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El significado de ser israelí

¿Quién es británico, tailandés, francés o polaco? Cada respuesta se compone de dos partes; una relacionada con la ciudadanía y otra con la identidad.

Por ejemplo, mi sobrino nació en Estados Unidos de padres que estaban allí como shlijim (enviados) del Estado de Israel. Él recibió automáticamente la ciudadanía norteamericana, algo que no requirió mayores esfuerzos, pero su identidad es claramente israelí y no estadounidense. Si le dijera que es un gringo común y corriente, se ofendería.

Un paquistaní que llegó ayer al aeropuerto Heathrow de Londres, y tiene la nacionalidad británica heredada de su padre o su abuelo, es británico - incluso si no sabe ni una palabra en inglés y aunque nunca haya oído hablar de Shakespeare o de la Reina Victoria. Su ciudadanía británica le da los mismos derechos y obligaciones que al primer ministro británico, sin embargo, tiene una identidad completamente diferente.

Hoy en día, ciudadanía e identidad no son conceptos idénticos o paralelos. Es cierto que la gran mayoría de personas que tienen una identidad nacional son ciudadanos de una nación.

Sin embargo, muchos otros millones de personas en todo el mundo - entre ellos muchos judíos - son ciudadanos de un país en particular y, sin embargo, consideran que su identidad es otra.

Entender la diferencia entre identidad y ciudadanía es la piedra angular para responder a la pregunta ¿qué significa ser israelí?

En términos de ciudadanía, todos los que tengan un documento de identidad israelí lo son y, bajo las reglas de la democracia, todos están destinados a tener los mismos derechos. Pero no todas estas personas se identifican como israelíes. Un millón y medio de palestinos con ciudadanía israelí por lo general se identifican como lo primero. Ellos son considerados una minoría nacional que vive en su tierra natal entre una mayoría de una nacionalidad diferente.

Esta situación, en la que una minoría nacional vive en medio de una mayoría de diferente nacionalidad es muy común en el mundo de hoy. Las hay en Europa, Asia y África.

En ese sentido, los israelíes palestinos no son diferentes de otras minorías nacionales, como vascos, kurdos, o quebequés. Pero debemos recordar que los israelíes palestinos no son una minoría territorial. En lo que a ellos respecta, toda Palestina - y todo el territorio de Israel - son su patria.

Por lo tanto, la autonomía territorial en Galilea o la concentración de ciudades israelíes árabes conocidas en Israel como el Triángulo no tiene implicancia jurídica mas allá de lo cultural.

Hay, por supuesto, un flujo bidireccional entre muchos elementos de la identidad nacional de las mayorías y minorías.

La identidad judía de los judios franceses está fuertemente influenciada por su ciudadanía francesa y es posible que la identidad francesa esté poco influenciada por la identidad nacional judía.

Lo mismo sucede en Israel. La identidad palestina de los ciudadanos árabes de Israel contiene componentes de la identidad israelí en general: hablan en hebreo, por ejemplo.

Cuando un juez árabe israelí preside una causa contra el presidente de Israel, o cuando un director de un hospital árabe israelí establece nuevos procedimientos de hospitalización, se están creando códigos israelíes, de la misma forma en que un juez de la Corte Suprema norteamericana de identidad judía puede ser la mente creadora de una nueva interpretación de la Constitución de Estados Unidos.

Sin embargo, hay una diferencia entre identidad y ciudadanía.

¿Quiénes mejor que los judíos lo demostraron en repetidas ocasiones a lo largo de su historia?

Por lo tanto, el término «Israel» no genera sólo confusiones a la hora de definir la identidad de judíos y árabes que viven en dicho Estado.

Incluso si no hubiese un solo árabe en Israel, el Estado se llama «Israel» y por lo tanto sus habitantes son los israelíes y no los judíos.

El Estado es israelí y no judío. Después de todo «Israel» fue el nombre original del pueblo judío, mientras que «judío» o «iehudí», en hebreo, es un término que se añadió después. Apareció por primera vez en el Libro de Ester, durante un período del exilio, en el contexto de Mordejai, que vivió en Susa, capital de Persia, y que trajo a su sobrina Ester para que se casara con el rey Asuero.

Si Moisés, el rey David y los profetas Isaías, Jeremías y Samuel fueran a visitar la Knéset y se les preguntara ¿qué son?, ellos responderían somos hijos de Israel. «Judíos querrán decir», se les podría repreguntar, y ellos responderían «No sabemos que quiere decir judíos. ¿Acaso nos preguntan si somos miembros de la Tribu de Yehudá?»

La palabra «Iehudí» no aparece en el libro de oraciones judío ni una sola vez, y los Sabios de la Mishná insistieron en utilizar el término «Israel» y no el término «Iehudí».

Según la tradición, el nombre «Israel» fue otorgado por Dios. Es por ello que el territorio que se asocia con el pueblo se llama Tierra de Israel.

Las universidades israelíes enseñan Majshevet Israel (Pensamiento Judaico, en hebreo). La historia y la literatura del pueblo, es de Israel y, por supuesto, el nombre del Estado es Israel. Así que uno se pregunta qué pasó en los últimos 20-30 años para convertir en repetidas ocasiones las palabras Iehudí (judío), Iahadut (judaísmo) y Mediná Iehudit (Rstado judío) en indicadores de identidad para los israelíes, relegando la palabra «Israel» en algún lugar con fines civiles.

¿Es posible que un español residente en Madrid considere su españolidad como un denominador común civil entre él y vascos o catalanes, y no una identidad profundamente arraigada que valga por sí misma?

Creo que el proceso de confinar el israelismo a un rincón como identificación civil tiene que ver al menos con cuatro factores que a veces se contradicen entre ellos.

En primer lugar, están las diferentes corrientes religiosas. Aunque el concepto de «judío», como ya demostré, no necesariamente contiene ningún componente religioso, es claro que los religiosos restringen la identificación «israelí» a un concepto con un significado civil. Imaginemos un rabino de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) preguntándole a un soldado: «¿Qué eres?» Y, al contestarle, el soldado responda: «Soy israelí, sirvo en las FDI y hablo hebreo». El rabino entonces insistirá: «¿Eso es todo? Entonces los drusos son israelíes igual que tú; sirven en las FDI y hablan hebreo. ¿En ese caso, cuál es la diferencia entre ustedes?» Entonces, el rabino le sugerirá que llene el vacío en su identidad israelí con un poco de «herencia judía», es decir, de religión.

Esa táctica no sólo cuenta con la colaboración de los miembros del partido ultranacionalista religioso Habait Haiehudí y de todo el espectro de los ultraortodoxos, sino también de los reformistas judíos y todos aquellos que buscan sus «raíces»; es decir que buscan llenar su identidad israelí con conceptos religiosos que ellos extraen de la halajá (ley rabínica).

El segundo elemento que limita el israelismo a la esfera civil, son los judíos de la diáspora.

Ahora que el término «Israel» es percibido como una referencia a una ciudadanía específica, los judíos de la diáspora tienden a diferenciarse de él. Sin embargo, al mismo tiempo, todos los que cultivan la relación entre Israel y la diáspora, buscando alianzas y fomentando la aliá, utilizan el término «pueblo judío» como el único concepto a través del cual pueden conectarse. Sin embargo, son partidarios de reforzar el carácter judío del Estado de Israel como un baluarte contra sus ciudadanos árabes.

El tercer factor que ayuda restringir el israelismo como identidad son los árabes. Ellos le dicen a los israelíes: «Miren, ustedes son básicamente judíos, como los judíos de Estados Unidos, Francia o Argentina. Sobrevivieron en la diáspora por  más de 2.000 años manteniendo su religión y cultura. ¿Por qué optaron por venir a desplazarnos y a arriesgar su propia existencia en nuestras disputas. La identidad judía - ya sea como religión o nacionalidad limitada - no necesita  territorio y soberanía. Por otra parte, desde hace siglos, la forma de vida y aspiraciones de ustedes no son diferentes de las de otros judíos que viven por el mundo ¿Por qué de repente necesitan la soberanía y la identidad del Estado de Israel?»

Un cuarto factor son los post-sionistas, quienes aspiran a ver un nuevo pueblo de Israel desvinculado de cualquier identidad judía que recuerde el exilio, la historia o la religión en el espíritu de «canaanismo». Ellos ven a un Israel de todos sus ciudadanos, intensificando y ampliando la superposición entre ciudadanía e identidad. En otras palabras, quieren borrar la histórica identidad israelí y reemplazarla exclusivamente por una versión general de ciudadanía, como la americana o la australiana.

Estos cuatro factores, junto a varios otros, socavan el concepto de identidad de Israel como identidad judía plena.

No hay un judío en la diáspora, incluso un judío como usted, que vive totalmente a través de su judaísmo, que pueda ser un «judío total». Tampoco existe una comunidad judía en la diáspora capaz de producir una vida judía completa. Sólo en Israel se puede tener una vida judía completa. Sólo aquí se obtendrá una cultura judía digna de ese nombre. La Torá no es más que un componente de nuestra cultura. La cultura de un pueblo comprende el cultivo de sus campos, la investigación, el cuidado de su historia, la defensa, la enseñanza, sus actores, su lengua, su historia reciente, etc.

Un «judío total» no puede serlo en la diáspora. Esos pensamientos no son mios. Fueron expresados por  David Ben Gurión en la década de los '50 a un judío de la diáspora llamado S. Ravidowitz.

Estas observaciones las hice ante el Comité Judío Nortemericano en Washington y provocaron una tormenta mediática. Después de todo, a nadie le gusta escuchar que su identidad es incompleta.

Pero cuando me di cuenta de que también hubo muchas objeciones a mis pensamientos en Israel, comprendí que no se estaba comprendiendo el cambio fundamental en la identidad judía que produjo el establecimiento del Estado de Israel. Esto es sorprendente, ya que en el pasado, durante los primeros años del sionismo y con la fundación del Estado, la percepción era que la identidad israelí era la única que podía significar un judío natural y completo. Pero en los últimos años se produjo un retroceso inquietante, que se explica por la acción de grupos religiosos.

De hecho, durante 2.000 años sólo había un patrón de identidad judía. Los judíos vivían entre las naciones. Los judíos, como minoría nacional errante, participaban en diferentes medidas en las sociedades en que vivían.

Por otra parte, y para mí este es el cambio fundamental provocado por la soberanía judía en Israel en el exilio o en la diáspora, en la diáspora, un judío puede relacionarse con otros judíos si así lo desea. La vida judía está fuertemente influenciada por no judíos. La identificación como judío es voluntaria. El daño causado a un judío de Rusia no requiere de la ayuda de un judío italiano para repararlo, salvo que éste así lo desee.

Así que hablar de un destino judío común es descabellado. Cuando Londres fue bombardeada por Alemania en la Segunda Guerra Mundial, los ingleses de Liverpool o Leeds participaron en su defensa, y un inglés de Manchester era susceptible de ser enviado a combatir contra los alemanes en el desierto de Arabia. Cuando Reino Unido impone un plan de austeridad, afecta a todos los ciudadanos. Eso es lo que se entiende por un destino común y en ese sentido se puede decir que hay un destino común israelí o un destino común palestino.

Pero cuando los judíos fueron enviados a los campos de exterminio en Polonia, para los judíos de Nueva York, Brasil o Irán, la vida siguió como de costumbre. Y cuando fueron expulsados de España, los judíos de Irak o Alemania continuaron con su rutina diaria.

La identidad israelí devuelve el control de los judíos sobre ellos mismos y restaura el compromiso mutuo entre los judíos que prevaleció durante el Primer y Segundo Templo. En Israel, los judíos pagan sus impuestos en virtud de las leyes aprobadas por los judíos, son enviados a la guerra por judíos.

Hay judíos que son obligados a vigilar los asentamientos aunque se opongan a ellos y otros que los consideran sagrados. Esta actitud holística crea una identidad rica y existencialmente significativa, a diferencia de la diáspora donde las disputas son teóricas.

En Israel, de repente, todos los elementos de la vida cotidiana son receptores de la influencia de la identidad judía y, por lo tanto, se asumen como parte de la identidad israelí. Existen ahora un montón de nuevas preguntas éticas que los judíos nunca tuvimos que responder previamente mientras viviamos en la diáspora.

¿Cómo debe ser una prisión israelí? ¿Como juzgar y ser juzgados? ¿En qué medida y de qué manera es moral torturar a un terrorista para obtener información? ¿Es moral que Israel venda armas a un países gobernados por regímenes despóticos para evitar el desempleo en la industria armamentística israelí?

Los valores nacionales se determinan no por discusiones teóricas sino por las decisiones que se toman.

Es fácil para un rabino de una sinagoga en Chicago hablar de «moral judía», pero en Israel, la moral judía está determinada a veces por cómo se reprime una manifestación palestina en Cisjordania. Esta moral se pone a prueba cada día y a cada hora a través de un millar de actos diferentes. Es por eso que hoy en día es más fácil ser un judío en la diáspora, ya que las grandes cuestiones morales no son decididas en un ámbito israelí y bajo la moral judía.

Un judío religioso en Israel también debe medir hasta dónde llega su identidad de una manera que los religiosos diaspóricos están exentos. Un israelí religioso debe decidir junto con un judío laico si se debn utilizar los impuestos para la defensa o la salud pública. Dicho religioso podría ser capaz de mantener su posición basándose en las fuentes religiosas, y es incluso deseable que lo haga, pero tendrá que lidiar con las pruebas y el apoyo que otros traen de sus fuentes. Lo que se decidió en esencia se convierte en una nueva halajá.

En una conferencia que el escritor Jaim Najman Bialik dio en el moshav Nahalal, en 1932, dos años antes de su muerte, dijo algo muy parecido a lo que me referí sobre Ben Gurión.

«Es muy simple: El concepto de cultura de cada pueblo incluye todos los elementos de la vida, desde sembrar hasta vestirse. Todo es cultura. Hay quienes, para facilitar las cosas, separan la cultura espiritual de la cotidiana. Esa es una división un tanto artificial, porque si estamos hablando de cultura, ya hay una unión de materia y espíritu… Aquí, en la Tierra de Israel, el concepto de cultura asume pleno significado. Todo lo que se hace en la Tierra de Israel por judíos se vuelve cultura».

Por lo tanto, una clase impartida en un seminario rabínico o un aprendizaje en un instituto laico supone cultura hebrea, aunque estén debatiendo sobre cómo prevenir los accidentes de tránsito. Toda diferenciación entre ambas es artificial y peligrosa, debido a que el israelísmo provoca una total integración entre materia y espíritu, tal como lo señaló Bialik.

El proceso de convertir la identidad israelí en una unidad con la identidad judía es nuevo. Estamos en el comienzo de una lucha por dar un lugar a la identidad israelí en nuestras vidas. Volver a hablar de lo «judío» está retrasando y perjudicando la creación y profundización de la identidad israelí.

Creo que en los israelíes y judíos también habrá ciudadanos en las colonias espaciales que se construirán en unas pocas décadas. Tal vez incluso allí, los emisarios de Jabad les ayuden a mantener su identidad judía como lo hacen en todo el mundo. Pero a pesar de que esos judíos no estén en el planeta Tierra, igualmente rezarán «El año que viene en Jerusalén».

¿Pero cuando digan Jerusalén, se referirán a algo abstracto, como lo fue hace cientos de años o será una entidad viviente?

La respuesta no dependerá de nuestra identidad judía, sino de nuestra identidad israelí.

Fuente: Haaretz
Traducción: www.israelenlinea.com