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Shavuot - El pluralismo judío

Shavuot - Pluralismo judíoLa festividad de Shavuot que se festeja el 5 del mes de Siván en calendario hebreo, es una de las tres peregrinaciones bíblicas a Jerusalén que, con sus variadas denominaciones, forma parte central del mismo. En Israel esta celebración tiene un lugar importante y relevante, en cuanto que en los paises de la diáspora perdío prácticamente toda relevancia y únicamente los distintos grupos religiosos la festejan pero sólo a nivel de ritual y con contenidos de tinte religioso más que nada, muy lejanos a sus orígenes históricos.

La fiesta de Shavuot es una de las que más nombres distintos se le conocen en la Torá: Jag Shavuot (de las siete semanas), Jag HaKatzir (de la cosecha), Jag HaBikurim (de las primicias) y Jag Minjá Jadashá (del nuevo sacrificio), cada uno de ellos con un significado y un contenido distinto y especial.

La festividad se sustenta históricamente en un trasfondo agrícola y su esencia se basa en el conteo de los días (Sfirat HaOmer) que marcan el comienzo de las cosechas de las distintas especies (las siete semanas que van de Pesaj a Shavuot, justamente) y la aparición de los primeros frutos de la tierra.

Sorprendentemente en la literatura postbíblica, los glosistas (Tanaim de la época de la Mishná) no nombran a esta fiesta por ninguno de sus nombres originales y recién alrededor del siglo V de la era común, los Amoraim - sabios de la época del Talmud, le agregaron a la fecha agrícola el evento de Jag Matan Torá (fiesta de la entrega de la Torá) al pueblo judío, a los pies del Monte Sinaí, posterior al Éxodo de Egipto, que tuvo lugar dos meses antes, según esta misma cronología bíblica.

Durante los festejos de Shavuot, se acostumbra leer el Libro de Rut (cuento muy corto y didáctico de sólo cuatro capítulos), que aparece en la parte de Ktuvim (Hagíografos), tercera sección del Tanaj (Antiguo Testamento).

En síntesis, en éste se cuenta la historia de Naomí y Rut y de sus trágicas desventuras. Naomí, con su marido Elimelej y sus dos hijos dejan Beit Lejem (Belén de hoy) - territorio de Yehudá -, en época de hambruna y se instalan en tierras de los moabitas, un pueblo vecino.

Durante su estadía en Moab, muere Elimelej y dos  hijos de Naomí se casan con sendas muchachas locales: Rut y Orpá.

En el siguiente episodio, mueren los dos hijos (castigo divino según algunas versiones), quedando sólo las mujeres.

Ante esta situación, Naomí decide regresar a Beit Lejem. Las nueras quieren acompañarla, pero Naomí insiste para que se queden en su tierra y vuelvan a reconstruir sus vidas junto a la gente de su pueblo. Luego de mucho insistir, Orpá decide quedarse, pero Rut no se doblega y le dice a Naomí la famosa frase que quedará grabada en la conciencia del pueblo judío por generaciones:

«...porque donde quiera que vayas, iré, y donde quiera hayas de vivir, viviré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios mi Dios. Donde mueras, moriré, y allí seré sepultada». (Libro de Rut; 1; 16-17).

Ante semejante declaración de principios, a Naomí no le queda más alternativa que aceptar la compañía de su nuera y ambas enprenden el regreso a la natal Beit Lejem, solas y desamparadas.

Este pequeño párrafo es considerado como fundacional para la mentalidad judía, ya que evalúa lo dicho por Rut como un acto de aceptación e integración al pueblo judio de entonces y ser parte integral de su destino.

Algunos eruditos intentaron explicar posteriormente que Rut se «convirtío» al judaísmo formalmente después o que hizo algún tipo de rito o ceremonia antes de casarse con su nuevo marido hebreo - Boaz (pariente de Elimelej) -, que la toma por esposa para perpetuar el linaje del difunto, con el cual no tuvo descendencia. Pero dichas explicaciones pecan de simplistas y justificadoras, son poco convincentes y ninguna aparece en los escritos bíblicos, ni siquiera indirectamente.

La pregunta a hacerse aquí es: ¿Por qué estos sectores, llamémoslos hálajicos-ortodoxos, intentan dar explicaciones elucubradas a este acto de amor y entrega?

Hay dos respuestas. La primera es que según el texto bíblico, se considera a Rut como la bisabuela del Rey David; nada más ni nada menos. Y para un rey judío, que simboliza la unidad y homogeneidad del pueblo judío, tener una genealogía complicada es difícil de explicar y justificar. Por otro lado, el proceso de conversión halájico-ortodoxo al judaísmo exige un poco más que una declaracíon de Bona Fide como la que Rut propone, por lo que la aceptación llana y simple de este acto crea un problema filosófico-teológico a esta forma de entender e interpretar el judaísmo.

Algunos datos históricos respecto al Libro de Rut:

1. El autor del relato es desconocido, pero según varios investigadores, de acuerdo al idioma, el estilo y el vocabulario utilizados, infieren que el texto fue escrito en la época del regreso de los judíos a la Tierra de Israel del exilio babilónico, luego de la declaracion del rey persa Ciro a mediados del siglo VI a.e.c., que permitió dicho retorno y época en la cual Ezra (Esdras) el escriba, fue uno de los líderes de los destinos espirituales del pueblo hebreo.

2. A pesar de que se entiende que la historia de Rut estaría ubicada allá por el siglo XII, cuatro generaciones previas al nacimiento del Rey David, que nació alrededor del año 1040 a.e.c.

3. La decisión de leer el Libro de Rut en Shavuot la tomaron los Gueonim (sabios de la época) en Babilonia, allá por el siglo X e.c.

Y entonces... ¿por qué es que un texto tan sencillo (incluso de ribetes telenovelescos) es tan especial y central en la cultura hebrea? Porque si lo analizamos en profundidad, vemos que en realidad esta reflejando un enfrentamiento ideólogico-religioso entre distintos sectores de la sociedad judía de la época. Cualquier semejanza con la actualidad no es pura coincidencia.

Por un lado, hay una especie de líder tirano teocrático llamado Ezra, llegado de Babilonia, que crea leyes y normativas para separar y aislar a los judíos del resto de los pueblos (goim-gentiles), cuando en esos tiempos era muy común que hombres judíos se casarán con mujeres «extranjeras» (caananitas, moabitas, edomitas, etc).

Ezra, impone su autoridad sobre los habitantes del país y en una de sus nuevas reglamentaciones, ordena expulsar de la Tierra de Israel a todas las mujeres «extranjeras» y a sus hijos. Y a pesar de la protesta ante tamaña crueldad, finalmente los hombres de Yehudá se someten a la directiva y estos son expulsados de los territorios bajo autoridad judía. Pero, ¿Por qué hace esto Ezra? Porque en aquellas épocas, los judíos no contaban con soberanía nacional y se encontraban en una situación de minoría, y como entonces no existía lo que hoy conocemos como «conversión» al judaísmo, la única manera que tenían los lideres del pueblo de cuidar la homogeneidad y la continuidad étnicas, era expulsando de sus dominios a quienes no eran parte de la descendencia judía.

Pero por otro lado, y dado que no hubo resistencia política ni religiosa a dichos dictámenes, aparece entonces la protesta literaria implícita, como aquellas que conocemos en la era actual, y que se manifestó claramente en el Libro de Rut.

El autor anónimo nos cuenta la historia de esta noble mujer «extranjera», que sin intereses ni condiciones de por medio se integra al pueblo judío y es aceptada por éste en un acto de soberanía y altruismo. Y no soló eso, sino que Rut pertenece al pueblo moabita, con el que hay prohibiciones expresas en la Bíblia de mezclarse con él.

¿Comó explican entonces los sectores más ortodoxos el posterior casamiento de Boaz con la «extranjera» Rut y el futuro linaje davídico que surge de ellos? Pues  interpretando que la prohibición expresa aparecida en la Biblia, se refería a la unión con un moabita (hombre) y no con una moabita (mujer); otro flojo argumento para intentar aclarar una situación compleja a nivel hálajico como la presentada aquí.

Como vemos nuevamente, es interesante y útil volver a las fuentes judías para ver que las cosas no son blancas o negras, no hay una sola forma de verlas o una interpretación única y unificada, sino que el judaísmo desde sus mismos orígenes es variado, inclusivo y liberal, valores que por acción u omisión no son resaltados y que el judaísmo liberal y pluralista debería rescatar y resaltar en cada ocasión posible.