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El "Síndrome de Masada"

Estimados,

El "Síndrome de Masada" hace que la dirigencia israelí tenga serios problemas para adoptar una política sobria, para tomar decisiones moderadas y para transigir en vista de complejos acontecimientos globales.



Tras la Guerra de la Independencia los israelíes cultivamos la idea de que fue una guerra de "pocos contra muchos". Más tarde, Abba Eban caracterizó las fronteras de 1967 como "fronteras de Auschwitz". El ya fallecido rabino ultraortodoxo Eliezer Shach llegó a comparar nuestra situación con la de "una oveja en medio de setenta lobos". Cada año, durante el Seder de Pesaj, cantamos que en cada generación nos enfrentamos a alguien que trata de exterminarnos.

Por consiguiente, Israel insiste con una continua narrativa que ha sido definida por científicos políticos como "Síndrome de Masada" o "mentalidad de asedio". Se trata de un efecto típico de aquellos estados donde la mayoría de sus ciudadanos creen estar expuestos a una amenaza existencial.

Este síndrome es a menudo corroborado por hechos concretos en situaciones en las que el Estado en cuestión es objeto de boicot en la escena internacional y definido como "Estado paria". Esta combinación de mentalidad de asedio y ostracismo internacional resulta peligrosa, ya que puede motivar la adopción por parte de dicho Estado - y de sus líderes - de una política exterior aventurera bajo la convicción de que "no hay nada que perder".

Resulta perturbador el hecho de que las dirigencias de esos estados prefieran destacar el ostracismo de sus países y cultivar la mentalidad de hostigamiento y las narrativas vinculadas a ella. Hay casos en que estos líderes llegan a promover oficialmente tal percepción de acoso cuando el Estado necesita desarrollar misiones nacionales; en tales circunstancias se procede a identificar las dificultades externas, reunir a toda la opinión pública en torno a la bandera y realizar aquellas demandas que faciliten el cumplimiento de la misión.

Mientras tanto, algunos dirigentes defienden tales percepciones como parte de su ideología, y por lo tanto, bien pueden hacer toda una montaña de un grano de arena, presentando cada acontecimiento internacional como si se tratara de una amenaza existencial, incluso si ese no es el caso. Otros adoptan el "Síndrome de Masada" cuando les toca hacer frente a dificultades internas y problemas económicos o sociales difíciles de manejar.

Bajo tales circunstancias, la dirigencia tiene serios problemas para administrar una política sobria, para tomar decisiones moderadas, y para transigir en vista de complejos acontecimientos globales. Además, esta misma dirigencia tiende a iniciar acciones sin planificación ni consideración alguna, lo cual no hace más que provocar un mayor deterioro.

La historia de Israel da cuenta de una serie de altibajos en nuestra percepción de asedio, oscilaciones fundamentadas en parte en acontecimientos históricos y hechos geopolíticos; por ejemplo, el dicho bien conocido de que "Israel es tan pequeño que no hay espacio suficiente para escribir su nombre en el mapa". Sin embargo, aunque este síndrome es sustentado por el ostracismo global, hacer de esta cosmovisión una ideología es algo que no se justifica, ni existe razón para actuar de una forma que sólo empeora la situación.

En este momento nos enfrentamos con varios acontecimientos - no todos bajo nuestro control - que pueden terminar minimizando nuestro margen de maniobra en la escena internacional. Tales eventos refuerzan también aquella mentalidad de aislamiento.

La "primavera árabe" está creando un Oriente Medio diferente, confuso, y los devotos del "Síndrome de Masada" encuentran del todo conveniente presentarla como un fenómeno hostil.

Nuestras relaciones con Turquía y el enfoque del primer ministro Erdogán constituyen la solución perfecta para quienes adoptan la percepción de asedio. Cuando tales sentimientos imperan, se hace muy difícil reconocer, transigir o disculparse si es necesario, y en su lugar bien puede implementarse una política de venganza que persiga como objetivo la intensificación del conflicto.

Por último, debemos considerar a "Septiembre". Esta semana, las Naciones Unidas tratarán la cuestión del reconocimiento de un Estado palestino independiente. Tal como siempre hemos hecho en el pasado, volveremos a señalar la "automática" mayoría hostil en la ONU. Sin embargo, todos los que defienden esa forma de pensar deberían tener en cuenta que quizá no sea demasiado tarde aún para cambiar de actitud.

Es posible modificar algunas de nuestras convicciones políticas en lo que respecta a los palestinos, Egipto o Turquía; entonces, dejaremos de ser o de sentirnos como aquella "oveja en medio de setenta lobos".

¡Buena Semana!