Imprimir

«Irán nuclear es la única amenaza existencial de Israel»

Amós YadlinAmós Yadlin, hasta hace un año y medio general en las Fuerzas de Defensa de Israel, es considerado uno de los analistas más brillantes del país. Su último cargo de uniforme fue Jefe del Servicio de Inteligencia militar, un puesto que en Israel, sin duda, puede quitar el sueño. Hoy encabeza al prestigioso Instituto de Estudios de Seguridad Nacional con sede en Tel Aviv y cada palabra que saca de su boca públicamente es reproducida por los medios como opinión que debe ser escuchada.

Yadlin nació en el Kibutz Hatzerim. A los 18 años, en 1970, se alistó al servicio militar obligatorio, en el marco de la Fuerza Aérea. Y no sólo concretó su sueño de ser piloto de combate - «estrenando» sus destrezas en circunstancias singulares y peligrosas, al estallar la guerra de Yom Kipur en 1973 - sino que fue uno de los ocho oficiales en esa capacidad que participaron en el ataque al reactor nuclear de Irak en junio de 1981.

El «evaluador nacional», tal cual se le ha llamado por su cargo al frente de la Inteligencia, se dice consciente de los numerosos problemas con los que debe lidiar Israel, pero, aclara, no está en pánico.

En esta entrevista exclusiva, explica por qué Israel debe estar alerta, pero también por qué  cree que hay motivos para ser optimista.

También aclara que Irán, sí, quiere la bomba atómica y tiene los elementos para producirla, y que esa es  una amenaza existencial sobre Israel. Pero no se desespera, considerando que aún es posible frenar a Irán, y no necesariamente sólo por medios militares.

- General Yadlin, antes de comenzar esta entrevista usted sonrió y me dijo que ahora se siente muy bien, porque al no estar ya activo en el servicio militar está en otra etapa con otra responsabilidad. «Ya no mando a nadie a luchar», señaló. Ahora, al frente del Instituto de Investigaciones de Seguridad Nacional ¿siente que aporta de otra forma?
- Me siento excelente porque serví mucho tiempo. Le cuento que al terminar mi servicio, el comandante de Recursos Humanos me llamó y me dijo que le place comunicarme que yo fui el único general desde la fundación del Estado, que sirvió en Tzahal durante más de de 40 años. Le pedí que se cerciore al respecto porque me parecía que el General Israel Tal - el que desarrolló el tanque «Merkavá» - había estado más tiempo, pero me confirmó que no, que había permanecido como civil, no como general . En servicio regular, desde que fui reclutado en junio de 1970 hasta que terminé a fines del 2010, son más de 40 años.
Lo conté en la familia en una cena de Shabat, muy orgulloso, y uno de mis hijos me dijo medio en broma «¿de qué estás tan orgulloso? Te promovieron muy despacio». Pero bromas aparte, estoy muy satisfecho con lo que hice. Tuve la oportunidad de ser piloto de combate, participé en operativos que cambiaron en cierta medida la historia, fui jefe del Servicio de Inteligencia durante cinco años difíciles que incluyeron dos guerras, en Líbano y en Gaza, con programas nucleares en Oriente Medio con los que hay que lidiar. Trabajé con tres jefes de gobierno, tres ministros de Defensa, dos jefes del Estado Mayor…

- Y no debe ser fácil trabajar con todos...
- Usted lo ha dicho. Fue una época muy compleja que realmente quita el sueño a quienes tienen sobre sus hombros la responsabilidad por decisiones históricas decisivas, estratégicas. Así que me dije que al terminar mi servicio: me tomo un año sabático durante el cual no tengo que reportarme ante nadie ni tengo responsabilidad por nadie. Por lo tanto,  abrí el año con un paseo por Sudamérica. Es lo que hace casi todo soldado israelí que se libera del servicio militar ¿no es verdad?

- Usted lo hizo unos años más tarde.
- Así es. Me puse una mochila al hombro y viajé con mi esposa a Chile, Argentina, llegué a Ushuaia, Buenos Aires, Rio de Janeiro. Fueron unas vacaciones maravillosas. Seguí el mismo camino que habían hecho mis hijos años antes, cuando ellos terminaron su servicio militar. Luego estuve ocho meses como investigador invitado en un instituto en Washington, leyendo, escribiendo, responsable sólo por mi mismo. También intenté casi no hablar en público. Creo que quien finaliza un cargo en el que tuvo mucha responsabilidad y en cuyo marco se encontró en los lugares más cerrados y reducidos en los que se toman grandes decisiones, debe mantener un «enfriamiento» de por lo menos un año.

- Independientemente de las leyes que pueda promulgar la Knéset al respecto...
- Por supuesto. A mi criterio, es una ley ética. Nosotros, los jefes de los servicios profesionales, el Servicio de Inteligencia, el Mossad, no fuimos electos. No debemos informar al público. Fuimos designados. Y no debemos confundirnos por haber estado en esos lugares claves. Por eso creo que cuando terminamos nuestras funciones, antes de pasar a ser ciudadanos «comunes», es bueno enfriarse un poco. Eso da una buena perspectiva.

- Y al finalizar esas funciones tan poco comunes, no todos siguen el mismo camino...
- Es verdad. Una opción es disfrutar de la vida, ir a trabajar en el jardín, salir de pesca, dedicarse a la casa. No sentí que eso era para mi. Sentí que tenía muchas energías todavía. Otra opción es empezar a hacer negocios, ir al sector privado para ganar mucho dinero; pero yo sentí que si ya tengo mi casa, no es que el dinero me va a cambiar nada en cuanto a mi felicidad y a mi vida. Y la tercera opción es seguir sirviendo al país de otra forma. Eso puede ser a través de la política, en lo cual sí la ley formal me bloquea, a mi criterio de una forma excesiva, ya que está prohibido por tres años después de finalizado el servicio, lo cual de hecho se convierten en cuatro ya que comienzan a computarse al finalizar el año de vacaciones. Y otra forma es hacer lo que estoy haciendo hoy acá, en el Instituto de Estudios de la Seguridad Nacional. De hecho, es el mismo campo al que me dediqué antes, Inteligencia, Estrategia, Seguridad Nacional, pero desde un ángulo más académico, aunque no exactamente.

- ¿Cuál es la diferencia?
- Aquí, una investigación académica no es como en la universidad, donde lleva cinco años terminar el doctorado y cuando se publica quizás ya perdió relevancia. Este instituto está orientado hacia la política. Trabaja entre el mundo del periodismo, que a veces es superficial porque necesita la nota pronta para el noticiero de esta noche, el mundo de la academia, que a veces es demasiado lento y además se concentra en el pasado, e inclusive los marcos organizativos del Estado. Yo estuve allí y vi cuan ocupados están con las crisis del momento que a veces son sólo las urgentes, no siempre las importantes. Lo he visto de cerca y veo en qué medida, si se acciona bien, se puede hacer un trabajo importante en este sentido.

- Este Instituto es algo muy especial, una referencia impresionante para todos estos temas de política, estrategia, investigación de la región. De los principales expertos del país, gran parte está aquí. Creo que una de las particularidades es que no son sólo expertos a nivel académico, sino que muchos de ustedes vienen del terreno, del trabajo concreto en el Servicio de Inteligencia y marcos similares. Considero que aquí la pregunta clave es en qué medida el gobierno presta atención a vuestras evaluaciones y análisis.
- Es una pregunta excelente, cómo se mide la efectividad de un instituto de investigación como el nuestro, que es de los mejores del mundo, sinceramente, con una combinación singular de gente de la academia, gente del terreno, de acción, diplomáticos, ex generales. Claro está que en esto es más difícil evaluar las cosas  que en terreno de los negocios y las acciones en la Bolsa. Yo lo mido, por ejemplo, viendo la cantidad de veces que de las máximas esferas del país consultan con nosotros.

- Eso es muy importante. O sea que les piden opinión…
- Sí; nos piden encuentros; oyen de alguna idea que publicamos y nos piden que la presentemos. Este es un canal de influencia. El otro, aunque más indirecto, es a través del diálogo público con la sociedad israelí. Si algo que yo digo es titular de un diario clave, eso está a la mañana en la mesa de quienes toman decisiones; y la rapidez con la que me llaman a una cita para pedirme explicar alguna idea, indica algo.
Lo que intentamos presentar son ideas fuera de lo común, o más profundas, más profesionales; ideas que el sistema de gobierno no presenta. Claro que no significa que todas nuestras ideas sean aceptadas. Pero no tenemos duda de que nuestro trabajo influye sobre quienes toman decisiones. Tenemos indicaciones claras al respecto, aunque es difícil medirla en forma exacta.

- Creo que es algo positivo al menos saber, a través de lo que usted me dice, que lo que llamaríamos el «sistema de gobierno», las altas esferas, están abiertas a escuchar opiniones; que no están encerrados en una concepción, lo cual ya trajo problemas a Israel. ¿Les consultan también del exterior?
- Escribí recientemente un artículo en The New York Times y no tengo ninguna duda de que fue leído por gente clave en la administración norteamericana. Recibí comentarios de lugares muy altos del otro lado del océano. Así que influye. Creo que lo que les resulta interesante es que las ideas y opiniones que podemos presentar son muy profesionales, pero no oficiales; no son formales en nombre de nadie oficial.

- Usted me dijo antes de que empecemos a grabar, que ahora puede dormir tranquilo. Pero aunque no esté en un cargo oficial con responsabilidad por otros en el sentido de riesgo de muerte, quizás justamente por hacer lo que hace, tiene clarísimo cuántos son los desafíos  con los que lidia Israel, algo quizás sin igual en el mundo ¿Está usted preocupado?
- Claro que estoy preocupado; pero no estoy en pánico. En muchos lados los judíos hemos estado preocupados, pero hoy creo que el Estado de Israel es muy fuerte y seguirá siéndolo, logrando lidiar con los numerosos desafíos que se le presentan. Claro que son varios y son un hecho. Cada uno es un desafío.

- ¿Cómo enumerarlos?
- Claro está que el intento de Irán de convertirse en una potencia nuclear, de tener una bomba atómica, es el primero; la amenaza número uno. Creo que es la única amenaza existencial sobre Israel, si es que este régimen extremista consigue esas armas. Hoy tiene lo necesario para producirlas, si lo decide.
Lo que está sucediendo en el mundo árabe, equivocadamente llamado «primavera árabe», también es un desafío. Yo prefiero llamarlo «levantamiento» o «intifada» árabe. Es un cambio dramático en Oriente Medio que puede influir para mal sobre Israel, aunque personalmente creo que también tiene una gran potencial positivo para Israel. Pueden haber cambios dramáticos en Jordania, Egipto, Siria. Con los dos primeros tenemos acuerdos de paz. Con Siria, la frontera está tranquila hace ya más de 30 años; pero pueden haber muchos cambios.

- ¿Qué pasa con los palestinos? Es un tema clave para Israel...
- Justamente es el tercer punto que iba a mencionar. El tema bajó un poco del orden del día porque ellos rehusaron volver a negociar, y ahora hay cierta congelación, pero  volverá al estrado central. Está también lo de las relaciones con Estados Unidos, un aliado fuerte y clave de Israel. Hay que cerciorarse de que la alianza se mantenga firme y fuerte, basada en intereses y valores comunes y en confianza entre los líderes. Es de gran importancia. Y el último tema, cuando de desafíos se habla, es en el plano interno, recordando que hace casi un año hubo protestas sociales con exigencia de justicia social y fueron presentadas reivindicaciones económicas.

- La fortaleza de un país pasa también por lo socio económico ¿verdad?
- Por supuesto. Pero esto, tomando en cuenta todas las amenazas que he mencionado, hay que analizarlo viendo en qué medida sería sabio realmente tocar el presupuesto de seguridad.

- A pesar de todo esto, usted se muestra bastante tranquilo.
- No sé si esa es la palabra, pero le diré que no acepto la tendencia a hacer que el público entre en pánico.

- ¿Porque no tiene fundamento o porque considera que sería un error hacerlo?
- Porque creo que no hay justificación para ello. Hay desafíos, pero no para entrar en pánico. Somos fuertes. Israel se ha sobrepuesto a desafíos sumamente grandes; por ejemplo al fundarse el Estado en 1948 y también en 1973, en la guerra de Yom Kipur. También ahora hallará las soluciones necesarias a los problemas que con razón le preocupan actualmente. Al mismo tiempo, no podemos estar eufóricos. Cuando lo estuvimos, entre 1967 y 1973, eso nos costó caro. Hay que saber mirar a la realidad directo a los ojos y buscar soluciones claras.

- Y usted está aquí para proponer ideas, justamente… ¿Hay que hallar soluciones originales?
- Creo que las soluciones ya no pueden ser relámpago, rápidas. Ya no hay soluciones como el ataque del 1981.

- Se refiere al ataque israelí al reactor atómico irakí en Bagdad...
- Por supuesto. Así ya no funciona. Pero esto no significa que no haya soluciones. Son más complejas, más elaboradas, hay que dedicarles más; pero hay.

- Con todo esto de fondo ¿por qué dice que es optimista?
- Ante todo, porque considero que tenemos razón. Soy optimista porque somos fuertes, capaces y podemos hallar soluciones. Soy optimista porque durante mis cinco años como jefe del Servicio de Inteligencia trabajé con jóvenes, les tuve que plantear desafíos con los que no pensaba que se podría lidiar y si bien a veces les llevó tres meses y otras tres años, las soluciones que propusieron fueron impresionantes. Son jóvenes sobresalientes, de la edad de mis hijos, que quizás no saben hablar mucho de valores, pero saben concretarlos y vivir de acuerdo a ellos. Son jóvenes innovadores, creativos, que saben trabajar en equipo; les importa del país, les importa a uno del otro. Y todo eso me hace optimista.

- Está la interesante descripción que usted hace y por otro lado están los múltiples informes sobre la cantidad cada vez mayor de jóvenes que tratan de esquivar el servicio militar.
- Le voy a contar algo. En 1948, cuando se creó el Estado, Israel tuvo 6.000 muertos. En ese momento, eso era el 1% de la población. Es como si hoy perdiéramos 70 mil ciudadanos en una guerra. Pero no todos iban al ejército. En los cafés de Tel Aviv había muchos jóvenes que esquivaban el servicio. Pero nadie escribía de eso y el tema no vendía diarios. Hoy se vende con cosas negativas. ¿Ha visto alguno que escriba cosas buenas y no se cierra? También a mi generación la llamaban «la generación del espresso» y «la generación de los barrotes»...

- Estimo que por el café que supuestamente se pasaban tomando y por los barrotes junto a los cines en los que se apoyaban los que no tenían nada que hacer...
- Exactamente. Y hoy se nos mira con nostalgia. Claro que no digo que todos los jóvenes son como esos que yo describí. Pero no pocos son así. Por eso soy optimista. ¿Que no tenemos problemas? Claro que tenemos. A las escuelas entran hoy casi un 50% de alumnos que no son sionistas, o sea «jaredim» (judíos ultraortodoxos) o árabes. ¿Acaso es inevitable  que esta siga siendo la situación? Yo creo que no.

- ¿Por dónde cree que debería venir el cambio?
- Creo que los «jaredim» no tienen más remedio que cambiar. Creo que a los ciudadanos árabes, al fin de cuentas, les importa del país. El hecho es que si se propone hacer un intercambio de tierras, que las zonas de Israel densamente pobladas por ciudadanos árabes pasen a territorio de la Autoridad Palestina, a cambio de que los asentamientos queden del lado israelí, ellos se oponen; no quieren. Y tienen razón. Y es bueno que se opongan. Por lo tanto, no me queda otra que ser optimista.
Parte de mi familia fue asesinada en la Shoó, el Holocausto en la Segunda Guerra Mundial. Otra parte fue asesinada por Stalin. En aquel entonces no tenían quién los defienda. Y hoy tenemos a Tzahal, las Fuerzas de Defensa de Israel, fuerte y seguro. Y yo confío en él.

- Hace unos días el canciller Liberman dijo que Israel lidia por un lado con el terrorismo en Toulouse y por otro con el terrorismo diplomático, según sus palabras, en referencia a la resolución del Consejo de Derechos Humanos de la ONU de crear una comisión investigadora de los asentamientos. ¿Usted se siente sitiado en medio de esos dos frentes?
- Yo no me siento sitiado. El terrorismo es duro, asesino, pero no es una amenaza existencial para Israel. Ya hemos lidiado con el terrorismo y lo hemos frenado. Claro que prefiero eso y no una bomba nuclear. Y también prefiero lidiar con palabras, donde no hay sangre, nadie muere, no hay huérfanos, viudas ni heridos. Es una guerra de juristas, profesores de ética, historiadores; es un gran desafío, pero no existencial.

Irán: Amenaza existencial contra Israel
   
- Pues hablemos un poco de lo que usted sí ve como amenaza existencial: un Irán nuclear. Recientemente fueron aprobadas sanciones duras, especialmente el freno de flujo de capitales a través de Swift. Eso equivale a una fuerte presión sobre Irán, pero también sobre Israel, porque ahora tiene que dar tiempo a que esas sanciones funcionen y no puede, si es que está pensando hacerlo, atacar las instalaciones nucleares de Irán.
El Presidente Obama dice que todas las opciones están sobre la mesa. Para usted, como israelí, ¿cuáles son las opciones?
- Hay seis opciones. Cinco de ellas tienen como objetivo impedir que Irán se convierta en una potencia nuclear. La última es que se viva con un Irán nuclear. En primer lugar está la opción de lograr un acuerdo con Irán, de negociar, algo que en el pasado fracasó. También está la opción de aplicar duras sanciones. Este año, por primera vez, países preocupados por la eventualidad de que Irán sea una potencia nuclear, con Estados Unidos y Europa a la cabeza, adoptan sanciones que pasan por sobre el Consejo de Seguridad y por ende son mucho más incisivas. También está la estrategia de acciones secretas destinadas a demorar la implementación del programa nuclear, no reivindicadas por nadie. Claro que está también la opción de un ataque militar. Y otra posibilidad es tratar de cambiar al régimen.
Recordemos que el problema acá no es sólo que tengan la bomba, sino la identidad del régimen. Si India tiene , no nos preocupa. Pero este régimen es otra cosa.

- ¿Cómo se vive con la sexta opción, con un Irán nuclear?
- Es contener y disuadir, algo parecido a lo que hizo Estados Unidos con la Unión Soviética.

- Pero no es lo mismo...
- Para nada. El problema es que en efecto, no son casos parecidos. La Unión Soviética nunca proclamó que quería destruir a Estados Unidos. Había relaciones diplomáticas entre ambos países. Había una línea roja entre los líderes. No digo que Irán lanzaría la bomba atómica a Tel Aviv si la llega a tener, pero la posibilidad que se llegue a situaciones incontrolables como resultado de errores y cálculos equivocados y que haya una escalada en la que no funcionen mecanismos capaces de bajarla - sin línea roja, sin capacidad de diálogo entre los líderes, sin embajadas - es un serio problema.
Existe por cierto el peligro de que terroristas lleguen a la bomba. Y no hay aún quien logra disuadir terroristas, a menos que tomen control de un Estado, como en Líbano o en Gaza; ahí sí que hay capacidad de disuasión. Vivir en un mundo con un Irán nuclear sería un ambiente mucho menos agradable.

- A la sombra de la bomba atómica...
- A la sombra de la bomba atómica; así es. El problema es  lo que ellos serían capaces de hacer y lo que podrían lograr que otros no hagan. Si no se los puede frenar cuando no tienen la bomba atómica ¿cómo se los va a frenar si la tienen?

- ¿Pero usted descarta que sean capaces de apretar el botón? ¿Cómo evalúa su criterio, su racionalidad?
- El tema es que aunque considere que existe un 95% de probabilidades que no aprieten el botón, el 5% restante constituye un peligro enorme. En mi calidad de Jefe de Inteligencia, dije que creo en un 95% que Irán no apretaría el botón. Y uno de mis superiores, de las personas a las que yo debía reportar, me dijo que un 5% de chance de que se lance una bomba atómica sobre Israel, es más de lo que puede aceptar.

- El liderazgo tiene una gran responsabilidad. Y la pregunta es ¿qué es más irresponsable: salir a una «aventura” militar contra sus instalaciones nucleares a pesar del alto precio que se estima que eso cobrará  o no hacerlo y correr el riesgo de que se llegue al momento en que ya sea demasiado tarde actuar?
- Es una muy buena pregunta, que muestra claramente cuáles son los dilemas. Cuando la gente dice que si Israel hace algo y lleva así a una reacción de Irán, eso es muestra de irresponsabilidad; lo comparan con hoy, un día tranquilo de sol radiante y todo floreciente. Pero es un error, ya que la comparación tiene que ser con otra situación, con una situación en la que Irán es una potencia nuclear. Por lo tanto, los liderazgos - no sólo en Israel sino también en Europa y Estados Unidos - están ante un dilema sumamente difícil, que yo resumo en la ecuación: la bomba o el bombardeo.
Hay que hacer todo el esfuerzo necesario entre no llegar al punto en el que lo que cuenta es esta opción dual de o bomba o ataque. Hay que hacer todo el esfuerzo posible para no estar en ese punto. Si hay forma de llegar a una situación en el que las opciones no sean sólo Irán con bomba nuclear o atacar a Irán, o sea lograr un acuerdo negociado con Irán o imponer sanciones que conduzcan a ello, es indudable que eso es mucho mejor.

- ¿Y se ha llegado a ese punto?
- Esto es lo que los líderes deben preguntarse; y no los envidio con la responsabilidad que tienen sobre sus hombros. Deben preguntarse si llegaron al punto en el que las únicas dos opciones son Irán con bomba nuclear o un ataque militar, o si hay todavía tiempo para ver si las otras estrategias funcionan. Pero tengo claro que un Irán nuclear es más peligroso que un ataque militar. Y hoy Irán tiene lo necesario para fabricar la bomba si toma la decisión de hacerlo.

- Usted ya dijo antes que esto es otra cosa; que esto no es como el ataque al reactor irakí. Y antes de entrar en lo personal, en el hecho que usted estuvo allí, quisiera preguntar por qué no es lo mismo... ¿Sólo porque ahí era un reactor al aire libre y acá hay instalaciones bajo tierra y dispersas por todo Irán, o hay algo más?
- Todos aprendieron las lecciones del 81. También Irán. Pero ellos estudiaron no sólo el 81 en Irak sino también otros casos relevantes. Irak fue tomado por sorpresa. Irán no lo será.
Claro que también quien está frente a Irán aprendió las lecciones, sea Estados Unidos o Europa. Y tienen hoy capacidades de actuar contra Irán distintas de lo que había en el 81. Y aquí paro.

- No quiere dar más detalles…
- Mejor no.

- ¿Qué es lo que podría conseguir un ataque militar? ¿Sólo ganar uno o dos años de tiempo? ¿Israel lo puede hacer solo?
- Se puede lograr sólo postergación, no una cancelación total del programa nuclear. Es que teóricamente, cualquier país que empiece hoy de cero - Argentina,  Brasil, Turquía, Suecia, Italia - si deciden conseguir la bomba, en cuatro o cinco años, la tienen. Un país decidido, con medios y recursos  puede alcanzar ese logro en ese lapso. La pregunta, claro, es qué pasa en esos años. Si tras ser atacado, el país en cuestión piensa en otra dirección y prefiere ya no buscar la bomba. Si a raíz del ataque cae el régimen, hay varias situaciones que pueden darse; y esos cuatro o cinco años no son poco tiempo en este sentido.

- ¿Israel? ¿Puede hacerlo solo?
- No es un debate para plantear en la prensa; pero si tengo que resumir en dos palabras, diría que es posible.

- ¿Está usted en una situación en la que diría si recomienda o no atacar las instalaciones nucleares de Irán?
- Si tengo que elegir entre la bomba y hacer algo para frenarla, opto por frenarla. Pero ante la pregunta si acaso esas son las dos únicas opciones, creo que todavía no se llegó a ese punto.

Ya estuvo aquí...   

- Y tras todos estos análisis, un poco de memoria. ¿Se acuerda de cada detalle de aquel día de junio de 1981 cuando voló a Irak a participar en el equipo de ocho pilotos de combate israelíes que fueron a destruir el reactor atómico de Bagdad?
- Recuerdo todo. Era una misión sumamente especial que un piloto sabe que recibe una vez en la vida. Ante todo, uno se concentra en la parte profesional: volar como se debe, llegar a la meta, identificarla, atacarla, huir del fuego anti-aéreo, de los misiles, de los aviones que intentarían derribarnos, administrar el combustible de modo que tengamos suficiente para volver a casa. Lo que le ayuda mucho a uno correr a un costado los temores es el gran desafío profesional.

- Pero los temores están allí...
- Mi hija tenía en ese momento cuatro meses. Cuando dejé mi casa en camino a la escuadrilla, no sabía si volvería a verla. Yo tenía en ese momento 29 años. No es una situación sencilla. Y no era un tipo de operativo en el que uno sale al campo de batalla sin tiempo para pensar. Aquí sí hubo tiempo para pensar. Pero desde el día en que uno comienza el servicio en la Fuerza Aérea, sabe que puede ser peligroso. Y aquí la misión no tenía precedentes. Nunca habíamos volado a una distancia así. Ibamos a atacar el reactor nuclear de un país que por hallarse en guerra - con Irán en aquel momento - estaba en alerta. Además, Irán había atacado el reactor unos meses antes, lo cual hizo que Irak tome conciencia de que ese es un blanco potencial y que traiga más defensa anti-aérea. Todo indicaba que la misión sería muy compleja y peligrosa. El combustible podía terminarse en el camino y uno tendría que ocultarse en territorio enemigo, donde por las condiciones topográficas, no habría mucho lugar para encontrar escondite. Era un operativo en el cual la probabilidad de no volver no era descartable.
Pero en todo eso se piensa la noche antes. Apenas uno subió a la cabina del piloto, ya está, se concentra en el aspecto profesional y no en todo el resto. Fue una misión sumamente especial. Volamos bajo, sobrevolamos zonas hermosas de Jordania, zonas de Arabia Saudita, lugares donde yo no había estado jamás, uno llega, ve de lejos el Tigris y el Eufrates que conocía sólo de los poemas de Bialik, identifica luego la meta buscada, ataca en forma exacta y hasta logra volver - los ocho logramos volver sanos y salvos -; es una sensación maravillosa.

- Y cuando usted estaba allí arriba, en esa o en otras misiones militares ¿tiene tiempo para pensar si las cosas pueden llegar a ser diferentes; si puede haber aquí paz como para que todo eso no sea necesario?
- Creo que se puede al final llegar a la paz. Soy optimista. Somos fuertes. Nuestros enemigos nunca serán sionistas. Pero creo que si en algún momento comprenden cuánto ellos también pierden de la guerra, finalmente captarán cuán necesario es llegar a un término medio. Yo soy de una generación que creció teniendo a Egipto como enemigo. Cuando el entonces presidente Sadat llegó a Israel, el jefe del Estado Mayor y el jefe de la Inteligencia dijeron que era un truco. La posibilidad de una paz con Egipto parecía propia del sueño de gente ilusa un tanto demente. Pero al final, creo que ese sueño se cumplió. Si bien se dio distinto de lo esperado, el hecho que ambos pueblos no derramaron sangre uno del otro tantos años, pudiendo concentrarse en otras cosas, eso ya es algo muy grande de lo que no se puede hacer caso omiso. Y veamos que incluso aquellos elementos que hoy en Egipto llaman a cortar relaciones con Israel, no llaman a  volver a la guerra contra Israel, porque comprenden que eso va contra los intereses de Egipto.
Sea como sea, considero que inclusive si no se logra llegar a un término medio histórico, si se comprende que la guerra no trae nada bueno, aunque sea logrando a un acuerdo interino que no soluciona todo pero que arregla las cosas a largo plazo, es  bueno. Yo creo en ello.

Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay