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Volver a Rabín

Itzjak RabínEstimados,

Ya no se trata de una propuesta para poner sobre la mesa los asuntos más complicados de la negociación con los palestinos. En los últimos años Binyamín Netanyahu habla en forma abierta de ofrecerle al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbás un acuerdo basado en dos Estados.

Todo debería comenzar tratando de crear un ambiente de estabilidad y confianza, solucionando problemas al parecer minoritarios como las características del futuro Estado palestino desmilitarizado, sus instituciones oficiales, su economía, el sistema de aduanas que tendría con Israel y su cooperación en materia de seguridad con el Estado hebreo.

Este proceso es muy similar al que pretendió iniciar Itzjak Rabín, al firmar los Acuerdos de Oslo. Rabín mantenía la idea que la solución de un conflicto donde se pueden mezclar fácilmente nacionalismos con religiones, tiene que transitar un camino largo y doloroso, durante el cual se deban desarrollar posibles concesiones, cuya relevancia establezca una confianza mutua entre las dirigencias de las partes en discordia, además de crear una atmósfera de paz entre los pueblos.

En aquella ocasión, los fundamentalistas de ambos bandos, conscientes de las renuncias que ese proceso implicaría, consiguieron atascar el avance de las negociaciones. El terror de los radicales palestinos y el asesinato de Rabín a manos de un fanático judío religioso ultranacionalista, hundieron las esperanzas.

Más tarde, y ya dentro de un clima convulsionado, la ascención al Gobierno israelí de los opositores a Oslo, la segunda Intifada de Arafat, el unilateralismo de Sharón, el golpe de Estado de Hamás en Gaza, la Segunda Guerra en Líbano, las operaciones «Plomo Fundido» y «Pilar Defensivo», el accionar de la dirigencia palestina en la ONU y los cambios políticos en la región producidos por la llamada «primavera árabe» consiguieron acabar con cualquier intento sincero de diálogo.

Pero así como en 1993, también en la actualidad, el establecimiento de un Estado palestino en la gran mayoría del territorio de Cisjordania y Gaza y la paz definitiva con Israel podrían ser los objetivos finales de la estrategia de Netanyahu, que dejaría para su fase posterior las discusiones más complejas como Jerusalén, el futuro de los asentamientos, las fronteras definitivas y el problema de los refugiados.

Un nuevo acuerdo podría contemplar posibles intercambios de territorios tantas veces propuesto por el ex canciller hebreo Avigdor Liberman. Pero todo con diferentes matices. Dicho intercambio le permitiría a Israel tratar de mantener sus principales grandes centros de asentamientos en Cisjordania - Maalé Adumim, Gush Etzión y Ariel - a cambio de ceder a los palestinos porciones de terrenos equivalentes y fundamentales en otros puntos.

El último asunto, tal como lo veía Rabín, sería Jerusalén, y es el menos aceptable para la Autoridad Palestina. La posibilidad de que Netanyahu acepte que la ciudad sea dividida y que su parte oriental pase a ser la capital del nuevo Estado palestino, es nula. Para Bibi, la Ciudad Vieja, los lugares santos y sus alrededores deben continuar bajo control israelí.

En su momento, la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, transmitió a Abbás, la voluntad de Netanyahu de tratar temas fundamentales para reactivar el proceso y reanudar negociaciones sobre la creación de un Estado palestino. Las palabras «temas fundamentales» hablan por sí solas. Pero Abbás, debilitado desde el golpe de Estado de Hamás en Gaza, pretende que Bibi, antes que nada, congele la construcción de asentamientos, admita como definitivas las fronteras del 4 de junio de 1967 y continúe con la liberación de prisioneros. Mientras tanto, lleva a cabo acciones unilaterales en la ONU para obtener reconocimiento que sólo le perjudican.

Estos argumentos explican también el accionar del Gobierno israelí, quien condicionó la implementación de cualquier acuerdo entre palestinos e israelíes a aquellos sitios en los territorios donde exista un Gobierno relativamente efectivo - aludiendo a Cisjordania - y viene insistiendo en que éste podría ser la base inmediata para reiniciar las tratativas.

Según varios miembros del Gabinete de Netanyahu, en Cisjordania hay un Gobierno comprometido con los principios fundacionales y esta es una oportunidad que no debería desaprovecharse.

De reanudarse las negociaciones, después de las próximas elecciones en Israel, éstas se realizarían a 17 años del asesinato de Rabín. Pero en nuestra región ya está más que demostrado que cuatro meses pueden ser una eternidad y que cualquier efecto desestabilizador puede acabar con la mejor de las intenciones.

Sin embargo, esta estrategia adopta las bases primordiales de aquellas que Rabín pretendió establecer. De haber progresos, éstos podrían conducir a que los israelíes empecemos a recuperarnos del trauma que significó su asesinato, que los palestinos en Cisjordania comiencen a ver que su calidad de vida puede mejorar, que los palestinos en Gaza comprendan que el fin la marginación pasa por abandonar el terror y dialogar, y que talvez, aunque sólo desde la fotografía, Rabín pueda volver a esbozar una tímida sonrisa de satisfacción.

¡Buena Semana!