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«El mundo no se inmutó por Siria»

Amós YadlinAmós Yadlin, ex jefe del Servicio de Inteligencia Militar de Israel, y hoy director del Instituto de Investigaciones de Seguridad Nacional, está convencido de que la amenaza de Irán es mucho mayor que la del Estado Islámico, aunque ello no se refleje en las redes sociales que sí difunden a los degollados a manos de los hombres encapuchados.

Recientemente nos recibió en su despacho para una extensa entrevista. La primera parte versó sobre el logrado acuerdo nuclear entre las potencias mundiales e Irán. En esta segunda parte, analiza al Estado Islámico (EI), los cambios en el mundo árabe y la situación en Siria.

- En los años '90, Estados Unidos impulsó la política del «double containment», en el sentido de no usar a Irán como contrapeso al entonces Irak de Saddam Hussein o viceversa, sino justamente de frenar los peligros que ambos países, o mejor dicho ambos regímenes, representaban. Me pregunto si considera que se podría aplicar el mismo principio para contener a Irán y al mismo tiempo al Estado Islámico y otros fundamentalistas islámicos sunitas.
- Sí; sin duda; aquí lo correcto sería volver al «double containment». Pero la administración Obama ha optado, al menos en lo que se refiere a cómo lidiar con el Estado Islámico, por ver en Irán un aliado. También en Europa la amenaza del EI es concreta e inmediata, aunque a mi entender, es mucho menor que la de Irán. Recordemos que el Estado Islámico no tiene misiles ni programa nuclear. El Estado Islámico no tiene aviones ni tampoco las capacidades terroristas no convencionales que sí tiene Irán. Pero el EI infunde miedo, por su forma de difundir sus acciones en las redes sociales, por la crueldad con que ejecuta. En Siria ya han muerto más de 220.000 personas, incluyendo por el uso de armas químicas, sin que haya intervención de Estados Unidos. Pero luego de que dos periodistas fueron degollados por el Estado Islámico, Estados Unidos sí empezó a actuar contra ellos. Pero si se analiza estratégicamente el tema del poderío militar, no hay duda ninguna de que el Estado Islámico constituye una amenaza mucho menor que la de Irán.

- ¿Cómo cree que se puede explicar al ciudadano promedio del mundo, que vive una realidad distinta de la de algunos sitios de Oriente Medio, el fenómeno del Estado Islámico?
- El EI tiene varias fuentes. Una de ellas es Al Qaeda. De hecho, el fundador del Estado Islámico fue Zarkawi, que era el jefe de Al Qaeda en Irak hasta el 2006, cuando murió. Es una ideología yihadista que vino de Al Qaeda. Pero por otro lado, a diferencia de Al Qaeda, el EI está conectado al territorio y desafía las fronteras determinadas por el acuerdo Sykes-Picot de 1916. Se fue formando con elementos del otrora régimen de Saddam Hussein en Irak. El tercer padre del EI es la sensación de los sunitas, tanto en Siria como en Irak, de que son gobernados y dominados por elementos chiítas-alawitas, y de que están indefensos. Sienten que el EI es su principal protector, su defensor. Y la cuarta fuente es que el mundo árabe no tiene una idea clara y ordenada que lo guíe; una concepción filosófica y política. En Occidente, está la idea del liberalismo, los derechos humanos, el libre mercado. En el siglo pasado estaba la idea regulardora del comunismo, en el mundo árabe estaba el panarabismo. Pero esas ideas no arrojaron resultados en el mundo árabe. La pobreza es profunda, hay gran desempleo, desesperación, y he aquí que viene alguien que les ofrece una idea global. Es lamentable que esta idea los retrotrae a la Edad Media, a la crueldad, el desprecio por la vida humana, la esclavitud, un trato terrible a la mujer, ataques a minorías. Esto viene del concepto de Al Qaeda, de la búsqueda de una idea. Todo esto junto atrae mucho hoy al musulmán de 25 años que teme al futuro y que no lo ve en otro lado. En mi opinión, esas son las fuentes del fenómeno.

- ¿Y la culpa, o la responsabilidad, es exclusivamente de los propios países árabes?
- Absolutamente; sin duda. Recuerdo que en 2002 se publicó un informe de las Naciones Unidas sobre la situación de los países árabes. Era muy interesante. Ahí de hecho se veía venir algo difícil. El informe presentaba los datos, mostraba que no tenían crecimiento, que no había economía de mercado, ni respeto a los derechos humanos. Otras dos regiones del mundo estaban hace unos 50 años en la misma situación. Una tú la conoces bien, América Latina. La otra, el Sudeste asiático. La misma pobreza, la misma corrupción, el mismo nivel de dictaduras, sin democracia. Pero esos países supieron levantarse. No hay ideales, pero se levantaron, también en términos de democracia, economía, crecimiento, empuje. Pero en el mundo árabe eso no ocurrió. ¿A quién culpar? A quienes gobernaron los países árabes, regímenes dictatoriales corruptos, que no se preocuparon por sus pueblos.

- Recuerdo un evento en el que usted habló, hace unos años, refiriéndose a lo que había comenzado a pasar en el mundo árabe, que en ese momento todavía se llamaba «la primavera árabe». Usted dijo que todavía era prematuro vaticinar en qué terminaría, pero destacaba lo positivo de lo que pasaba, diciendo que si la lucha era por valores de vida más libre, sería para bien. Hoy sabemos que esa no fue la dirección, que los que derribaron regímenes o intentan hacerlo, no fue ni es para traer en su lugar más democracia y libertad; y sabemos cuánta sangre ha corrido. ¿Cómo ve hoy la situación?
- Realmente había acá en cierto momento una sensación de que la primavera árabe sería un terrible peligro para Israel, y yo discrepé. Dije tres cosas. Si lo que oímos en la Plaza Tahrir, en El Cairo, es la primavera árabe ¿qué tenemos para temer? Esa gente habla de los mismos valores que nosotros: libertad, igualdad, derechos humanos. Así que, dije, no hay que temer al cambio porque es positivo. Además señalé que el mundo árabe, por primera vez, se estaba mirando a si mismo, culpándose a si mismo. Durante años culpaban al colonialismo, a los norteamericanos, a los europeos y a Israel, pero he aquí que por primera vez observaban la situación y decían «es por nosotros, nosotros fuimos los que creamos una sociedad en la que no tenemos futuro, no tenemos trabajo, en la que no nos tratan como seres humanos». Por eso, creo que desde el punto de vista de Israel, la situación no se tornó peor sino mejor, ya que los árabes se están estudiando a sí mismos y no intentan culparnos a nosotros. Y el tercer elemento que mencioné es que si la primavera árabe derriba al régimen de Siria y de Irán, los dos países más problemáticos para nosotros, la situación estratégica de Israel mejorará. Y sinceramente, no me retracto de ninguna de estas afirmaciones.

- Pero cuando uno observa el complejo mosaico sirio, el caos que reina allí, inevitablemente piensa en el conocido dicho popular y se pregunta ¿qué es peor, morir de peste o de cólera?
- Creo que no nos morimos ni de peste ni de cólera. Es muy importante entenderlo. No debemos asustarnos a nosotros mismos. En Siria gobernaba un régimen extremista anti-israelí, y lo peor es que cooperaba con Irán y Hezbolá. Era el puente para el eje radical. Aún lo es. Cuando Irán quiere ayudar a Hezbolá, las armas, el dinero, todo llega a través de Damasco. Y por eso dije que sigo pensando que lo mejor es que el régimen de Assad caiga. Para Israel, la desaparición de Assad y este régimen que apoya a Hezbolá y a Irán, es mejor, independientemente de quién lo cambie.

- ¿También si hay una fragmentación y por ende no hay una dirección ordenada a la que Israel se puede dirigir, que puede tomar como responsable de la situación?
- Sí; a mi criterio sí. Reitero: somos un país fuerte, no tenemos que vivir con miedos todo el tiempo. Sea cual sea el régimen en Siria después de Assad, estará basado en los sunitas, y ellos no cooperarán con Irán y Hezbolá. Durante mucho tiempo estarán ocupados estableciendo su poder y por lo tanto, la amenaza desde Siria a Israel bajará. Casi podemos decir que el ejército sirio ya no existe. Ha estado combatiendo a los insurgentes y cuando Siria quede desmembrada, el ejército sirio desaparecerá. Los misiles que apuntaban a Tel Aviv fueron disparados a Aleppo y Dir Azzur. Las armas químicas salieron de Siria. No creo que tenemos que lamentar el desmembramiento del ejército sirio y la reducción de la amenaza desde Siria a Israel. Lo que sí tenemos que lamentar, sin duda alguna, como seres humanos, son los 220.000 muertos, los diez millones de refugiados. Es una tragedia humana que pasó en nuestro propio vecindario y no podemos hacer caso omiso de ella.

- Por un lado, se conoce esa frase popular que dice que si dos extremistas peligrosos se pelean, la tentación es desear éxito a ambos. Pero más allá del humor negro, aquí lo trágico es que han muerto muchísimos civiles inocentes. Y que eso ocurra junto a Israel, seguro que no es buena receta para ningún tipo de estabilidad y buena vecindad.
- No lo analizo sólo como vecinos, sino simplemente como seres humanos. Vemos la masacre en Siria, de las dos partes, y tenemos que estar preocupados por el hecho que nadie en el mundo parece inmutarse. Hoy, 70 años después de la Shoá, del Holocausto del pueblo judío, 20 años después de lo que pasó en Yugoslavia, Rwanda, cuando el mundo determinó el principio «duty to protect», o sea «el derecho de proteger», no pasa nada. Ese principio significa que cuando se cometen genocidios y masacres dentro de un país, lo que supuestamente serían sus asuntos internos, el mundo tiene que intervenir y proteger a la víctima. Eso no lo han hecho en Siria, y el significado es que no tenemos en quién confiar más que en nosotros mismos. Nos puede pasar también a nosotros. O sea que desde un punto de vista humano y moral tenemos motivos para estar sumamente preocupados. A veces también me pregunto si nosotros mismos hicimos todo lo que debíamos para impedir eso. En cierta medida, también nosotros observamos de costado.

- ¿Qué podía hacer Israel? O sea... ¿cómo se maniobra entre el no intervenir en una guerra a la que ciertos elementos querían arrastrar a Israel, una guerra que no es suya, y esa consideración humanitaria a la que usted ha hecho referencia?
- Creo que se debería haber sacado a Assad del medio mucho antes. Eso habría traído aparejado otros cambios importantes. Recordemos que hace cuatro años, cuando empezó la guerra en Siria, el Estado Islámico no existía aquí. Los extremistas no estaban. Había una oposición relativamente moderada, secular, y si se hubiera actuado en ese momento para cambiar a Assad, hoy veríamos una Siria distinta. No ideal, repito, con problemas, pero no en la situación que vemos hoy en la que realmente las opciones parecen ser la peste y el cólera. Además, hay matices, grados. Podríamos habernos ocupado de la Fuerza Aérea siria que lanza barriles explosivos sobre sus civiles. Podríamos haber hecho corredores humanitarios, una nofly zone, o sea una zona prohibida al vuelo. Había distintas opciones que habrían logrado salvar mucha gente si el mundo no hubiera decidido que no interviene en Siria. Claro que también hay otro elemento: la protección que los rusos dieron a Siria, y la intervención de Irán. Israel tomó unas medidas humanitarias, pero creo que fueron demasiado pequeñas. Abrió un hospital, atendió numerosos heridos, pero creo que podríamos haber sido más activos.

- Estas situaciones de guerra en la región, también han creado o aclarado, aunque detrás de las bambalinas, intereses comunes entre Israel y algunos de sus vecinos, aunque formalmente sigan siendo enemigos. ¿Hay nuevas alianzas?
- Creo que esta es una oportunidad de mostrar a distintos grupos en el mundo árabe lo que es realmente Israel. Hay una identidad de intereses muy clara en varios casos, que no existía antes. También con respecto al tema de Irán. Los países árabes sunitas temen seriamente que Irán se convierta en una potencia nuclear y temen su hegemonía, su subversión. Y quieren cambiar el régimen de Assad. Los extremistas al respecto son los sauditas y los países del Golfo y hasta los turcos. También en lo referente al apoyo al régimen de Sisi en Egipto, frente a los Hermanos Musulmanes, tenemos muchos intereses en común. En base a eso creo que podríamos llegar a una apertura mucho más grande con el mundo árabe, si el gobierno lo viera como un objetivo y pusiera más interés en ello.

- Y cuando se habla de intereses comunes con algunos países de la zona, con el especial ejemplo de Arabia Saudita ¿no resulta un poco frustrante ver cuáles son los socios potenciales en nuevas alianzas? No se trata realmente de un régimen liberal y respetuoso de los derechos humanos.
- Para mí, es importante el enfoque de esos países respecto a Israel. Aunque nadie se convirtió en sionista en Egipto y Jordania, hace ya casi 40 años que tenemos un acuerdo de paz con Egipto y hace 20 con Jordania, una paz que nos sirve a todos. Ahora, todos nosotros podemos destinar la energía y los fondos y presupuestos, y por supuesto la vida de nuestros ciudadanos, al desarrollo y el florecimiento, no a guerras entre nosotros. Recordemos que Arabia Saudita nunca envió tropas a pelear contra Israel. Los países del Golfo son justamente uno de los lugares en los que el mundo árabe sí avanzó: Dubai, Abu Dhabi. Considero que no tenemos que fijarnos en los detalles de cada aspecto de la vida en esos lugares. Lo que debemos tener en cuenta es si acaso se suman a la coalición que quiere destruir a Israel o si actúan como un elemento positivo. En cuanto a los regímenes en su manejo interno, creo que debemos verlo sí como un problema interno.

- O sea ¿plena realpolitik? Recordemos que Israel sí eleva la consideración de respeto a los derechos humanos en otros casos. ¿Usted quiere decir que hay casos en los que no hay más remedio que buscar alianzas, aunque no todo sea perfecto?
- No podemos comparar la actitud de los países árabes sunitas pragmáticos con la de los sirios, Hezbolá e Irán. Claro que tampoco en lo que yo presento como países con los que tenemos intereses en común, el respeto a los derechos humanos no responde a estándares europeos. Pero aún está muy lejos del comportamiento en el mundo musulmán radical chiíta.

- Entonces, ¿dónde ubicaría usted a Arabia Saudita?
- En un buen lugar en el medio.

Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay