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Crónica de una pulseada levantina

Binyamín Netanyahu y Barack ObamaUna gran euforia acompañó al Papa Francisco, al Rabino Skorka y al Imam Abboud cuando pocos días atrás oraron frente al Muro de los Lamentos y juntos pregonaron a viva voz «lo logramos». Sus allegados aseguraron que se trató de un hito histórico de dimensiones incalculables, «una iniciativa que pretende traer un nuevo espíritu, un nuevo aire» [1], y cuyo resultado será la estrepitosa caída de todos los muros que separan a palestinos de israelíes [2].

La repentina y radical escalada de tensiones en la región, aun antes de que el Papa pose sus pies en la escalinata del avión que lo trajo de regreso a Roma, demostró que el efusivo festejo de este triunvirato de jerarcas religiosos fue prematuro, totalmente desvinculado de la realidad y el evento en sí muy bien puede ser interpretado como una típica imagen del final de una hazaña de jóvenes inocentes.

Probablemente las plegarias de la histórica sesión interreligiosa programada en Roma por el Papa junto a los presidentes Peres y Abbás terminarán girando por el espacio sin ser captadas por ninguna antena de los centros de poder de Oriente Medio.

Tal como muchos expertos lo preveían, las expectativas creadas por la reelección de Obama y el nuevo Gobierno israelí de principios de 2014 se desvanecieron rápidamente, aun antes de que se cumpla el cortísimo plazo de nueve meses que impuso el mediador Kerry. La negativa israelí de cumplir con la condición acordada de liberar el cuarto y último contingente de prisioneros palestinos acarreó la correspondiente violación del acuerdo por parte de la Autoridad Palestina en forma de solicitudes de incorporación a instituciones internacionales.

La represalia de Israel no tardó en llegar. El Gabinete de seguridad congeló las negociaciones e incluso desautorizó a Tzipi Livni, ministra encargada de las tratativas, en su iniciativa de tratar personalmente con el presidente Abbás en Londres.

Ante este callejón sin salida, Abbás logró romper el status quo cuando sorpresivamente llegó a un histórico acuerdo con sus eternos rivales internos: el movimiento Hamás que controla la Franja de Gaza. La base del mismo fue la creación de un Gobierno interino de tecnócratas y el llamado a elecciones generales en un plazo de seis meses.

Para Netanyahu y su séquito este paso fue interpretado como casus belli lanzándose a una activa campaña para convencer a líderes del mundo de la necesidad de no reconocer ni tratar con este nuevo Gobierno palestino. Sorprendentemente, diplomacias de los más importantes países del mundo, incluyendo a Estados Unidos, declararon su predisposición a negociar directamente con el nuevo Ejecutivo palestino en base al compromiso de atenerse a las condiciones impuestas en su tiempo por el Cuarteto de Oriente Medio (EE.UU, Rusia, la Unión Europea y la ONU).

Ante tamaña afrenta y una cargada sensación de traición política, la furia del Gobierno de Jerusalén no se pudo contener a tal  punto que el incondicional y conocido gran apoyo de ayer, la política norteamericana, se convirtió en ingenua e hipócrita [3]. Pero palabras e insultos no son suficientes. El Ejecutivo hebreo fijó un plan de acuerdo a las típicas concepciones de la diplomacia israelí.

Públicamente se pusieron en práctica las conocidas acciones destinadas a crear una cortina de humo para desviar la atención: desacreditar a Hamás, ordenar la construcción de 1.500 nuevas viviendas a colonos judíos en Cisjordania e, inclusive, insinuar la existencia de un plan de anexión de parte de esta región a Israel. Netanyahu tiene muy claro que esta pulseada no es con los palestinos, sino con Obama. Su artillería principal la concentró en donde sabe que puede doblegar el brazo del presidente norteamericano: en los pasillos de la Casa Blanca y en el Capitolio.

Haciendo gala de su carácter de potencia supranacional, el Estado hebreo no dudó en movilizar nuevamente a judíos con ciudadanía norteamericana para que actúen como sus agentes y con su descomunal poder de influencia («no solo, pero también por el dinero» [4]) interfieran en la política norteamericana a favor de un tercer país: Israel. «Israel transfiere la confrontación con el Gobierno norteamericano respecto del Gabinete de coalición palestino a la opinión pública norteamericana y su Congreso, y para ello moviliza las organizaciones judías y proisraelíes de ese país» [5]. Demostrando la efectividad de estos emisarios israelíes, de inmediato se comenzaron a escuchar voces de congresales estadounidenses criticando severamente a su presidente.

Hasta un judío norteamericano, Daniel Kurtzner, el ex embajador de ese país en Egipto e Israel lo reconoce: «Creo que durante los últimos años la intromisión israelí en asuntos internos de Estados Unidos arribó a un grado excepcional. Algo increíble» [6].

Esta pulseada entre el liderazgo norteamericano e israelí no admite empate ni que se eternice. Sólo se permite un resultado y uno de los dos le deberá bajar el brazo a su contrincante. La larga experiencia del pasado, y probablemente también la de este caso, nos demuestra que es justamente el norteamericano el primero en tirar la toalla con su consecuencia inmediata: la continua perpetuidad del problema palestino.

Hacer factible la solución de la creación de un Estado palestino independiente y viable requiere la ruptura de ese vinculo especial que tiene atado el Gobierno y Congreso norteamericano al poder de influencia de los organismos judíos del país del norte. Ese es el manantial que alimenta constantemente el activismo de los halcones israelíes. Dejar fuera de acción a este sector, como a Hamás del lado palestino, es conditio sine qua non.

[1] «Un nuevo espíritu, un nuevo aire»; Fr. Pierbattista Pizzabala, el Custodio de Tierra Santa, Semanario Hebreo de Uruguay; 7.6.14. 

[2] «Francisco derriba muros»; Rabino Sergio Bergman; Semanario Hebreo de Uruguay; 30.5.14.

[3] «Israel: Política de EE.UU hipócrita e ingenua»; Israel en línea; 4.6.14.

[4] «Amistad real y la borrachera de la fuerza»; Pagina Web de Yoav Karni; 10.3.12.

[5] «Reconocimiento norteamericano del Gobierno de coalición: Netanyahu enfrenta a Obama en su casa»; Ynet; 3.6.14.

[6] «Embajador norteamericano: Relaciones EE.UU-Israel, las peores que se conocieron»; Haaretz; 9.6.14.