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Testimonio revelador

Netanyahu, Mashal y Abbás

En la edición judía norteamericana «Tablet» se publicó el 26.8.14 un artículo revelador de un ex periodista de Associated Press sobre la cobertura del conflicto entre Israel y Hamás. Como es demasiado largo para traducirlo y la extensión reduce el número de potenciales lectores, reseñaremos sus aspectos medulares que revelan con total claridad porque el mundo recibe una información sesgada en todo lo que atañe al Estado judío y los palestinos.

Su autor es Matti Friedman y se titula «La visión de la historia más importante del mundo por alguien que sabe desde adentro cómo se escribe». Un subtítulo aclara: «Un ex corresponsal de AP explica cómo y porqué los reporteros escriben de manera equivocada sobre Israel y porqué ésto importa».

El autor trabajó entre 2006 y 2011 como periodista y editor en la oficina de Jerusalén de Associated Press, una de las dos agencias de noticias más importantes del mundo y se define como un liberal y partidario de una prensa no parcializada.
            
Friedman comienza por señalar que su agencia tenía ni más ni menos que 40 periodistas cubriendo a Israel y los territorios palestinos, un número muy superior al que AP tenía en China, Rusia o India, o en todos los 50 países al sur del desierto de Sahara. También era una cifra superior al total de cazadores de noticias en todos los países en que estalló la llamada «primavera árabe».
            
Naturalmente la cantidad de periodistas produce una cantidad de información, lo que da al conflicto israelí-palestino una dimensión exagerada. Por ejemplo, en todo 2013 hubo 42 víctimas debido al conflicto israelí-palestino, la misma cifra de homicidios mensuales en Chicago. Jerusalén, internacionalmente conocida como una ciudad conflictiva tuvo menos víctimas per capita que Portland, una de las ciudades más seguras de Estados Unidos. En contraste, la guerra civil siria causó poco más de 190.000 bajas, o sea 70.000 más que todas las víctimas del conflicto árabe-israelí desde su comienzo hace más de un siglo.  
       
Sin embargo, afirma el articulista, las agencias de noticias han decidido que este conflicto es más importante que, por ejemplo, las más de 1.600 mujeres asesinadas en Pakistán el año pasado - 271 después de haber sido violadas y 193 quemadas vivas -, que la desaparición de la cultura tibetana debido a la dura política del Partido Comunista chino, que las matanzas en Congo - más de 5 millones de muertos en 2012 - o las guerras de drogas en México, que causaron 60.000 víctimas mortales entre 2006 y 2012, para no hablar de conflictos poco conocidos en países como India o Tailandia.
       
Según Friedman, la política de los ejecutivos de las agencias es clara. No interesa un análisis real de la sociedad palestina, ni de las ideologías en juego. Occidente decidió que los palestinos deben ansiar un Estado propio junto a Israel, por lo que esta premisa debe ser tomada como un axioma, aunque obviamente la realidad es bastante más compleja.
       
La corrupción es un tema que preocupa a muchos palestinos, pero cuando yo y otro periodista sugerimos un artículo sobre el tema, el jefe de la oficina dijo que no. En cambio, sí le interesó informar ampliamente sobre la corrupción israelí.
        
La cobertura sobre aspectos negativos de la sociedad israelí es amplia y sistemática. Friedman contó que la cantidad de artículos críticos sobre la sociedad israelí en siete semanas fue mucho mayor que la totalidad de los artículos críticos sobre el Gobierno y la sociedad palestina - incluyendo al totalitario de Hamás - en tres años.
        
Sobre la intimidación de Hamás a los periodistas extranjeros, Friedman la describe como un hecho y cuenta que él mismo tuvo que borrar una información clave en una nota: que los combatientes de Hamás iban vestidos como civiles y cuando caían se los contaba como civiles y no como combatientes. No es de extrañar que los profesionales que se atrevieron a denunciar la intimidación fueron representantes de órganos periodísticos menores, recién llegados y no veteranos de la zona, como un periodista finlandés o un equipo hindú.          
            
Para Friedman, el drama de Israel en Oriente Medio está mal planteado. No es simplemente un «conflicto israelí-palestino» en el que lo que está en juego es un 0.2% del mundo árabe. Un observador informado de la zona no puede evitar la impresión de que la región es un volcán y que la lava es el islam radical. Israel es sólo una pequeña aldea en las laderas del volcán. Hamás es el representante local del islam radical y su objetivo declarado es eliminar al pequeño enclave judío del mismo modo en que Hezbolá es el representante dominante del islam radical en Líbano, ISIS en Siria e Irak, el Talibán en Afganistán y Pakistán, etc., etc.
            
La situación de los judíos en Oriente Medio debe ser vista a la luz de lo que sucede con otras minorías en la región. Cuando éstas son débiles, su destino es el de los yazidis o de los cristianos del Norte de Irak. Sólo pueden sobrevivir si son fuertes y tienen armas como los judíos y como, cabe desearlo, los kurdos.

Sin embargo, la situación de Israel es planteada en otro contexto. Es algo distinto. Los periodistas, son alentados por sus jefes, a explicar que el Estado judío es crónicamente culpable de una cantidad de males, mientras que las intenciones de sus enemigos son minimizadas.
             
Pero Israel no es una idea, ni un símbolo del bien o el mal. Es apenas un país muy pequeño en una terrible parte del globo que cada día se vuelve más amenazante.  La información desde allí debe ser transmitida en su contexto y en la debida proporción.

El conflicto israelí-palestino no es uno de los más importantes del mundo; ni siquiera es el más importante en su región. Israel, como España en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, es apenas una pequeña mancha en el globo terraqueo, pero allí puede estar la clave para la guerra o la paz de la humanidad en el futuro próximo.