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Parashat Hashavúa - Lej Lejá

El camino de los sueños

- Al comienzo de Parashat Lej Lejá, escuchamos el llamado de Dios a Abraham: «Y dijo Dios a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela y de tu casa paterna a la tierra que te señalaré. Y haré de tí un pueblo grande; y te bendeciré; y engrandeceré tu nombre; y serás bendito» (Bereshit 12; 1-2).

RaSHI es sensible a la multiplicidad de bendiciones que son mencionadas en dichos versículos. Está escrito: «Y haré de tí un pueblo grande»; «y te bendeciré»; «y engrandecré tu nombre». ¿No era acaso suficiente que la Torá diga «Y serás bendito?»

RaSHI responde a dicho interrogante de manera formidable:

¿Por qué son necesarias tres bendiciones para Abram? - pregunta.

Dado que los viajes suelen afectar tres aspectos claves en la vida de una persona: afectan su capacidad procreativa, disminuyen su riqueza y lastiman su nombre. Por ello fueron necesarias esas tres bendiciones; Dios le prometió hijos, riqueza y un buen nombre.

RaSHI sugiere que toda persona suele pagar un alto precio al momento de elegir un nuevo camino. Su familia, sus bienes y su buen nombre pueden verse afectados seriamente por la decisión.

No obstante sería erróneo concluir que es preferible quedarse quieto en lugar de transitar nuevos caminos y experimentar nuevas búsquedas. Los visionarios siempre asumen riesgos.

Podemos graficar esta idea mediante el siguiente ejemplo:

Cuando viajamos por una ruta, sabemos que la misma fue ideada por ingenieros y profesionales de múltiples áreas.

Sin embargo cabe preguntarse: ¿Quién eligió el trayecto de dicha ruta?

En la era moderna, los constructores de caminos se apoyan en altas tecnologías - como la fotografía satelital - a la hora de trazar senderos. No obstante, en ciertas ocasiones solemos circular por caminos cuya senda fue trazada hace cientos de años por algún intrépido viajante que buscó un paso en el desierto o entre las montañas.

Muchos fueron los que siguieron su senda, hasta que un día aquellas primeras huellas se transformaron en un camino de tierra. Los años hicieron que dicha senda de tierra, se viera cubierta un buen día por empedrado, hasta que al cabo de un tiempo aquel empedrado fue cubierto por asfalto.

Hoy en día, nuestro viaje se ha tornado sencillo. Sabemos bien cómo llegar a destino e incluso podemos saber cuánto demorará nuestro viaje. Pero el pionero que se hizo un camino por entre las montañas, asumió riesgos...

No sabía con qué habría de encontrase más allá del monte; no sabía si su buey o su burro tolerarían las inclemencias del camino; no sabía...

Ésto es exactamente lo que ocurrió con Abraham.

Hace tiempo, Thomas Edison realizó 2.000 intentos hasta llegar a inventar la lámpara eléctrica. Luego de haber materializado el invento, un joven periodista le preguntó qué había sentido con tantos fracasos. Edison respondió: «No fracasé ni una sóla vez; inventé la lámpara eléctrica. Lo mío sólo fue un proceso de 2.000 pasos».

Un viejo refrán dice que «todos los comienzos son difíciles» a lo que se debería agregar: «Y si no son difíciles, significa que aún no han comenzado».

Tendemos a creer que el camino de Abram rumbo a la tierra de Canaán comienza en Parashat Lej lejá. Sin embargo, si prestamos atención, veremos que en el final de Parashat Noaj, leída la semana pasada, se encuentra el punto en el cual Abram abandona Ur.

«Y tomó Teraj a Abram, su hijo, y a Lot, hijo de Harán, hijo de su hijo, y a Sarai su nuera, mujer de Abram, su hijo, y salió con ellos de Ur de los Casdeos para ir a la tierra de Canaán. Y llegaron hasta Jarán; y se establecieron allí. Y fueron los días de Teraj doscientos cinco años; y murió Teraj en Jarán» (Bereshit 11; 31-32).

La Torá nos cuenta algo sumamente interesante: también Teraj quiso llegar hasta la tierra de Canaán. Sin embargo, al llegar a Jarán, prefirió quedarse allí. Por lo visto, Teraj no tenía ningún desvelo por entrar en aquella tierra.

Abraham escuchó la voz de Dios y siguió adelante, aún cuando supo que asumía riesgos. Sin embargo, los visionarios siempre pagan un costo por sus decisiones.

Ser visionario no es algo propio de unos pocos elegidos, como Abraham. También nosotros, corremos en pos de sueños más humildes en nuestras vidas. También nuestras vidas contienen esos puntos de inflexión en los cuales debemos elegir si seguimos para adelante o nos quedamos quietos a fin de no asumir riesgo alguno.

Y en dicho punto, sólo nosotros habremos de decidir si seguiremos en pos de nuestro sueño - a pesar de los riesgos que ésto conlleva - o si proseguiremos nuestra vida dejando pasar de largo una nueva oportunidad.

¡Shabat Shalom!