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Herencia y Redención

Según Walter Benjamin, la historia no es una mera suma de momentos, una línea uniforme y continua de causas y efectos, sino un entramado complejo y desigual con puntos luminosos y otros apenas visibles.

La tarea del historiador, dice Benjamin, no consiste en cantar las victorias de los vencedores sino en rescatar la memoria de los vencidos para que cada generación tome a su cargo la tarea de liberar a los oprimidos del pasado.

Así, la historia sólo puede avanzar si activa dos potencias necesarias: la rememoración y la redención. Esto requiere volver la mirada a lo pretérito pero no de un modo nostálgico, sino creativo; buscar en las ruinas de lo que nos precede las «astillas de tiempo mesiánico» que quedaron sin realizar, para relanzar esa fuerza hacia el futuro y construir un mundo de libertad y justicia.

En ese sentido, la rememoración estaría al servicio de la redención, o sea, de la acción y la responsabilidad. Esto nos convierte en herederos y nos plantea el problema de toda herencia: qué hacer con aquello que nos ha sido legado, cómo honrar lo que recibimos.

Año a año, el Seder de Pesaj nos da la respuesta: cada judío debe sentir como si él mismo hubiera salido de Egipto; es decir, no un mero espectador de aventuras ajenas o superadas, sino protagonista de una historia que se escribe cada día y que nos exige mantener viva la transmisión de sus motivos.

El final de la historia, en efecto, no ha llegado. La injusticia y la opresión siguen hiriendo a millones, pero el pasado nos provee herramientas para actualizar la lucha que a todos nos convoca.

La «débil fuerza mesiánica» que Benjamin encontraba en esos fragmentos del pasado late en cada noche de Pesaj, en el relato del éxodo, en la esperanza que las canciones expresan, en las cuatro copas, en la matzá que comemos.

Cada uno de esos símbolos nos recuerda que la redención es un camino que nunca termina, que la salida de la esclavitud es un punto de partida y no de llegada.

No por casualidad, cada vez dejamos la puerta abierta y llenamos una copa para el profeta Eliahu, anunciador de la redención: es que el futuro no cesa de no llegar, ya que su venida no es un hecho a producirse por sí solo sino una construcción ética.

Que este Pesaj actualice nuevamente en nosotros la íntima conexión entre tiempo, memoria y justicia, para honrar y continuar la tradición que heredamos.