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«Es la recta final de Ariel Sharón»

Profesor Félix UmanskyEl Profesor Félix Umansky, neurocirujano que operó al entonces primer ministro israelí, Ariel Sharón, cuando llegó hace ocho años atrás al Centro Médico Hadassa con un masivo derrame cerebral, recuerda y analiza.

Umansky, Profesor Emérito de Neurocirugía, se desempeñó como jefe del Departamento de Neurocirugía en el Hospital Universitario Hadassa Ein Karem de Jerusalén entre 1991 y el 2010. Sigue siendo parte del equipo y continúa operando, aunque al haber cumplido 70 años, formalmente está retirado.

- Profesor Umansky, le he solicitado esta entrevista por su gran experiencia y porque usted operó a Ariel Sharón cuando era primer ministro y sucumbió ante aquel fatal derrame cerebral…
- En efecto, el pasado 4 de enero hizo exactamente 8 años del día en que Ariel Sharón llegó al hospital Hadassa con un enorme derrame cerebral y que lo operamos de urgencia.

- Una pregunta hacia atrás y teniendo ahora la perspectiva que nos dieron estos ocho años. Cuando en aquél momento usted vio lo que estaba pasando ¿podía imaginar que tantos años después del hecho Sharón seguiría vivo? ¿Uno puede prever una situación así, un coma de ocho años?
- La situación en que vino el primer ministro era muy crítica, muy aguda. Se sabía que se estaba muriendo en realidad de presión intracraneal. Si no hubiéramos hecho nada era cuestión de un par de horas y ya todo se iba a transformar en algo irreparable. Él vino con una pupila dilatada. En el momento en que dilatan las dos pupilas, hay una lesión irreparable del tronco encefálico y ya no se puede hacer nada; o sea que el dilema era salvarlo o no salvarlo. Pero en ese momento no había ningún tipo de controversia filosófica sobre qué iba a pasar, si el enfermo iba a llegar con vida, qué tipo de calidad de vida, si convenía o no convenía, etc, etc. Nuestra función como médicos y como cirujanos es salvar al enfermo y no filosofar en cuanto a qué podrá suceder. Es decir que estaba muy claro que había que operarlo de urgencia y es lo que hicimos. Ahora, si me pregunta después de ocho años si hubiésemos sabido lo que iba a suceder, es imposible saber. Lo que sí sabíamos es que iba a quedar con una lesión o déficit neurológico. Cuál era la intensidad de esa lesión neurológica y si podía recuperarse y volver a ser primer ministro, probablemente no, pero sí se podía recuperar para continuar siendo un miembro de la familia, padre, abuelo y seguir a un nivel cognitivo, neurológico más bajo del que tenía antes de su enfermedad pero con lo suficiente como para llevar una vida relativamente estable y que podía satisfacer a su familia. Por la magnitud de esa hemorragia, no se podía esperar que fuera a salir cien por ciento curado de ese proceso.

- Quería justamente plantearle lo que usted ya mencionó, el tema de los dilemas éticos, filosóficos que trajo a colación muy oportunamente. Claro que en aquel momento evidentemente lo urgente era salvarlo y es muy fácil juzgar o entrar en esas disquisiciones cuando ya pasaron ocho años. Pero seguramente en estos ocho años los médicos que lo atendieron habrán estado en muchos puntos en situaciones propias de dilemas éticos, preguntándose y ahora qué hacemos, si seguir intentando, cuando ya se sabía que estaba en estado vegetal… aunque no sé si desde el punto de vista médico es el término exacto.
- No era exactamente vegetal; era lo que se llama «estado de conciencia mínimo». Él abría los ojos, un poco seguía con la mirada, la familia decía que de vez en cuando apretaba la mano y la abría a pedido de la familia; o sea, no era un estado vegetativo completo, pero tampoco era un estado neurológico satisfactorio, por supuesto. Él no funcionaba como una persona normal ni mucho menos. No hablaba, no obedecía órdenes completas, no hacía movimientos voluntarios significativos, etc., pero nosotros nunca tuvimos aquí un tipo de problema filosófico o ético; además la familia siempre creyó que había una esperanza de que él iba a mejorar; se trata de una familia muy apegada que en ningún momento pensó en desconectarlo cuando estaba conectado al respirador artificial. La conducta de la familia era muy positiva. En ningún momento se planteó la posibilidad de dejar de tratarlo o desconectarlo de una respiración artificial.

- Si Sharón no fuera Sharón ¿se lo habría mantenido tanto tiempo?
- Justamente hace unos días se publicó un artículo en el diario «Haaretz» en el cual el Profesor Rekhes, presidente de la Comisión de Ética de la Asociación Médica de Israel, dijo que hay muchos casos de enfermos que quedan en estado de dependencia crónica, en estado vegetativo o semivegetativo, casos en los que la familia se opone a terminar con su existencia, por lo cual reciben sustentación, llegan a una etapa de tratamiento crónico, reciben alimentación, fluidos, cuando se infectan reciben antibióticos, pacientes que necesitan respiración… Y bueno… cada uno sobrevive de acuerdo a su estado de salud previa. Este hombre, Sharón, era muy sano, muy fuerte, y aún ahora, con todo lo que tiene de insuficiencia renal, inconscientemente su cuerpo todavía está luchando. Era una persona muy sana a pesar de su sobrepeso. Nosotros siempre en los exámenes de sangre decíamos que parecía una persona joven. Nunca tuvo enfermedades serias de fondo; así que todo es muy relativo. Una persona muy enferma, por supuesto, no aguantaría, y también hoy no olvidemos que él era una persona muy especial.

- Usted se refiere aquí ya a su trayectoria y su personalidad.
- Así es. Fue un primer ministro; fue y es todavía una personalidad; una persona muy apreciada en este país; luchó en todas las guerras del Estado de Israel, desde la Guerra de Liberación, la de los Seis Días, la de Yom Kipur, y el pueblo y la comunidad médica y política le devuelven de cierta manera por lo que él aportó al país durante su vida.

- Me acordaba estos días cuando usted me comentó una vez que miraba las manos de Sharón y pensaba en todo lo que hizo en su vida... y le parecía increíble verlo postrado…
- Lo recuerdo. No todos piensan eso. Yo sí lo pienso. Como toda persona, tiene amigos y enemigos. No todo el mundo está de acuerdo con su política, pero hay que tener en cuenta que él fue una persona muy de orientación derechista toda su vida... y llegar a una edad más madura y decidir que había que cambiar el rumbo de la política, hacer concesiones dolorosas, y aquí lo que él hizo con la Franja de Gaza, sacar a todas las familias judías de la Franja de Gaza, fue algo para lo cual se necesitaba mucho valor intelectual y mucha honestidad intelectual para llevarlo a cabo su edad, después de una carrera política completamente distinta. Eso el mundo lo apreció y si se tratara de un personaje que no hubiera en ningún momento luchado por la paz entonces uno diría: murió un dictador, un tipo de derecha que nunca quiso hacer la paz con el mundo árabe; nadie le hubiera dado bolilla. Pero él cambió. Eso tiene mucho valor. En mi punto de vista era el último mohicano, el último líder de este país desde la creación de nuestro Estado.

- ¿Esta percepción de su personalidad influyó en el vínculo especial que usted estableció con la familia?
R: Sí; realmente creo que sí. ¿Quién no conocía a Sharón antes de lo que pasó? Yo llegué a este país en vísperas de la Guerra de Yom Kipur, y él fue uno de los grandes personajes de esa guerra. Así lo empecé a conocer, a leer sobre él… Para mí era una persona que me generaba mucha admiración. Y esa sensación de impotencia, de no poder salvar a una persona así, es muy fuerte. Y pensé… si hubiera venido con una hemorragia más chica, sin lesión del tronco encefálico hubiera sido distinto. Pero no tuvo esa suerte y nosotros no tuvimos la suerte de salvarlo a él, salvarlo desde el punto de vista cognitivo y funcional.

- ¿Cómo fueron estos días para usted? ¿Cómo vio a la familia?
- Estuve ayer. Durante estos ocho años lo iba a visitar periódicamente en el hospital Tel Hashomer y nos hicimos muy amigos de la familia, mi familia y la suya. En cuanto a cómo están… no se puede decir que era algo que no se esperaba. En algún momento tenía que suceder.

- Los hijos de Sharón, Gilad y Omrí, ¿hablaban de eso?
- No, no. Hablar de esas cosas en realidad no ayuda para nada. ¿De qué íbamos a hablar? ¿Ibamos a decir ustedes saben que mañana él puede tener una neumonía y no salir de eso, le puede dar una infección urinaria y una sepsis y no salir de eso? Mientras él está estable ¿qué sentido tiene hablar de si va a ocurrir? Si va a ocurrir, va a ocurrir y cuando ocurra lo tendremos que afrontar.

- Y ahora, en esta vuelta más dramática, ¿le parece que los hijos entienden que es el fin?
- Sí; creo que sí, pero es difícil porque es una familia que ha hecho todo por tratar de ayudarlo; le compraron en Alemania una cama de terapia de oxígeno hiperbárico, oxígeno a presión, porque dijeron que una de las teorías es que este tipo de tratamiento con una presión más alta que la atmosférica puede mejorar las condiciones de los enfermos que han tenido stroke; pero no lo ayudó y después la donaron. Hicieron de todo, todo lo posible; leían y se interesaban por cualquier tipo de novedad que existiera en el mundo científico-médico que pudiera ayudarlo y no escatimaron ningún esfuerzo.

- ¿Pero hubo un momento, hace años, en el que usted dijo para sus adentros: «qué encomiable, como intentan… pero yo sé que está todo perdido»?
- Desde el punto de vista funcional sí, lo pensé. La familia era más optimista, yo era más racional.

- ¿Cómo explica médicamente este deterioro de los últimos meses?
- Los enfermos crónicos que están mucho tiempo en cama y ventilados artificialmente se complican por una infección en el catéter en la vejiga, el mismo tubo por donde respira se infecta; puede ser una infección urinaria, puede ser una infección pulmonar… entonces de ahí la infección puede pasar a la sangre con facilidad. En una persona de edad que lleva tantos años inconciente y tratado, el sistema inmunitario también disminuye, y además la edad, 85 años, ¿cuánto puede luchar? O sea, sus defensas ante un proceso de infección son mucho más bajas, se complica.

- En estos últimos días se habló todo el tiempo de insuficiencia renal; ¿eso fue realmente lo básico?
- Sí; creo que sí.

- Pero además van cayendo otros sistemas...
- Sí. Al problema renal ya no lo van a tratar con diálisis. Si él no va a empezar a pasar orina en forma espontánea en cantidades suficientes como para eliminar todos los productos tóxicos del organismo, entonces el nivel tóxico en todo el cuerpo aumentará; y eso va a afectar todo: el hígado, los pulmones, los riñones. Es un tema inmunitario.

- Se está diciendo desde el fin de semana que esto puede ser cuestión de días.
- No sé; este hombre muchas veces da sorpresas. Pero si él no va a pasar orina y no le van a hacer diálisis, lo cual aparentemente es lo que va a pasar, no va a poder aguantar mucho.

- ¿Es realmente la recta final?
- Aparentemente sí.

- Hoy mirando hacia atrás ¿hay algo que le parece que se tendría que haber hecho diferente? O quizás la otra parte de la misma pregunta: ¿Puede, como médico, entender a quienes dicen para qué tanto tiempo se lo mantuvo así?
- No; no pienso eso. Si le hubiera podido preguntar a él, si hubiera sido posible despertarlo por cinco minutos y decirle cómo él estaba y qué prefería, hubiera dicho: desconéctenme del todo, porque él era así. Pero hay que tener siempre en cuenta lo que piensa la familia; si ella se opone, nadie tiene el derecho de hacer eso, por lo menos en nuestro país. Es un país donde los factores humanos y religiosos tienen mucha importancia en las decisiones más pragmáticas. Realmente en otros países hubieran tomado decisiones muchísimo más frías porque está también el asunto de si una persona en ese estado sufre o no. Es que si la familia supiera que él estaba sufriendo, por supuesto se hubiera comportado de otra forma; hubier pensado en otra solución.

- ¿A usted le parece que sufrió?
- Eso no se puede saber. Si lo supiéramos, sería más fácil tomar una posición más drástica en cuanto a prolongar una vida que desde el punto de vista funcional estaba a muy bajo nivel.

Una visión personal

- Profesor Umansky, después de tantos años de carrera como neurocirujano al más alto nivel ¿cómo evalúa usted mismo su éxito en la carrera?
- Tuve mucha suerte porque primero, elegí una carrera que me gustaba que es la Medicina y después elegí Neurocirugía y fui progresando porque me fascinaba esa especialización. Tuve esa suerte enorme de hacer lo que quería. Levantarme cada mañana y venir con gusto al trabajo, que yo sé que no todos tienen esa suerte, poder ayudar a tanta gente, para mí es un privilegio. Desgraciadamente, a algunos no los pude ayudar pero siempre trato de ayudar; eso es un privilegio muy grande que tiene una persona que sí logra hacerlo.

- ¿Salvó más vidas de las que no pudo salvar?
- Por supuesto; eso seguro.

- Qué impresionante tener la sensación de trabajar en lo que uno ama y llegar a ese resultado, salvar vidas.
- Es una suerte. Claro que ahora extraño todo. Es porque desgraciadamente, uno se vuelve mayor; hay que dar lugar a los que vienen atrás, que son jóvenes, y es completamente razonable. No puedes seguir haciendo toda tu vida lo que estabas haciendo cuando tenías 30, 40 o 50 años.

- Ahora tiene 70…
- Así es. Me siento muy bien, pero hay que ser razonable. Voy al hospital, sigo enseñando a los residentes, a los estudiantes de Medicina, escribo y participo en congresos. También sigo operando, pero mucho menos que antes. Y ayudo en operaciones. Me mantengo en contacto con lo que pasa.

- Me pregunto si ocurre a veces que un cirujano se siente un poco Dios.
- No; no yo por lo menos. A lo mejor algunos sí. Aquí también hay políticos que sin ser cirujanos se creen Dios. La Medicina es una ciencia muy real, muy objetiva. Hay, como en todas las profesiones, quienes serán científicos más humildes o quienes ven la Medicina como un símbolo de status y la cirugía más todavía, pero es tan difícil la carrera, tantos años, un trabajo tan duro, noches sin dormir, operaciones tan largas, que no vale la pena hacer eso para alimentar el ego. Para alimentar el ego conviene mejor buscar otras cosas más sencillas. Se necesita mucho esfuerzo mental, físico y también emocional porque uno opera, va a su casa y sigue pensando qué va a pasar; y de repente me llaman por teléfono, por ejemplo, el enfermo estaba bien y de repente se está deteriorando, de repente sangró y hay que operarlo otra vez, o esto o lo otro. El trato con la familia, pobre familia, con enfermos en malas condiciones o que se van a morir. Los religiosos siempre me decían: está salvando vidas, y los respeto porque sé que lo dicen con un profundo sentimiento de seguridad, de creencia, pero es una carrera muy difícil como para seguirla solamente por el status o para que lo llamen a uno «Profesor» o que el ego… no; no vale la pena.

- Muchas gracias.
- A ti.

Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay