materia fecal» no le falta al mandatario estadounidense. Cualquiera lo puede comprobar en su accionar en el marco de las «líneas rojas» que el mismo trazó sobre del uso de armas químicas por parte del Gobierno sirio contra sus ciudadanos, y la «guerra light» con la que pretende destruir al Estado Islámico (EI), dando legitimidad a enemigos de Israel en la región.

Irán combate de manera activa al EI en Irak y Siria a través del envío de milicias y armamentos. Y si bien Obama nunca propuso a Teherán formar parte de su coalición, se abstuvo de criticar al régimen de Rohani e, incluso, envió varios representantes a dialogar con oficiales iraníes para «coordinar operativos» contra el grupo yihadista.

A raíz de estos encuentros empezaron a revivir las relaciones entre Irán y el Grupo 5+1, que flexibilizó su postura ante Teherán. Es así como se perfila un acuerdo entre ambas partes que incluye un punto hasta ahora impensable: que parte de la infraestructura nuclear iraní - como miles de centrifugadoras que pueden ser usadas para enriquecer uranio - no será destruida o desmantelada.

Ante esta situación, que nadie se asombre si no sólo la oficina del primer ministro hebreo, sino que también la Casa Blanca aumente su presupuesto anual de papel higiénico.