Cannot get Tel Aviv location id in module mod_sp_weather. Please also make sure that you have inserted city name.

«Los asentamientos no son el problema»

Shlomó Ben AmíEl Profesor Shlomó Ben Amí, ex canciller israelí afirma que un proceso de paz israelí-palestino debe ir más allá del problema de los asentamientos y más allá del derecho internacional.

Barack Obama, recién posesionado como presidente de EE.UU, recibió el Nobel de Paz en octubre de 2009, meses después de dar un histórico discurso en la Universidad de El Cairo, en el que prometió llevar la paz a Oriente Medio, acabar con la rivalidad entre EE.UU y el islam y buscar soluciones al conflicto israelí-palestino.

Cuatro años después, los hechos muestran una región más convulsa por la guerra en Siria, la tensión nuclear entre Irán e Israel y la «primavera árabe» que ha impulsado el auge de gobiernos islamistas y de un sentimiento antiestadounidense. Entre israelíes y palestinos sólo hay frágiles treguas y unas negociaciones estancadas hace dos años.

En su primera visita como jefe de Estado a Israel y a la Autoridad Palestina, Obama no llevó una iniciativa clara para relanzar las negociaciones entre ambos pueblos, pero dio un giro en su discurso con respecto a los caminos para hacer la paz. Antes, criticó la negativa israelí a detener su construcción de asentamientos en Cisjordania, que terminó por enterrar las esperanzas de paz en 2010, pues esa era la condición que exigían los palestinos para negociar. Ahora, el líder norteamericano llamó a dialogar sin condiciones previas.

Shlomó Ben Amí, ex ministro de Exteriores israelí, es uno de los referentes al hablar de resolución de conflictos en el mundo. Ha participado en varios intentos de paz entre Israel y la Autoridad Palestina y fue uno de los miembros de la comisión israelí que participó en la cumbre de Camp David (1999). En esta entrevista afirma que los asentamientos no son la clave para resolver el problema con los palestinos. La solución, según él, es buscar un común denominador más allá del derecho internacional.

- Profesor Ben Amí, Obama no exigió el fin del programa de construcción de asentamientos israelíes en Cisjordania, en cambio llamó a iniciar un diálogo de paz entre Israel y la Autoridad Palestina sin condiciones previas. ¿Cree que así logrará reiniciar las  negociaciones?
- En cierta medida, sí. La historia de este proceso ha demostrado que es posible arrancar, pero hasta el momento ha sido imposible concluir. Hoy también arrancar vuelve a ser posible, pero no creo que en estas condiciones políticas y dadas las diferencias fundamentales entre las partes - tal y como las hemos visto a lo largo de los años - vaya a ser posible terminar en simples tratativas directas. Sí se puede arrancar, crear un proceso de acercamiento. Incluso, en un caso optimista, se pueda llegar incluso a algún tipo de acuerdo interino, pero no definitivo.

- Aunque no exigió el fin de los asentamientos, Obama volvió a criticar esta política. Dijo que no es la apropiada para alcanzar la paz. ¿Cree que esta política es en efecto un obstáculo?
- Esa es una pregunta anticuada. Mi opinión siempre ha sido que los asentamientos no ayudan al proceso de paz, pero esa ya no es la cuestión. No olvidemos que los dos primer ministros que se acercaron más que ningún otro a un acuerdo definitivo con los palestinos, fueronn los dos que construyeron más asentamientos que cualquier otro: Ehud Barak y Ehud Olmert.

- ¿Es decir que los asentamientos no son un punto tan importante para las negociaciones?
- En su primer mandato, Obama se equivocó en poner el énfasis en la construcción de asentamientos. No es nada nuevo decir que va contra la ley internacional, eso no lo estamos discutiendo. Estamos discutiendo si el argumento es conducible a un proceso de paz, y no lo era. Esto está demostrado porque Obama fracasó en ese aspecto durante los primeros cuatro años de su mandato. Entiendo que insista en que el problema de los asentamientos ha sido central en el mensaje de Obama, pero discrepo. Se está perdiendo el punto importante para entender el objetivo de la visita de Obama. Esa visita fue más que nada una ofensiva de cariño y empatía hacía  los israelíes, como si quisiera borrar la equivocada imagen que existía en Israel sobre su persona y su actitud hacia la narrativa sionista, la narrativa del pueblo judío. Obama acabó entendiendo que vivimos en un Oriente Medio complejo y peligroso donde nadie da una segunda oportunidad al derrotado ni tiene misericordia por el débil. En estas condiciones, Obama comprendió la dificultad israelí a asumir riesgos en un entorno hostil, y vino a asegurarnos el apoyo inquebrantable de Estados Unidos en el caso de que estemos dispuestos a asumir riesgos para tratar de buscar la paz.

- ¿Cómo percibieron en Israel a Obama durante su primer mandato?
- Desde la perspectiva de los israelíes hasta ahora, lo fundamental era que Obama no es Clinton ni Bush; es otro perfil de presidente estadounidense. El pastor de Obama era un predicador de color negro, de Chicago, que daba sermones profundamente anti-judíos, que reflejaban lo que es la parte más radical de la iglesia negra en EE.UU; ese era el mentor de Obama en su juventud. El mentor de Obama en las cuestiones palestinas era un buen amigo mío, un gran erudito palestino que estudió conmigo en Oxford y fue profesor en la Universidad de Chicago que es de donde viene Obama, se llama Rashid Halidi. Eso ha creado una imagen en Israel de que este no es un presidente amigo. Obama, de alguna manera, nunca entendió por qué se referían a él así, ya que ningún presidente en la historia de EE.UU antes de él había sido tan comprometido con la seguridad de Israel. El ex ministro de Defensa israelí, Ehud Barak, que fue primer ministro cuando yo era ministro de Exteriores, me comentó que ningún presidente hasta hoy nos había entregado material de guerra avanzado y sistemas de seguridad sofisticados como Obama. A pesar de ello, existía esa imagen equívoca de su persona. De hecho, él vino a consolidar la alianza histórica entre Israel y EE.UU para, entre otras cosas, facilitar el arranque del proceso de paz y asegurar a Israel que su país jamás permitirá un Irán nuclear. Esa es también una forma de convencer a los israelíes de no precipitarse a atacar por su cuenta las instalaciones nucleares iraníes.

- ¿Qué tan influenciado está Obama por el lobby judío?
- En la historia de las relaciones internacionales no hay un caso parecido de un país pequeño en Oriente Medio que tenga con una superpotencia, miles de millas alejada, este tipo de relaciones. Pueden aparecer historiadores, politólogos que digan que todo depende del lobby judío. De hecho, dos profesores de Harvard, Walt y Mersheimer, así lo han definido en un libro muy controvertido titulado «THe Israel Lobby». ¿Pero por qué llegó a Israel un presidente en su segundo mandato, cuando ya no necesita ser reelegido y no necesita ningún lobby judío? ¿Por qué vino a darnos ese mensaje de alianza? Eso prueba la falacia del argumento de que esta relación tan especial entre Israel y EE.UU tiene que ver de forma directa con el lobby judío en Norteamérica. No digo que el lobby judío no existe. El de EE.UU es un sistema político basado en el concepto de lobby: hay lobby de armas, hay lobby judío, hubo un lobby griego muy importante en la guerra de Grecia contra Turquía. Hay una enmienda constitucional sobre la que está basado todo este concepto que habla sobre el derecho de la gente a pedir cosas al gobierno; eso es sagrado en EE.UU. Sería incorrecto decir que no hay influencia del lobby judío. Pero esta visita prueba algo mucho más profundo sobre la afinidad entre dos sociedades de inmigrantes. Una afinidad entre dos sociedades que se crearon a partir de personas expulsadas de otros países, que crearon de la nada algo grande, algo importante. La ética del pionero que viene a asentarse en una tierra lejana, árida; estos son los valores afines, y por sorprendente que pueda parecer a algunos, esta es en esencia una de las razones de la visita. El apoyo a Israel en EE.UU tiene una base popular muy profunda; no es sólo cuestión de políticos. En un muy reciente sondeo publicado en EE.UU, se dio el resultado que entorno a 70% de los norteamericanos apoyan la narrativa israelí. Eso no depende sólo de un lobby.

- ¿Cree que con esta visita Obama logró rehacer esa imagen que había de él en Israel?
- Sí. Ha conquistado la buena voluntad de la nación y, más aún, de su sistema político que era escéptico. No olvidemos que Netanyahu apoyó a Romney en las elecciones presidenciales de EE.UU. Obama no tenía ninguna razón para venir a transmitir ese mensaje tan cálido; lo hizó porque entendió perfectamente el dilema israeli y nuestra tendencia - herencia de la compleja historia del pueblo judío - de tomar decisiones sólo sobre la base de que siempre puede pasar lo peor.

- Hubo otras razones de la visita…
- Está el problema de Irán. Obama quiso asegurarse de que Israel no se precipite, y no vaya a crear demasiados problemas a EE.UU en su estrategia diplomática hacia Irán. Obama quiso asegurarse de que Netanyahu no sea impaciente. Un ataque israelí a las instalaciones nucleares de Irán podría crear una hecatombe regional y salpicar a todo el mundo. Además podría no ser lo suficientemente efectiva, si se compara con lo que podría hacer EE.UU, en caso de que lleguen a una contienda bélica.

- ¿Qué cambió en el discurso de Obama sobre los asentamientos?
- En su famoso discurso en El Cairo, Obama habló de los asentamientos como hablarían representantes de cualquier ONG de derechos humanos, que piensan que es un obstáculo, que hay que criticarlos y desmantelarlos. Pero el estadista tiene que entender cuál es la mejor manera de conseguirlo. Y la mejor manera de conseguirlo no fue - y el hecho es que no lo hemos conseguido - dar un discurso genérico en El Cairo. Él entendió que esta no es una historia de malos y buenos, entendió que hay un problema fundamental también en la parte palestina. Ahora no hay negociaciones, Netanyahu no es el gran hombre de paz, pero hubo dos primer ministros que propusieron a los palestinos la retirada prácticamente completa de los territorios, desmantelar centenares de asentamientos, volver a las fronteras de 1967 y dividir Jerusalén. todo eso se propuso, y la parte palestina  no aceptó, rechazó las propuestas. Obama en esta visita entendió que esto no es tan simple, no es una historia del ocupante y el ocupado, es una historia en la que ambas partes tienen que revisar sus posturas si quieren llegar a un acuerdo. Yo siempre digo que el máximo de lo que los israelíes ofrecen, nunca se encuentra con lo mínimo que los palestinos pretenden. Lo que vino a decir Obama es que el máximo israelí tiene que revisarse, pero también el mínimo palestino. Si quieren llegar a un acuerdo no pueden encasillarse en poner condiciones inasumibles. La comunidad internacional tiene la visión de que aquí todo va bien por la parte palestina y que son los israelíes los que tienen que hacer el trabajo. No es tan simple, ambas partes tienen que revisar sus posturas si quieren que se cuadre este círculo.

- ¿Por qué se han desperdiciado oportunidades para avanzar en el proceso?
- Una vez le pregunté Mahmúd Abbás por qué no aceptó las propuestas de Olmert, que eran parecidas a las de Barak. Me dijo que quedaban algunas diferencias y además era ya el último momento de Olmert, porque después lo echaron del poder. Yo le dije que el problema palestino es tan difícil de resolver, que para todo primer ministro israelí, cuando llegue a un acuerdo con los palestinos, ese será su último acto político. Eso ocurrió con Barak: propuso los parámetros de Clinton y perdió las elecciones. Creo que este tipo de acuerdos los aplaudirán las generaciones venideras, no las actuales; es una característica general de las naciones: todos quieren la paz, pero creen que no hay que pagar un precio para recibirla. Los palestinos creían que iban a quedarse con sus posturas y que después de Barak vendría otro primer ministro que les daría mejores propuestas. ¿Y quién llegó después de Barak? Ariel Sharón. Y después de Olmert, Netanyahu. La historia no suele esperar a los que fallan en asumir las oportunidades que se presentan. Muchos líderes suelen encasillarse en su burbuja pseudo-ideologica y así pierden el tren de la historia. Ahora ocurre otra cosa interesante. El problema palestino por muchísimos años ocupó a la comunidad internacional, y con razón, porque es una tragedia enorme que hay que resolver. Pero el mundo se mueve; hoy cada vez menos la gente sale a la calle por la cuestión palestina, porque hay otros problemas; hay una crisis económica enorme. EE.UU. ya descubrió la tecnología del gashell, en dos años no necesitará ni una gota de petróleo de Oriente Medio y será exportador de crudo. EE.UU quiere actualmente reducir su desproporcionado interés por Oriente Medio y moverse hacía el Pacífico donde se juega intereses verdaderamente vitales. Oriente Medio sólo le dio disgustos: 20 años de fracasos en su diplomacia de paz, tres guerras con un costo mayor al de la Segunda Guerra Mundial, y no poca sangre, más que nada de iraquíes y afganos. La realidad es que si algo mantiene de verdad a EE.UU en Oriente Medio es su alianza con Israel. ¿Quién va a mediar aquí para llegar a un acuerdo? Europa está en una crisis profunda, no sólo económica y financiera sino también de valores. Carece de una política exterior común. En el pasado Europa inspiraba y EE.UU intimidaba; hoy Europa ya no inspira y desde luego no intimida. Tendrá que corregir su casa para poder jugar un papel efectivo en los asuntos del mundo.

- Si hipotéticamente los palestinos acceden a dialogar sin la condición de que se detenga la construcción de asentamientos, ¿ese diálogo tiene más posibilidades de prosperar?
- Si se sientan a negociar, insisto, no llegarán a un acuerdo, pero podrían llegar cerca. Y si llegan cerca, es cuando EE.UU podría formar una alianza con otros elementos - como puede ser Europa o Rusia - para intervenir y acercar posturas, hacer propuestas puente. Nosotros con los palestinos siempre hemos sido capacez, cuando negociamos de buena fe, de convertir el océano que nos separa en un río. Pero no hemos sido capaces de cruzarlo. Y para ayudarnos a cruzarlo EE.UU y otros pueden proponer ideas para resolver los litigios que quedan. Eso es posible; de hecho es lo que hizo Clinton. Yo era el jefe de la delegación israelí en la Casa Blanca cuando nos dieron los parámetros de Clinton. Pero dos semanas después acabó su presidencia y Bush ya no estaba interesado. Por eso los parámetros, que podían ser el objetivo de un acuerdo definitivo, se fueron con Clinton.

- Aparte de los asentamientos, ¿cuáles son las cuestiones fundamentales que obstaculizan el proceso de paz?
- Está la cuestión de Jerusalén, la de los refugiados palestinos; es un proceso muy complejo. No es un sólo problema de territorios; es un intento de quebrar el código genético del conflicto árabe-israelí, ya que toca elementos intangibles que siempre son los más difíciles de resolver, como son la memoria, la ética del refugiado, el sueño del retorno, los valores religiosos en torno a Jerusalén, una ciudad tres veces santa. Netanyahu ha dicho que la reconciliación entre Al Fatah y Hamás también sería un obstáculo para el proceso de paz. No se equivoca del todo. Creo que naciones plenamente unidas difícilmente pueden llegar a la paz. Esto puede parecer una paradoja, pero creo que la guerra une y la paz divide. Por lo mismo que ya dijimos, porque la gente quiere paz pero piensa que ella es gratis, y se opone a pagar el precio. Por eso, movimientos nacionales en vísperas de llegar a la tierra prometida suelen dividirse, por ejemplo el Movimiento Sionista en 1948 llegó a la independencia profundamente dividido, incluso con casi una especie de guerra civil. El movimiento nacional iralndés en 1912 llegó dividido. El Risorgimento italiano llegó a la independencia profundamente dividido. La paz, en sí, crea divisiones. Pero cuando las trompetas del orgullo nacionalista contra el enemigo común suenan, la gente suele unirse. Por eso, es mucho más difícil liderar una nación en tiempos de paz que en tiempos de guerra. En tiempos de guerra un líder tiene detrás a una nación unida. En tiempos de lucha por la paz, tiene detrás una nación dividida. Por eso, creo que la división entre los palestinos puede ser una vía para llegar a un acuerdo de paz, al igual que la división entre los israelíes. No olvidemos que Itzjak Rabín acabó asesinado. La división es parte inherente del proceso de paz. La gente se divide cuando hay una propuesta de paz, pero cuando hay que defenderse del enemigo se une.

- Estamos acostumbrados a escuchar las críticas desde la perspectiva del derecho internacional. ¿Cuál es la perspectiva israelí?
- Sería mucho mejor no haber construido asentamientos, pero nunca han sido un obstáculo para acercarse a un acuerdo. Durante el gobierno de Rabín, Premio Nobel de la Paz, se instalaron 50.000 nuevos habitantes en asentamientos judíos en Cisjordania. Por eso, creo que las críticas son una retórica que está bien fundamentada, está bien luchar contra esa obsesión de crear asentamientos, pero empíricamente los asentamientos no fueron un obstáculo para quien quería resolver el conflicto. Hay obstáculos más fundamentales, porque al final desmantelar asentamientos es una cuestión técnica. Israel, en 1967, había conquistado la Península del Sinaí, que es tres veces más grandes que el Estado judío. Allí se construyeron bases aéreas, se levantaron estructuras inmensas de asentamientos, ciudades enteras. ¿Qué hicimos cuando se firmó el acuerdo de paz con Egipto? Todo voló por los aires. Lo voló Ariel Sharón. Los asentamientos no son útiles, no son buenos, van contra el derecho internacional, pero aquel que quiera llegar a un acuerdo de paz en una situación de conflicto profundo, debe saber que la paz se hace buscando un equilibrio entre las posturas de las partes. El derecho internacional puede ser una referencia, pero el acuerdo de paz no es la traducción del derecho internacional, el acuerdo es algo que se consigue buscando un denominador común entre las partes. Si el derecho internacional fuera el único referente, podríamos dejar a los jueces de la Haya que resuelvan los conflictos en el mundo. Pero no es así. Los conflictos los resuelven los políticos en un contexto de lo posible, dentro de parámetros socio-políticos complejos. Y estos frecuentemente no coinciden, ni pueden coincidir, con el derecho internacional.

- Decía que la causa palestina está perdiendo el interés de mucha gente en el mundo. Sin embargo, vimos que la Autoridad Palestina el año pasado fue reconocida como Estado observador no miembro de la ONU. Eso generó un impacto mundial…
- La ONU es una organización de bloques, más que nada en la Asamblea General que es donde se pueden dar este tipo de posturas. En Ginebra hay un Consejo de Derechos Humanos de la ONU. El vicepresidente de esa comisión es Siria. En su momento fue Libia. Arabia Saudita es uno de los miembros más importantes. ¿Qué se puede esperar de esos foros? Si estos señores son los paladines de los derechos humanos, es una bancarrota de la ONU. El premio Nobel de la paz de irlanda del Norte dio un discurso en Ginebra hace un par de semanas y dijo que es una locura la obsesión de esta comisión con respecto a Israel. El 90% de las resoluciones del Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra tratan de Israel. Si llega un extraterrestre pensaría que en China todo anda bien con los derechos humanos, lo mismo en Arabia Saudita donde acaban de ejecutar a siete personas - uno de ellos crucificado -, donde la mujer no tiene ningún derecho. Hasta ahora no hubo ninguna resolución sobre Siria donde el número de víctimas en dos años de represión brutales es el doble del número de muertos en 60 años del conflicto árabe-israelí. ¿Allá no hay violaciones de los derechos humanos? Yo he dedicado años a criticar las malas políticas de nuestros gobiernos, y en Israel la autocrítica es a veces mayor de la que viene de fuera. Pero esa obsesión por parte de ciertas agencias internacionales no ha movido el carro de la paz ni un milímetro. Lo que se requiere es diplomacia de paz visionaria, no condenas y resoluciones. Ese es el mensaje de EE.UU, intentar luchar contra esta obsesión que existe en ciertas agencias internacionales con la cuestión de Israel. La cosa llegó a tal punto que el fundador de Human Rights Watch tuvo que distanciarse hace unos años de la organización que creó por su desproporcionada obsesión con Israel.

- ¿Ese reconocimiento de la Autoridad Palestina como Estado observador no miembro de la ONU afectó en algo a Israel?
- No. La situación no ha cambiado en nada. Lo único que podría cambiarla es un acuerdo entre ambos. Eso sí; con una mediación fuerte y sincera de la comunidad internacional liderada por EE.UU, que es el único poder que tiene influencia real sobre las partes.