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A las urnas

Estimados,

La inestabilidad de las coaliciones del sistema político israelí no es ninguna novedad. En un país donde la diversidad de partidos es un claro reflejo del alto grado de complejidad de la sociedad, las crisis internas en los ciclos políticos son amenazas constantes para los gobiernos.

Tras una legislatura con mayoría asegurada, donde los conflictos bélicos exteriores, guión casi permanente de la política israelí, fueron relativamente tranquilos - gracias más que nada al nuevo sistema antimisiles «Cúpula de Hierro» -, nuevas polémicas nacionales acerca de cómo encarar la crisis abierta con Irán o sobre la obligatoriedad del ejército preparan el terreno político de cara a las próximas elecciones de este año.

La coalición derechista de Netanyahu, al frente del Likud, conseguió pasar con cierta estabilidad casi la totalidad de su período. En vista de la crucialidad del resultado de las elecciones norteamericanas de noviembre, Bibi decidió avanzar los comicios israelíes. La relación entre Obama y Netanyahu no se destacó a lo largo de estos tres años por su buena sintonía. Con un Oriente Medio en constantes cambios, son varios los puntos que influenciaron el desacuerdo en la política exterior de ambos países.

Además, los aires electorales despertados por las grandes manifestaciones sociales en Israel del verano de 2011 así como las elecciones primarias de la mayoría de partidos, despertaron hace algunas semanas las sospechas de un posible adelanto de los comicios para antes de noviembre de 2012.

La realización de primarias en los principales partidos empezó a preparar la carrera electoral en vista de que las elecciones se adelantaran a la vez que buscaban evitar una tradicional volatilidad de los mismos. En septiembre de 2011 fue el Partido Laborista, Avodá, quien votaba a su líder, Shelly Yachimovich, para la difícil tarea de hacer revivir el perdido entusiasmo en la izquierda social-democrática. Luego fue el Likud quien adelantó sus elecciones y reelegió a Netanyahu con una carga sobre sus espaldas de 30% de votos ultraderechistas que prefirieron al «infiltrado» Moshé Feiglin. Tzipi Livni, lider del centrista  Kadima, fue derrotada por Shaul Mofaz y renunció a su banca en la Knéset dando a entender que pronto regresará.

En un país donde la media de gobiernos no completa las legislaturas, son varios los analistas que opinan que Netanyahu sacará provecho de su llamado a las urnas. Por un lado, las encuestas lo aman. Por otro, la creciente tensión interna y externa sobre la variedad de opiniones en el tema de Irán así como una controvertida política de asentamientos le crearon una falta de legitimidad política ante cualquier nueva acción que su gobierno quiera realizar.

Con unas nuevas elecciones, Bibi se podría otorgar el apoyo necesario a cualquier intervención preventiva en Irán. Una nueva reelección daría más poder a Netanyahu ante cualquier maniobra contra el gobierno de Teherán a la vez que le otorgaría cohesión nacional ante unos nuevos complicados presupuestos generales para 2013.

En el marco de la propia lucha política nacional, un avance de las elecciones generales daría menos tiempo a los partidos sectoriales y a los de la oposición de buscar apoyos electorales. Sin embargo, la aparición de nuevos líderes políticos podría amenazar con no dejar una alternativa capaz de dar sombra a Netanyahu en caso de nuevos comicios. El periodista Yair Lapid, con una popularidad creciente entre los sectores de clase media y secular israelí conseguiría arrebatar votos alrededor del campo electoral de centro-derecha. También la vuelta de Aryeh Deri a la escena política añadiría aún más volatilidad de voto si finalmente decide enfrentarse abiertamente a las facciones ultraortodoxas.

Si bien aún se desconoce la fecha de los comicios, ya se inició una prematura campaña para ganar apoyos. Con una izquierda política fragmentada, la lucha se centra en la capacidad de los partidos en captar el voto centro-derecha de carácter secular. Ante una dependencia casi sistemática de las coaliciones de gobierno a las facciones ultraortodoxas, el apoyo alternativo de la clase media secular se convirtió en la clave para dar nueva salida a la gobernabilidad del país. En este sentido, la sociedad israelí, bajo una presión creciente, en una región que le es cada vez más hostil, se plantea la necesidad de integrar a los sectores ultraortodoxos en todos los niveles del Estado, incluido el militar.

La impopularidad de los acuerdos del Estado con los partidos ultraortodoxos, renovados desde la creación de Israel, y que facilitan la exención de dichos sectores del servicio militar, parece haber llegado al fin. La controvertida «Ley Tal», en la cual se brindaba a los estudiantes judíos de los seminarios rabínicos la posibilidad de elegir a los 22 años si seguir estudiando o acogerse a un corto servicio militar, fue declarada anticonstitucional por la Corte Suprema.

Sin duda alguna, un nuevo reto para una sociedad compleja que vive bajo amenaza constante, en donde el propio Netanyahu, consciente de su forzada necesidad de ganar soportes, sabe que cualquier éxito pasa por debatir una de las espinas desde la creación del Estado judío.

La división religiosa-secular no es novedad alguna en el país. Sin embargo, las nuevas demandas sociales crecientes a la revisión del sistema militar podrían ser los detonantes que inclinen la balanza del panorama político nacional.

Por si todo esto fuera poco, Bibi pretende ahora que se le permita elegir personalmente a uno de cada diez integrantes de la lista del Likud. Ehud Barak, ya dijimos…

¡Buena Semana!