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«Najshón seguirá existiendo»

Yehuda Wachsman A Yehuda Wachsman (69) no hay que explicarle qué están viviendo las familias Fraenkel, Ifrah y Shaer, cuyos hijos Naftali (16), Eyal (19) y Gil-Ad (16) han sido secuestrados hace una semana, y según el Gobierno de Israel se hallan en manos de Hamás.

Wachsman ya lo vivió hace casi 20 años, en setiembre de 1994, cuando el tercero de sus siete hijos, Najshón, que en ese momento era un soldado de 19 años, desapareció y durante dos días no se supo nada de él hasta que llegó aquel video de Gaza en el que se lo veía con vida, en manos de sus secuestradores enmascarados, que terminaron matándolo durante un operativo israelí para rescatarlo, en un escondite en la aldea Bir Naballah, en Cisjordania.

Pedimos a Yehuda compartir con nosotros sus pensamientos y sentimientos en estos días difíciles. Este es el diálogo mantenido.

- Yehuda, en Israel es muy común la sensación que lo que viven los padres acongojados por el secuestro de sus hijos - fue así también en situaciones similares anteriores -; lo comparte todo el país. Se habla de «los hijos de todos». Seguramente para usted es algo más todavía, porque perdió hace casi 20 años a su propio hijo Najshón, secuestrado por Hamás. ¿Cómo está viviendo estos días?
- Son días muy difíciles. Esto nos devuelve hacia atrás, cuando nuestro hijo estaba secuestrado. Durante dos días no sabíamos nada de él. La sensación es sumamente difícil; no se sabe qué hacer. Es una sensación de que se termina el mundo. Es una preocupación incomensurable, un sufrimiento emocional terrible. Cuando no hay información y no hay ni idea de dónde están, eso provoca torbellinos emocionales, todo tipo de pensamientos, pesadillas, fantasías… Es muy duro.

- Oímos a menudo que la incertidumbre es lo peor, pero ustedes saben qué es lo peor, lo irreversible, la muerte…
- Cuando nos enteramos de que estaba con vida, tuvimos esperanza. Durante dos días habíamos pensado que si no nos llamaba y no llegaba a casa, era porque había muerto. Pero no lo encontrábamos en ningún hospital y tampoco podíamos pensar entonces que había tenido un accidente. Temíamos lo peor porque no había ninguna señal suya. Años antes, otros soldados habían sido secuestrados y asesinados. Cuando recibimos al fin el video enviado desde la Franja de Gaza, en cierto modo nos tranquilizamos, porque vimos que estaba vivo y entonces creíamos que había probabilidades de que volviera vivo a casa. En aquel momento aún teníamos esperanza.

- ¿Y ahora, con estos muchachos?
- Ahora esperamos que los tres estén vivos y que los estén cuidando según las leyes del islam. Hay leyes que regulan cómo hay que portarse con prisioneros y espero que las respeten y que así ellos puedan volver sanos y salvos a casa.

- El problema es que el islam, es tomado a menudo en manos de quienes le dan una interpretación extrema y violenta...
- Creo que se debe juzgar cada caso según la situación. No tenemos aún plena certeza sobre quiénes son los secuestradores. No sabemos quiénes están detrás de ellos. Ambas partes podemos siempre abrir una nueva página. Recordemos que estamos aquí poco tiempo. ¿Cuánto tiempo? 70 años, 80 años; no hay diferencia en esto entre judíos, musulmanes, hindúes o quien sea. ¿Para qué matarnos siendo jóvenes? ¿Por qué no permitir que todos muramos ancianos? Musulmanes, judíos, todos. Pero esta vez, cruzaron todo límite, al secuestrar niños.

- ¿Usted todavía cree que la paz es posible?
- Creo que si se negocia en forma inteligente, se puede llegar a la paz. Recordemos que de aquí salieron las tres religiones monoteístas. En Jerusalén se puede erigir un templo de oración para todos los pueblos, como dice el profeta Isaías; que todos disfruten de esta tierra. Puede que esta sea una oportunidad para todos los pueblos para sentarse juntos y hallar una solución.

- ¿Justamente cuando la situación es muy difícil? dice usted...
- Cuando es más difícil hay que buscar la solución. Estoy seguro que la mayoría de la población palestina quisiera vivir en paz, ganarse la vida, dar buena educación a sus hijos, no menos que todos los padres del mundo. Pero este conflicto lo impide. Quizás sus políticos creen que lograrán doblegarnos y nos iremos, pero eso no va a pasar. Estuvimos aquí hace ya miles de años y logramos volver. Y no nos iremos. Nos quedaremos acá y ellos no tienen más remedio que comprenderlo.

- Lo suyo no es sólo ideología. Usted fue activo en un intento de diálogo con palestinos. Es más, se encontró con el Sheikh Bader, el padre de uno de los secuestradores.
- Es cierto, pero hace ya 18 años que no estamos en contacto. A él lo amenazaron extremistas de su lado y tuvimos que cortar nuestra comunicación. Luego estuve en el marco de «Los niños de Oriente Medio». Fuimos a Gaza, nos reunimos con padres que perdieron a sus hijos en el conflicto. Estuve en muchos encuentros. Lo hice inmediatamente después de la muerte de Najshón. Nuestro sufrimiento fue insoportable y yo quería tratar de impedir que otros sufran como nosotros. Como ahora están sufriendo los padres de los tres chicos secuestrados. Vi que la gente común estaba dispuesta a ese contacto, pero los políticos lo hacían imposible. Y continuaba la incitación en las escuelas. Sentí que era una pérdida de tiempo. Luego estuve en otras organizaciones, pero comprendí que ninguna llegará a nada.

- Pero cada actividad de diálogo, de acercamiento, toca almas, puede influir en la forma de pensar de quienes escuchan el mensaje...
- Eso es cierto. Pero es una gota en el mar. Si los líderes no comprenden que nos están destrozando, que arruinan a la juventud con la mala educación, no se llegará a nada. Creo que también de nuestro lado hay cosas que corregir.

- Y usted me recibe ahora en el centro comunitario en el barrio Ramot de Jerusalén, cerca de su casa, donde lo tiene ocupado hace años una actividad especial: talleres de teatro.
- Así es. Trato de escaparme en diferentes direcciones para no enloquecer. Entro al rol de director y pienso en el personaje y en cómo se puede sentir cómodo el actor. Si se hace Arianne o Elise de Moliére o Harpagon. Estoy en los conflictos de la obra, no de la realidad. Así, hay horas en las que no hay palestinos ni judíos sino personajes de «El Avaro» a los que intento dar forma sobre el escenario. En «Tartufo» soy Orgon y en «El Avaro» soy Harpagon.

- Esther, su esposa, es activista en «Shalva», con niños descapacitados; y usted «escapó» al teatro. Entiendo que para cada uno fue una especie de necesidad existencial buscar ocupaciones especiales después de la muerte de Najshón…
- Exactamente. Y quiero mostrar a la gente el conflicto. Cuando me ven a mí, ven una tragedia. Pero cuando estoy sobre el escenario, es algo totalmente diferente. O sea que de las peores dificultades y de las crisis más difíciles, del peor sufrimiento, la persona puede volver a levantarse. No debe decirse «morí, me mataron, quiero estar bajo tierra, estoy terminado»… Con ese enfoque, la persona realmente cae y queda sepultada, se debilita, muere por dentro. Pero yo no me doy a mi mismo mensajes negativos. Vivo; quiero seguir viviendo. Disfruto mucho de mis hijos y sus familias, de numerosos nietos…

- Y me supongo que usted sigue diciendo que tiene siete hijos…
- Así es. Siete, con Najshón.

- Y sobre el escenario, usted es director de teatro, pero, de hecho, siempre será «el papá de Najshón Wachsman»…
- Claro que sí. Él siempre seguirá existiendo. También usted ha venido a hablar conmigo por él. Y él siempre seguirá teniendo 19 años.

- Pero usted sigue adelante, no sólo por los otros niños sino por usted mismo...
- Por supuesto. Lo confieso. Sigo adelante por mí mismo. Hay muchas cosas que disfruto hacer. Y quiero vivir.

- Hace algunas semanas, antes de Yom Hazikarón, usted volvió a aquella casa en la aldea Bir Naballah en la que tenían cautivo a Najshón, en la que lo mataron. Fue con la madre de Nir Poraz, el joven oficial que murió en el intento de rescate, y con Lior Lotán, el jefe de la unidad élite que irrumpió a esa casa en ese operativo. Por primera vez, desde octubre de 1994, usted volvió… ¿Cómo vivió esos momentos?
- Fue, en efecto, la primera vez. Fui pensando que quizás pueda encontrar allí algo que sea recuerdo de Najshón. Había muchos restos de balas. Yo esperaba encontrar algo de Najshón que se le hubiera caído. Las paredes están todas quemadas, con muchos agujeros de las esquirlas, de las balas. Hubo un duro combate. Lior Lotán entró allí ya habiendo sido herido dos veces antes de irrumpir a la casa. Dicho sea de paso, Lior fue a ver una de las obras que yo dirijo. Es una gran persona.

- Y sé que él lo quiere mucho a usted…
- Es cierto. Y yo a él. Volvía la casa en Bir Naballah porque quería volver a unirme con mi hijo, ver dónde había vivido sus últimos momentos.

- Y ahora… ¿Qué hay que hacer ahora?
- No soy político ni militar; y lo único que puedo decir es que se han cruzado límites al secuestrar niños. Y ahora no se puede actuar como en épocas de paz. Ahora hay guerra.

- ¿Esto no choca con todo lo que dijo antes en favor del diálogo?
- En absoluto. El diálogo puede tener éxito sólo si la otra parte comprende que no vamos a dar el brazo a torcer, que no nos rendimos todo el tiempo. Si creen que somos débiles y que vamos a doblegarnos, el diálogo no funcionará. No se puede llegar a un término medio si uno cree que podrá vencer al otro. Si ambas partes hacen respetar sus principios y mantienen sus ideas mientras están dispuestas a negociar, ahí sí se puede llegar a algo. Y sólo si Israel sigue siendo fuerte de modo que el otro lado no crea que en un tiempo podrá vencernos y llevarse todo.

- Yehuda, para terminar… ¿ha ido a visitar a las familias de los chicos secuestrados?
- No, porque sé que al verme a mí, ven tragedia. Rezo por ellos y abrigo la esperanza de que en su caso todo termine diferente. Quiero ir a verlos cuando ya estén de vuelta con sus hijos y podamos celebrar y agradecer a Dios por el regreso de los chicos. No creo que sea inteligente ir ahora. No quiero recordar a los padres lo que nos pasó a nosotros. Ellos, con la ayuda de Dios, tendrán otro final.

Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay