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«Rapidez, alma y corazón»

Dani BiránHace una semana arribó a Uruguay Dani Birán, jefe de Administración para América Latina (con rango de embajador) en el ministerio de Exteriores de Israel. El jueves pasado disertó ante el IMES (Instituto Militar de Estudios Superiores) y por la noche dio una conferencia ante los encargados de seguridad y emergencia en la colectividad, en una cita en Bait Jadash.

Dani Birán trabaja en la cancillería israelí desde 1993. Su función como jefe de Administración para América Latina incluye el control y supervisión de todos los temas administrativos, así como también el hacerse cargo de eventos especiales, incluyendo temas de emergencia en la región bajo su responsabilidad.

Sirvió en el pasado en Perú, Grecia, Washington y Nueva York. Participó en eventos  como la prestación de ayuda tras los terremotos de Grecia y Turquía, la instalación de un hospital de campaña durante la guerra en Kosovo, los primeros trabajos de rescate tras el atentado contra la Embajada de Israel en Buenos Aires en 1992 y los trabajos de cierre y evacuación de las familias israelíes de Venezuela luego de la ruptura de relaciones por parte del presidente Hugo Chávez.

Su misión más reciente, en términos de emergencia, fue la dirección en nombre de la cancillería israelí, de la ayuda logística a la delegación de las Fuerzas de Defensa de Israel en Haití tras el terremoto.

La entrevista con Dani Birán se llevó a cabo antes de su visita.

- Dani, usted está llegando a Uruguay en sus dos capacidades, tanto en el marco de la supervisión administrativa interna que hace el ministerio de Exteriores, al igual que sus pares en otros país del mundo, de sus diversos sistemas y representaciones, pero también como experto en la organización en momentos de emergencia… ¿Es esta la presentación exacta de su venida?
- Así es. El viaje a Uruguay tiene como propósito tanto la supervisión administrativa de rutina como brindar una conferencia ante las fuerzas especiales de emergencia de ese país. En esa alocución pasaré revista a la actividad de la cancillería israelí en situaciones de emergencia cambiantes, haré referencia al proceso con el cual se trabaja para tomar decisiones, a los problemas, las soluciones que elaboramos y la ayuda que prestamos en distintos lugares del mundo, haciendo hincapié, por supuesto, en aquellos sitios en los que yo participé personalmente en la organización de la ayuda.

- Me gustaría abordar más que nada el segundo tema, que es de interés general, no interno. Los sitios en los que usted ha estado personalmente ya los mencionamos en la introducción a esta entrevista. ¿Cuáles serían las lecciones que tiene para compartir con quienes le vayan a escuchar en Uruguay?
- Sobre todos esos lugares, Grecia, Turquía, Argentina, Haití... daré ejemplos concretos sobre la actividad especial desplegada por Israel, las soluciones que hallamos y las lecciones y enseñanzas que nos llevamos con nosotros de cada una de esas experiencias.

- ¿Es posible asegurar que la experiencia acumulada por Israel con el transcurso de los años ayudaría necesariamente a Uruguay, por ejemplo, en caso de necesidad? Casi de más está agregar que ojalá nunca exista esa necesidad…
- Sin duda alguna. Israel ha juntado mucha experiencia tanto dentro del país como en el exterior y eso, está claro, puede ayudar a otros países.

- ¿No es necesario hacer adaptaciones culturales o sociales de ningún tipo?
- Israel sabe adaptarse rápidamente a cualquier situación y creo que esa es la grandeza de nuestra actividad. Logramos adaptarnos a situaciones muy cambiantes.

- El ejemplo más reciente de lo que creo debemos llamar «el brazo más largo de Israel», la prestación de ayuda, fue - como ya hemos mencionado - el terremoto en Haití. Israel tuvo allí una presencia muy singular... ¿verdad?
- Sin duda. Haití es el ejemplo más reciente y yo diría destacado en especial. Para mi, fue la primera vez en la que llegué a un lugar en el que todo, pero todo, estaba destruido; un lugar en el que no había con quién hablar; un lugar en el que no había con quién coordinar qué se hace, cómo se hace; en el que había que preparar el terreno, pasar información logística a las fuerzas en Israel para que puedan organizarse. Y lo central era  las condiciones reinantes; saber cómo organizarse lo más rápido posible ya que lo más importante era la persona, cualquier persona, que estaba debajo de las ruinas o que andaba por las calles con heridas, sin ayuda de ningún tipo. Para toda esa gente, sentía que yo, como representante del Estado de Israel y de sus equipos de rescate y equipos médicos, era - o sea, éramos - la única esperanza.

- ¿Cómo explica este fenómeno? Un país pequeño, que lidia con no pocos problemas, reacciona siempre casi como un resorte cuando ocurre una catástrofe en cualquier rincón del mundo y ofrece ayuda. Y yo me pregunto: ¿por qué? ¿cómo?
- Porque en nuestro corazón, en nuestra alma, en el espíritu de nuestro país y de nuestros equipos de emergencia, que deben ayudar a un país que sufre una catástrofe de este tipo, hay un deseo: ayudar al prójimo, ayudar a las víctimas lo más rápido posible. Recordemos la enseñanza de nuestros sabios: «Quien salva un alma en este mundo, es como si hubiera salvado al mundo entero». Ese es nuestro enfoque, nuestra concepción de mundo.

- ¿Por qué es que la ayuda israelí casi de antemano se considera siempre, se percibe como muy exitosa? No se puede estar especializado en todo…
- Porque sabemos trabajar rápido y santificamos la vida. Aunque suene raro, en situaciones de emergencia no hay burocracia interna. Apenas se da luz verde para comenzar a actuar, el sistema funciona con mucha rapidez, en plena coordinación, sin que se hagan preguntas que están de más. ya que la misión central es llegar lo antes posible al receptor de nuestra ayuda, a ese ser humano que está bajo las ruinas y por el cual yo quiero estar allí, para sacarlo lo antes posible.
Claro que no somos especialistas en todo. Tenemos todavía mucho para aprender y lo hacemos casi todos los días. Seguimos aprendiendo y también lo hacemos de la experiencia de otros.

- Dani ¿cómo funciona todo esto en la realidad? ¿Qué es lo primero en lo que hay que pensar?
- Lo primero es llegar lo más rápido posible, con la mayor eficiencia posible, al terreno, para poder empezar a trabajar. Luego se va pensando en todos los detalles logísticos que harán más fácil el trabajo de los equipos de emergencia, el personal de rescate, las enfermeras y los médicos en la situación existente.

- Me imagino que es esencial coordinar con el país al que se llega. ¿Eso siempre es posible?
- Es muy importante coordinar con el país que nos recibe, ya que es el soberano en el terreno. Pero, por ejemplo, en el caso de Haití, era imposible, ya que el daño sufrido por el lugar era imponente, las instituciones de gobierno habían quedado destruidas y no había con quién coordinar, con excepción, en pequeña medida, de los norteamericanos, que nos dieron ayuda logística para descargar nuestros equipos, así como con la familia de Gilbert Bijo, un judío que se desempeña como Cónsul honorario de Israel en Haití. Fue en su cancha de fútbol particular que instalamos el hospital de campaña de Tzáhal (Fuerzas de Defensa de Israel), desde el cual trabajamos. De todos modos, con las autoridades locales no había buen contacto, pero no teníamos más remedio que tomar decisiones e implementarlas.
Finalmente, a pesar de hallarnos a 16 horas de vuelo de Puerto Príncipe, fuimos los primeros en instalar, tan sólo ocho horas después de aterrizar, un hospital de campaña ordenado y moderno con todo el equipo necesario para recibir a los heridos.

- ¿Cuál es el mayor desafío con el que hay que lidiar en un operativo de ayuda al exterior?
- La distancia de Israel y la necesidad de abastecer de todo lo necesario, incluyendo comida, a todos los equipos y a los enfermos o heridos que tuvieron que dormir en nuestro campamento porque no tenía ni casa adonde ir. Y claro que el desafío es no fallar; hacer las cosas bien.

- Aún recuerdo la entrevista que realicé a Dani Sabán, que creo es hoy el embajador de Israel en Costa Rica, cuando acababa de volver de Haití. Dicho sea de paso, hace muchos años fue secretario de la Embajada de Israel en Montevideo. Él había viajado a Haití también a participar en la organización de la ayuda israelí. Recuerdo una de las escenas que me describió, emocionado, de habitantes locales que llegaban al hospital israelí, se agolpaban a la entrada, lo rodeaban gritando rítmicamente «¡Israel, Israel, Israel!», expresando así su gratitud. ¿Uno alcanza a emocionarse en esos momentos o, en medio del trabajo, no se percata de esas cosas?
- Primero tengo que trabajar y luego puedo emocionarme. Pero es indudable que resulta emocionante ver niños pequeños sin sus padres, o ver padres sin sus hijos, que venían a nuestro campamento a pedir ayuda. Y les extendíamos una mano en todo lo que podíamos; les dábamos agua; los atendíamos; y quizás lo más importante era darles a entender que no deben sentir que perdieron esperanza en la vida. Creo que eso es algo enorme, que no olvidaré jamás. Yo tenía una costumbre, ya muy entrada la noche, de recorrer las carpas en las que había heridos internados; observaba y pensaba que tengo motivos para agradecer día a día  la bendición de tener un país como Israel.

- Además del deseo de ayudar, es necesario tener nivel, conocimientos, medios. ¿En qué es Israel especialmente bueno, en su opinión, cuando presta ayuda a otros?
- Israel es bueno porque es rápido, porque enviamos a nuestra mejor gente a esas misiones y porque actuamos con el corazón y poniendo el alma en ello.

- ¿Ha habido casos de ayuda en lugares con los que Israel no tiene relaciones diplomáticas?
- No puedo comentar ese punto. Sólo puedo decir que ayudamos en todos aquellos sitios donde quieren nuestra ayuda.

- Recordemos, para terminar, que aunque «ayuda» suene quizás a algo muy técnico, se va a veces a la otra punta del mundo para salvar vidas.
- Así es. Y quisiera, para resumir, recordar algunos puntos claves. Es importante tener presente que nosotros prestamos ayuda a gente que siente que su mundo se le ha desmoronado; gente que perdió todo en la vida, logrando infundirles esperanzas renovadas después de la catástrofe. Creo que eso es algo gigantesco. Y también quisiera recordar que en la cancillería, con mis colegas y amigos, brindamos la ayuda logística que es muy importante, poniendo el hombro en todo lo que podemos; pero que el trabajo verdadero, el más difícil, lo hacen nuestros soldados de los equipos de rescate y nuestros médicos y enfermeras que dan vida a quienes ya creían haberla perdido.

- Aclaraciones importantes, sin duda. Muchas gracias Dani.
- A usted.

Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay