Imprimir

"Israel tiene derecho pleno a existir"

Hace unos meses publicamos el impactante testimonio de Marina Nemat, escritora nacida en Irán hoy residente en Canadá, sobre sus años bajo el régimen de la República Islámica, las torturas, la prisión Evin en Teherán y su dolor personal. Entonces, había llegado a Israel a presentar su libro sobre aquel duro período en el marco de la Feria Internacional del Libro en Tel Aviv.

Recientemente Marina realizó un segundo viaje a Israel, invitada a hablar ante una conferencia de jóvenes emprendedores judíos del mundo. Fue una nueva oportunidad para conversar con ella. Esta vez, sobre su encuentro con Israel.

Este es su testimonio.

- Marina, ¿qué sintió, qué pensó cuando la invitaron por primera vez a visitar Israel?
- Diría que "salté" encima de la invitación. Yo he sido invitada a muchos países. He viajado invitada a Italia, Francia, Gran Bretaña. Estados Unidos, Grecia, a muchos sitios; pero para mí esto era muy especial porque yo crecí leyendo la Biblia; crecí oyendo historias sobre lugares de esta tierra, sobre figuras y cosas relacionadas a esta tierra. Por lo tanto, cuando me dijeron "Israel", eso para mí equivalía a muchas cosas que siempre me habían resultado importantes. Sentí que era como si alguien me estaba invitando a conocer una tierra que yo sabía que existía pero que también podía tener dudas al respecto; porque era casi como ser invitada a dar unos pasos dentro de un mundo de ficción.

- Eso suena siempre a buena aventura...
- ¡Por supuesto! Te diré que yo siempre fui una persona de mucho soñar. Ya de niña, me pasaba el día soñando despierta, haciéndome imágenes de todo tipo de cosas; creando imágenes en mi mente. Mientras leía la Biblia me dibujaba en mi imaginación las escenas; y estas quedaban siempre conmigo. Todo esto, lo bíblico, literario, histórico, me resulta irresistible. Pero claro que está también la otra parte, la política. Me atrae irresistiblemente lo relacionado a conflictos.

- Marina, no parece... no irradia algo así...
- (risa) Ya lo sé; pero tengo que aclararlo. Amo la paz, pero al mismo tiempo soy consciente de que no vivimos en un mundo pacífico. Yo diría que justamente porque amo la paz, me siento atraída por el conflicto; porque el conflicto es el enemigo de la paz. Si uno quiere la paz, tiene que combatir al enemigo: el conflicto.

- Es una atracción intelectual...
- Por supuesto. No es que ando portando armas por ahí...

- Ni tampoco quiere estar en medio de un conflicto...
- Bueno, eso es otra cosa. Sí me interesa sobremanera estar en el lugar en el que el conflicto ocurre; es que siento que si cuando hay un conflicto todos nos alejamos y damos un paso atrás, permitiendo así que muera más y más gente, nos convertimos en parte de la mayoría silenciosa que dice "no es mi problema, es de otros, son otros los que mueren". Hay un dicho en la literatura persa antigua que dice que todos los seres humanos son parte del cuerpo. Para mi, si hay un conflicto entre Israel y los árabes, ese sí es también mi problema. No creo que tengo que alejarme porque no lo entiendo sino que tengo que venir y aprender, conocerlo y entender. Esta es la razón por la cual siento la atracción por el conflicto ya que me parece no sólo que también es mi problema, como ser humano, sino que quizás pueda hacer algo, pueda lograr una diferencia, pueda aportar a que, por ejemplo, la gente se siente a hablar, algo en lo que creo que soy buena.
Por todo esto, lo religioso y lo político, siento que mi primer viaje a Israel hace unos meses - y por cierto también este - fueron muy positivos. Fue una gran lección educativa. Sentí que se me dio la oportunidad de sentarme a hablar con gente sobre la que sólo había leído. Es totalmente diferente estar en el lugar y conocer a la gente, de leer u oír sobre ella. Así que acepté la invitación con gran entusiasmo y sin dudar ni un minuto.

- Recuerdo que la vez pasada que nos reunimos, en su primer viaje, me contaba que compañeros suyos la criticaban por la decisión de venir a Israel; le decían que debe boicotearlo...
- No se me pasó por la mente ni por un momento boicotear a Israel. Yo no boicoteo a nadie y tampoco iba a boicotear a Israel. Creo que es propio de ignorantes arrinconar a la gente, colocarla detrás de barreras porque uno no concuerde. Si no están de acuerdo con Israel, que vengan y hablen con su gente, que expliquen. Ese es el problema con los boicots, me aprisionan intelectualmente a mi misma. La República Islámica de Irán me puso a mi literalmente en prisión y los que quieren que yo boicotee a Israel me colocan en una prisión virtual. Se los dije. Les dije que voy a ir a Israel y adonde sea que mi corazón quiera llevarme, porque creo en el diálogo y boicotear linda con lo violento, es casi un acto violento. ¡Y estoy tan contenta de haber actuado así!

- Marina, hay aquí dos niveles. Uno es la oposición al boicot como principio de vida, y el otro punto se refiere a si uno está de acuerdo o no con Israel. Antes de llegar a Israel usted oía, leía, se enteraba sobre lo que sucede en la zona, aunque fuera indirectamente. ¿Con qué impresión llegó usted a Israel por primera vez? ¿Y con qué realidad se topó?
- Creo que al llegar a un lugar uno siempre ve algo diferente de lo que pensaba. No sólo sobre Israel. Lo mismo me pasó con Italia y otros países, tanto para bien como para mal. Pero es verdad que con Israel la situación es un poco diferente porque de todo se habla con mucha pasión, todo es tan político, tan gigantesco, tan desproporcionado que resulta muy difícil entender de lejos claramente cómo son las cosas. Tengo claro que el tiempo que pasé aquí la vez pasada, una semana, y los días que estoy aquí en esta segunda vuelta, no es suficiente para entender todo a fondo. Pero siento que las cosas de fondo que siempre sentí, permanecen y no han cambiado nada.

- ¿Por ejemplo?
- Creo que Israel tiene todo el derecho a existir. Negarlo es como negar la realidad, la histórica, la religiosa, la humana. Israel tiene derecho pleno a existir. Al mismo tiempo creo que también Palestina tiene derecho a existir, que los palestinos tienen derecho a tener su propio lugar, un lugar al que llamen "mi país", como todos los pueblos de la Tierra. Pero entiendo que lamentablemente hay muchas complicaciones.

- ¿Qué complicaciones ve usted?
- Desapruebo plenamente la forma en que se ha dado la política palestina respecto a Israel y la situación aquí. Yo no creo en la violencia. Mientras los palestinos sigan lanzando cohetes y mientras permanezca la práctica de los atentados suicidas, la comunicación será prácticamente imposible. ¡Es tan fácil culpar a los demás! Ese es un problema humano muy común: deslindarse de responsabilidades. Los palestinos deben hacerse responsables por sus acciones.
Los palestinos deben tomar responsabilidad por lo que sus líderes han estado haciendo, por lo que hace Haáas, una organización terrorista. Mientras no lo hagan, la paz seguirá siendo un sueño, no una realidad. El lenguaje lleno de odio que usan contra Israel no sirve. Educar a los niños a odiar a Israel no está bien.
Al mismo tiempo estoy segura que hay palestinos que realmente quieren vivir en paz, dejar todo esto atrás y mirar hacia adelante.

- No hay duda que los hay...
- Pero son como rehenes de estas ideologías, del extremismo y el odio. Deben hallar la forma de dejar el odio de lado. Hay palestinos que lo han hecho, y son esos líderes los que deben ser seguidos, no los que diseminan odio, como Hamás.

- ¿Ha tenido la oportunidad de plantear estos pensamientos en encuentros con israelíes?
- Estuve en una reunión con muchas mujeres israelíes y judías del exterior, en Tel Aviv; algunas de ellas profesoras de universidad, mujeres de alto nivel. Entre ellas una se levantó y me dijo que yo tendría que haber boicoteado a Israel; me preguntó qué estaba haciendo acá. Yo no podía creerlo. Le contesté todo lo que ya he explicado aquí. Nadie en ese marco estaba de acuerdo con ella pero eran sus amigas. Y yo pensé que el poder estar en un país en el que uno se puede permitir adoptar públicamente esa posición no es algo sobreentendido. Yo le pregunté a esa mujer: "¿Usted se da cuenta de lo que acaba de pasar? Usted ha podido decir lo que quería, incluyendo llamar a una escritora extranjera a boicotear a Israel. Si alguien dice algo así en Irán, es arrestado y ejecutado de inmediato. Pero eso no le pasó a usted".
La democracia, la posibilidad de decir libremente diversas ideas, es algo clave. Y creo que es algo que Israel ha logrado dar a su gente; ha logrado garantizar. Cuando estuve en el barrio musulmán de la Ciudad Vieja de Jerusalén vi mujeres musulmanas caminando en la calle sin que nadie las moleste. Vi una mujer musulmana que vestía el hijab, tomando clases de conducir. Y lo que pensé fue que en Arabia Saudita las mujeres no lo pueden hacer, que son detenidas por ello.
Pero aquí, en Israel, he visto mujeres musulmanas de compras, solas, sin hombres que las tengan que acompañar, algo que en Irán y en Arabia Saudita no lo pueden hacer. Así que es importante mirar a la realidad tal cual es.
En la política israelí también he tenido oportunidad de ver a figuras de diferentes tendencias, muy de derecha o muy de izquierda, y gente del centro. Lo que cuenta es que los israelíes pueden tener diferentes opiniones y que el pueblo elige lo que quiere en un proceso democrático. Y tenemos que respetar sus decisiones, porque esta es su vida, no la mía.
Yo vengo sólo como visitante, pero es la gente de Israel la que tiene que lidiar diariamente con su realidad. Y es una realidad con mucha presión. Como extranjera, nunca me permitiría abrir juicio sobre gente que básicamente pone en peligro su vida día a día. Tengo mis perspectivas y pensamientos, claro está, pero no puedo abrir juicio, no está bien.

- Marina ¿cómo fue su encuentro con la sociedad israelí, con esas pequeñas cosas de todos los días que hacen la vida diaria en Israel?
- Me sentí impactada por lo histórico de este lugar. Iba caminando por la calle con alguien y esa persona de repente me dijo: "Ah, eso allí es el Monte Sión", y siguió su marcha como si nada. Y dije: "perdón, espera un segundo, ¿puedo mirarlo más detenidamente?". Es que he estado leyendo sobre ese lugar, he cantado sobre ese lugar.
Me reuní aquí con muchos iraníes judíos que son ciudadanos israelíes. Algunos están hace pocos años y otros desde los años 50. Todos hablan persa. Hablé ante los iraníes de Jerusalén, en persa, en mi último viaje y esta vez, ante los iraníes de Tel Aviv en persa. Y fue algo muy especial; al final cantamos las canciones que recordaba de mi juventud, esas canciones de amor que todos conocíamos al son de un muy conocido instrumento musical iraní, el "santur", un instrumento de cuerdas que yo adoro, es de los que más me gustan.
Y lo tocaba un joven israelí, que no era de origen persa, a la perfección, mientras todos cantaban en persa, y yo tenía los ojos llenos de lágrimas porque me imaginaba qué pensaría mucha gente si se pudiera mostrar algo así en la televisión pública en Irán. ¡Sería impresionante! En Irán hay unos 74 millones de habitantes, de los cuales sólo unos 20.000 son judíos, o sea que la probabilidad de que un musulmán vea alguna vez a un judío es bastante remota. Sabemos ya todo lo que dice Ahmadinejad sobre los israelíes, pero sería bueno que los iraníes tuvieran la oportunidad de ver en la realidad a un israelí.
Y pensé muy fuerte en todo esto no sólo en esa reunión. Soy una escritora nacida en Irán, aunque resido hoy en Canadá, aquí estoy en Israel sin problemas, entré por el aeropuerto, voy adonde quiero, cuando quiero, plenamente libre.

- ¿En su pasaporte dice que nació en Irán?
- Por supuesto.

- ¿Y no ha tenido ningún problema en Israel?
- Ninguno, en absoluto. En ningún momento me sentí no bienvenida, o que se me trataba como a una extraña; nada de nada. Pensé qué bueno sería que los iraníes pudieran ver esto. Claro que yo lo colocaré en facebook y escribiré sobre el tema, pero es impresionante verlo. Uno sabe qué propaganda y qué retórica hay por todos lados, pero heme aquí, una escritora iraní en Israel sin problema ninguno. Y yo pienso qué bueno que sería que los iraníes vean lo que es Israel. A los iraníes les encanta pasarla bien, cantar, bailar, y veo que a los israelíes también; se entenderían, seguro. El único problema de por medio es la política, son las estupideces de Ahmadinejad y otros líderes iraníes. Yo me sentí sumamente cómoda en Israel y es impresionante con cuánta facilidad se puede salir simplemente a caminar, sin ningún problema.

- Cuando en diferentes situaciones usted decía a la gente con la que hablaba, hasta en la calle, que nació en Irán ¿no tuvo problemas o comentarios incómodos?
- Para nada. Me han dicho "¿en serio? ¡Qué bueno!" Esta vez recordemos que vine invitada a hablar ante una conferencia de jóvenes emprendedores judíos de todo el mundo. Estaba a mi lado un joven que creo que nació en Montreal pero ahora está viviendo en Estados Unidos. Y cuando surgió en la conversación que yo soy iraní, él me comentó que también su madre nació en Irán. Y conocía comida típica iraní, hasta algunas palabras en persa; y alrededor nuestro se fue armando una conversación, y todos comentaban entusiasmados sobre ese encuentro. Yo no sentí ningún tipo de barreras. Fue una gran experiencia.

El peso del dolor, para siempre

- Marina, quisiera mencionar un punto que creo que es muy de fondo. En la entrevista pasada usted me contó mucho de lo que pasó en Irán: la prisión y todo el sufrimiento que vivió bajo la represión del régimen islámico. Hoy vive en Canadá, es una escritora reconocida, tiene una familia, se casó con el hombre al que usted amaba y tuvo con él dos hijos. Estimo que no me equivoco si supongo que usted disfruta de la vida y sus pequeñas y grandes cosas más todavía que una persona promedio ¿verdad?
- Creo que sí. Me parece que cuando uno pasó hambre aprecia mucho tener lo que comer; cuando uno no tuve lo que ponerse aprecia cuando tiene con qué vestirse; cuando uno no pudo divertirse durante mucho tiempo, es imponente poder disfrutar de momentos distendidos. Quizás aquel al que nunca le faltó nada, no aprecia siempre a fondo lo que tiene. Pero al mismo tiempo gente que pasó una experiencia como la mía, o sobrevivientes de distintos tipos de circunstancias extremas, tenemos todos algo en común: el dolor no desaparece nunca. Es como cargar un equipaje lleno de rocas en tu espalda. Está pegado a la espalda. No se va. No lo puedes bajar. Y cuanto antes te des cuenta de que no te lo puedes quitar de encima, mejor será, porque esa es la realidad.
Lo mejor que uno puede hacer es tratar de mantener el equilibrio, ya que el peso de la experiencia, de esa carga que uno lleva, te puede aplastar; como a Primo Levi, el escritor italiano, sobreviviente del Holocausto. Leí hace poco un libro sobre él. Se suicidó en una etapa avanzada de su vida, no enseguida después del Holocausto. El peso no se va. Hay muchos suicidios porque la gente que sufrió, en determinado momento, ya no lo aguanta más.

- O porque comprende en cierto momento que tal como usted dice, ese dolor será para siempre...
- Así es. Creo que la mejor metáfora para explicar lo que pasa con este "equipaje", es que hay que seguir moviéndose, porque si uno se sienta, su peso lo aplasta. Y yo siento que hay que hacer algo para dar testimonio.

- Como me dijo usted la vez pasada: "soy un testigo y mi deber es contar".
- Exactamente. Apenas uno baja el ritmo, el peso lo mata. Hay que seguir contando todo el tiempo, porque es la única forma de hacer equilibrio con ese peso en la espalada; la única forma en la que uno puede permitirse seguir. Para Primo Levi el problema fue que se le terminaron las excusas para seguir adelante. Y lo entiendo; cuánto lo entiendo.

- ¿Qué pasa con la familia Marina? ¿Cómo se vive todo ésto? Su esposo, Andre, sabe todo; ¿y sus dos hijos? Salvando las distancias, le diré que con sobrevivientes del Holocausto también hubo distintos enfoques; gente que sentía necesidad de contar todo, con detalles, a sus seres queridos, y quienes durante años no contaron absolutamente nada.
- No contar nada durante años es perfectamente comprensible. Yo tampoco conté nada durante mucho tiempo. En realidad, durante 20 años. Al final, estallé. Ahora, mi familia, mis hijos, están acostumbrados a oírme todo el tiempo hablando de todo aquello. Escribo artículos, me entrevistan, me invitan a la televisión; y ellos la encienden y ven a mamá en la tele. Me invitan a una conferencia y les cuento, y ellos me preguntan sobre qué; y yo digo con naturalidad: "sobre dolor y sufrimiento". Y ya están acostumbrados. Mis hijos ya tienen 18 y 23 años. Están en una etapa de sus vidas en la que tienen que aclarar bien quiénes son; y necesitan espacio. Y yo les doy espacio. Y dentro de unos años creo que podrán apreciar y evaluar mucho mejor todo lo que saben hoy de su madre, pero que quizás son demasiado jóvenes para captar a fondo. Cuando tengan 30 años será otra cosa.

- Sus hijos deben estar orgullosos de su capacidad de resistencia a ese dolor que siempre lleva encima...
- Creo que sí; mis hijos están orgullosos; mi esposo está orgulloso; pero la verdad es que cuando uno es un sobreviviente, eso no le importa. Honestamente, a uno no le importa, más que nada porque uno no está orgulloso de si mismo. No importa lo que uno haga, nunca se siente orgullo de uno mismo. Es parte de tu realidad.

Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay