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Menos paz

Estimados,

Existen más jefes de gobierno, formadores de opinión pública y académicos alrededor del mundo reflexionando acerca de cómo se inician las guerras, que buscando soluciones para terminarlas. Ése es el caso de Israel.

Muchos israelíes piensan que el país aún está luchando por la supervivencia, como en la guerra de 1948. Por esta razón apoyan sin dudar el uso de la violencia, al ignorar quizá que existen opciones menos beligerantes a través de las cuales se podrían alcanzar acuerdos de seguridad duraderos.

Pero, ¿qué implicaría la paz para Israel? Poca gente dentro del país se detiene a estudiar este interrogante y pocos son los que sopesan los dolorosos compromisos que tendrán que ser asumidos.

Líderes responsables deberían empezar a pensar en cómo finalizar un conflicto casi eterno. En el pasado, se sabía muy bien cuándo empezaba una guerra y cuándo terminaba y, además, se peleaba contra enemigos claramente definidos. Pero el mundo cambió. En la era de la post Guerra Fría, las mayorías que viven bajo un régimen de minorías se levantan en Oriente Medio para declarar la lucha por sus derechos a través de la fuerza. El mundo aún no se adaptó a esta clase de conflictos llevados a cabo por grupos que pertenecen a una misma población.

Atrás quedaron las contundentes victorias de la Segunda Guerra Mundial, cuando se luchaba hasta la rendición total de alguna de las partes. Actualmente, se viven días de triunfos parciales, incluso «empates», en los que hacer un llamado al cese de hostilidades requiere de compromiso y negociación. Aquellos que tengan en mente iniciar una guerra, deben definir objetivos claros y estar preparados para las inevitables y necesarias tratativas de su conclusión.

Los eruditos en Historia de Israel saben muy bien que los líderes de este país nunca hicieron planes a largo plazo. Analizando guerras y diferentes modelos de operaciones bélicas en las que Israel intervino, se puede ver que la dirigencia del Estado judío nunca tuvo una verdadera intención de convertir sus victorias militares en victorias políticas con el fin de alcanzar la paz con la Autoridad Palestina.

Durante años, Israel ignora la existencia de líderes palestinos, argumentando que no hay nadie disponible para entablar un diálogo. Esta política le permitió a las fuerzas militares israelíes actuar unilateralmente. Pese a ello, ya quedó demostrado que acciones unilaterales no representan una solución duradera.

Ya en 1949 Ben Gurión rechazó reunirse para discutir la forma de establecer la paz en la región con el entonces mandatario sirio, el coronel Husni Zaim. A principios de la década de los '50, el mismo Ben Gurión rechazó hablar con el presidente egipcio Nasser sobre el mismo asunto, una iniciativa que había sido propuesta por intermediarios amistosos. Más tarde, luego de la Guerra de los Seis Días, hubieron numerosas proposiciones de parte de Jordania y Egipto también rechazadas por la entonces primer ministro, Golda Meir.

En repetidas ocasiones, los líderes israelíes culparon de su silencio a la negativa árabe para negociar. Para demostrar este aspecto, el Gobierno israelí aludía, de forma destacada, a los «tres NO» de la Liga Árabe en la Conferencia de Jartum en agosto de 1967, en la cual se decidió negar cualquier negociación, reconocimiento o acuerdo con Israel. Sin embargo, el rey Hussein de Jordania aseguró a sus oyentes que el presidente Nasser le había exhortado a entablar tratativas con la dirigencia hebrea.

De hecho, en el balance de la Guerra de los Seis Días, e incluso después de la Guerra del Yom Kipur, el Gobierno israelí tomó una serie de decisiones restrictivas que harían más difíciles aún las futuras negociaciones con los vecinos árabes. De ahí la anexión del Este de Jerusalén como inmediata consecuencia del inicio de la guerra, y la creación de asentamientos en los Altos del Golán, Cisjordania y la Franja de Gaza. Luego vino la ley de la anexión de facto del Golán propiciada por Menajem Begin en 1981.

Hay muchos expertos en todo el mundo que opinan que la política unilateral de asentamientos se asemeja a las acciones del colonialismo practicado por los países europeos en el siglo XIX. Sin embargo, la mayoría de los israelíes rechazan esos términos. Estas prácticas, así como la incapacidad israelí para dialogar con los palestinos complicaron la reanudación de las tratativas e incluso alejaron la posibilidad de un intento de reconciliación. Pese a que Israel hizo diversas declaraciones conciliadoras, nunca - excepto durante el segundo mandato de Itzjak Rabín (1992-1995) - planteó un proyecto serio y creíble de diálogo en el cual se debatirían los asuntos centrales del conflicto - Jerusalén, fronteras, refugiados y asentamientoss - a fin de llegar a un acuerdo definitivo.

Debido a los avances en armamentos, las Fuerzas de Defensa de Israel deben adaptarse a las nuevas formas de combate. El enfrentamiento cuerpo a cuerpo quedó atrás y la lucha se desarrolla ahora en ciudades y poblaciones por medio de lanzamientos de misiles o contra grupos terroristas que conviven con la población civil. El Gobierno hebreo, al tiempo que  desarrolla tecnologías para evadir ataques con cohetes, todavía hace uso de políticas de eliminaciones selectivas o castigos colectivos, que intensifican el odio y la hostilidad entre la población palestina.
 
La expropiación de tierras, la ampliación o expansión de asentamientos y la prolongación del régimen militar israelí en Cisjordania contribuyen también a la humillación, a la ira y a la violencia. Entre el palo y la zanahoria, Israel elegió en repetidas ocasiones el palo, con sus desfavorables consecuencias. Si no se llevan a cabo políticas que garanticen una mejora en la calidad de vida de los palestinos, más y más civiles se verán empujados hacia la desesperación.

Las organizaciones terroristas palestinas desafían los reciclados métodos de combate adoptados por Israel. Mientras los líderes hebreos permanezcan atrincherados en el ejercicio del poder militar por encima de la negociación y el entendimiento, estos grupos terroristas continuarán fortaleciéndose. Y mientras el liderazgo político y militar israelí siga convencido de la imposibilidad de dialogar con esas organizaciones, la confrontación entre las partes sólo empeorará.

En víspera de elecciones, la opinión pública israelí debería darse cuenta que todos los logros militares, sin el acompañamiento de algún programa político, fracasarán en el intento de acercarnos a algún acuerdo.

Cambiar de estrategia mirando al futuro debería ser la prioridad de todos aquéllos que deseen alcanzar la paz.

¡Buena Semana!