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¿Y dónde está Moisés en la Hagadá?

La narración con la que se recuerda año a año la fiesta de Pesaj casi no menciona al líder que condujo a la liberación de los judíos de la esclavitud en Egipto. ¿Por qué será? He aquí algunas hipótesis.

Esta pregunta puede resultar un tanto extraña a todo aquél que en la noche del Séder de Pesaj lee la Hagadá o parte de ella pero no se detuvo a reflexionar y analizar su contenido y el por qué de la inclusión de ciertos textos en vez de otros.

Sin embargo, esta es la realidad: en la Hagadá se menciona a Moisés sólo una vez y de un modo casual: «Rabi Iosei de Galilea dice: ¿de dónde sacas que los egipcios sufrieron en Egipto diez plagas y en el mar cincuenta? (…) en Egipto dice… y en el mar dice (Shemot - Éxodo 14:31): Israel vio cuán grande se mostró el Eterno con los egipcios y el pueblo temió al Eterno y creyeron en Él y en Moisés Su siervo».

No obstante, la observación de este versículo, que en sí mismo refleja la actitud del libro de Shemot hacia Moisés, podría conducirnos a reflexionar sobre la razón de este cambio radical en la actitud de «las fuentes» a un personaje tan central en la historia de los albores nacionales de las tribus israelitas.

Citemos nuevamente estas palabras: «… y creyeron en Él y en Moisés Su siervo».

Moisés es un personaje encumbrado, muy por encima de los demás seres humanos y muy cercano a «Él». La narración en el libro de Shemot y en muchos de los libros del canon bíblico sobre la liberación de los hijos de Israel de la esclavitud y su salida de Egipto, presentan claramente la centralidad de Moisés en toda la trama de los hechos.

En realidad, esta ausencia de Moisés en la Hagadá es sólo uno de los grandes cambios que podemos reconocer entre las tradiciones de la festividad de Pesaj tal como está registrada en los libros compilados en el canon bíblico (siglos VIII-V a.e.c.) y las tradiciones que se fueron desarrollando posteriormente.

De acuerdo a estas fuentes literarias, la esencia de esta festividad era la de congregarse en el Gran Templo de Jerusalén o en los lugares de culto (una de las tres festividades de este tipo - regalim) el día 14 del mes primero (luego denominado Nisán y convertido en el séptimo del año hebreo). El festejo consistía en sacrificar un cordero y al anochecer comer su carne asada, acompañada de matzot y hierbas amargas, en recordación a que en la décima plaga en Egipto la muerte salteó las casas de los hijos de Israel y sus hijos primogénitos no fueron muertos (Shemot 12: 3-11).

Cambios de este tipo se registraron también en muchas otras tradiciones, que fueron modificadas por los dirigentes culturales y espirituales, para adecuarlas a las necesidades que surgían con el devenir de los acontecimientos en momentos específicos. Por ejemplo: el cambio en el culto religioso tras la destrucción de los dos Templos en Jerusalén, y colocar en el centro del mismo la congregación de las personas y el rezo, en vez de los sacrificios.

Hurgando en posibles explicaciones

Retornemos a nuestra pregunta inicial y a tratar de analizar qué fue lo que motivó a los redactores de la Hagadá de Pesaj y de la nueva versión de esta festividad para evitar la mención de uno de sus principales héroes: Moisés.

Una primera respuesta, que por ser evidente no deja de ser auténtica, reside en las frases de la Hagadá que dicen que: «Adonai nos sacó de Egipto no por medio de un ángel (…) y no por medio de un emisario. Fue él mismo Bendito sea su Nombre (…). Yo y no un emisario. Yo Adonai, Yo mismo y ningún otro».

Estas palabras suenan como un eco de una controversia en torno al rol que se podía atribuir a Moisés, en la epopeya de la salida de Egipto, como emisario humano. Y esto viene a enseñarnos que es sólo Dios quien maneja los hilos de los acontecimientos históricos, y no sus servidores los humanos, por más prominentes que sean.

Pero hay otras explicaciones que buscan respuestas en el contexto histórico y social.

La redacción de la Hagadá se puede ubicar desde las postrimerías de la época de los asmoneos o finales del Segundo Templo (fin del siglo I e.c.) hasta el fin de la época talmúdica y comienzo del período de los Gueonim (siglo VII e.c.). En total cerca de 700 años.

Para poder acercarse a una explicación razonable hay que saber que el análisis y la interpretación de los textos bíblicos y sus personajes en esta época por parte de los maestros y los rabinos se hacían esencialmente de acuerdo a la realidad del momento y para satisfacer las necesidades que imponían las circunstancias, y en menor medida para comprenderlos en sí mismos.

Durante el reino de la dinastía de los asmoneos, descendientes de Matitiahu, perteneciente a una de las familias de sacerdotes (cohanim), surgió una dura controversia ya que de acuerdo a los escritos bíblicos el reinado sobre Yehudá correspondía a la dinastía de David, y había una clara separación entre el poder político, el rey, y el poder religioso, el sumo sacerdote (cohén gadol).

Bajo el reinado de los asmoneos, ambos poderes se unificaron en una sola persona. Los que apoyaban esta opción veían su legitimación en Moisés, ya que él asumió el poder político y al comienzo también el religioso (ejecución de los sacrificios rituales - korbanot), y destacaban su pertenencia a la tribu de Leví (y no de Yehudá como David).

En la literatura rabínica clásica hay muchos textos que procuran oponerse a la legitimación de los asmoneos, alejando a Moisés de los roles de líder político y religioso. También los redactores de la Hagadá, apoyaron esta perspectiva. El resultado fue la virtual ausencia de Moisés en la Hagadá.
Una segunda razón debe buscarse en los escritos de intelectuales de las comunidades judías helénicas en Eretz Israel, en las colonias helénicas en la cuenca del Mediterráneo y especialmente en la importante comunidad de Alejandría en Egipto.

Entre el siglo II a.e.c. y hasta fines del I e.c. había una prolífica literatura antijudía en griego que acusaba a los judíos, entre otras cosas, de ser traidores al reino y especialmente a Moisés como traidor a su pueblo egipcio, al erigirse como líder de una multitud de leprosos, apátridas e incultos y destructor de sus templos.

Escritores judíos helénicos prominentes como el filósofo Filón de Alejandría y el historiador Flavio Josefo, entre otros, asumieron la lucha contra los detractores del judaísmo, y especialmente salieron en defensa de Moisés atribuyéndole cualidades extraordinarias: desde fundador de la cultura universal, de la filosofía y la tecnología, la organización política egipcia y la religión greco-egipcia, hasta la invención de la escritura, las matemáticas y el comercio. En algunos casos llegaron a verlo como un semidiós. Los judíos de Eretz Israel, que temían por sus relaciones con sus vecinos helénicos, sintieron que debían neutralizar estas tendencias por lo que decidieron no mencionar a Moisés en la Hagadá.

A estas dos explicaciones se pueden sumar otras dos, que provienen de las controversias entre los judíos y los primeros cristianos, y entre los primeros y los samaritanos. Los primeros cristianos, en sus esfuerzos por glorificar a Jesús como mesías y salvador lo presentaban como una nueva versión de Moisés. Para ellos Moisés había traído la Ley terrenal, y asimismo anunciaba Jesús que había traído la Ley celestial o el Nuevo Testamento. Al mismo tiempo, tejieron narraciones en torno al origen de Jesús, que recordaban las que se desarrollaron en la literatura israelita en torno al origen de Moisés.

En respuesta a estas controversias es que los rabinos decidieron que el rol de Moisés se limitaría al liderazgo de los israelitas desde Egipto hasta Canaán, y cancelaron toda posibilidad de atribuirle algún papel en la venida del mesías, que reservaron a la dinastía de David o de Iosef, y su anunciante sería el profeta Eliáhu. De este modo quisieron evitar a los cristianos toda posibilidad de reforzar su posición sobre la conexión entre Moisés y Jesús.

También la disputa con los samaritanos ocupaba a los dirigentes judíos de aquella época. Los samaritanos atribuían a Moisés poderes sobrenaturales, acercándolo a un carácter más angelical que humano, atribuyéndole el rol de mesías que en el futuro redimiría a su pueblo y a todo el mundo. Al no incluirlo en la Hagadá se aspiraba evitar esta interpretación.

¿En qué medida es todo esto relevante en nuestros días? Así como en la Hagadá de Pesaj se declara que cada judío, en toda generación, debe sentirse como si él mismo salió de Egipto y se liberó de la esclavitud, a mí parecer cada generación y cada visión del judaísmo debe narrar la epopeya tradicional de nuestra cultura nacional en el contexto en el cual vive y de un modo relevante a su existencia.

Es así como en los últimos cien años, y también en el presente, se redactaron múltiples versiones de la Hagadá, que se leen a veces junto con la tradicional y a veces combinándola con ella.

Tal vez llegó el momento en que integremos a Moisés en la Hagadá, como imagen de líder que asumió la responsabilidad, aun sin sentirse apto para ello, de conducir a su pueblo a la libertad y a un futuro mejor.

* El Dr. Efraim Zadoff es miembro de la dirección del Consejo de Rabinos Laicos Humanistas de Israel - MERJAV.