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ONU sí; ONU no...

Estimados,

El problema no es la decisión por parte del Consejo de Derechos Humanos de la ONU de decidir establecer una comisión investigadora que se ocupe del asunto de los asentamientos judíos en Cisjordania. Después de todo, tal comité no descubriría nada que el gobierno de EE.UU, los países del Cuarteto, la Unión Europea y todos los amigos de Israel no supieran desde hace años.

No aparecería de repente ninguna cámara secreta. Las dificultades causadas ??por los asentamientos en el proceso de paz están documentadas y detalladas en miles de documentos que ya se volvieron amarillos.

La ONU tampoco se sorprendería por los hallazgos. Eso es así porque el problema no lo constituiría una investigación de los impedimentos causados ??por los asentamientos, sino más bien el hecho mismo de se hayan construido con el permiso y estímulo de los diferentes gobiernos de Israel. Abiertamente, de modo explícito y sin temor alguno, Israel se está apropiándo de territorios, impidiendo circulación de civiles, confiscando a discreción fondos pertenecientes a la Autoridad Palestina y aplicando sistemas jurídicos diferentes para israelíes y palestinos.

Tampoco los palestinos necesitarían esta comisión investigadora. Ellos, como nadie, saben de los obstáculos causados ??por los asentamientos, y comprenden que la radiografía que la comisión habría de presentar no constituye un sustitutivo para mejorar la situación.

En realidad, somos nosotros, los ciudadanos de Israel quienes necesitaríamos un comité encargado de reunir un archivo ordenado que contuviera toda la serie de injusticias que el gobierno y los colonos cometen allí en nuestro nombre. Lo necesitaríamos pero no nos interesa.

En Israel tememos a esa comisión, ya que lo que haría es demostrar una vez más que no estamos solos. Sri Lanka, Irán, China, Siria, Rusia y Libia también aborrecen al Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Rusia anunció que rechazaba la decisión del Consejo relativa a Siria, porque es «unilateral» y porque no culpa también a la oposición por los asesinatos y las violaciones a los derechos humanos. Esa formulación resulta muy similar a la que hace Israel para justificar su negativa. «No respondan ni una llamada telefónica de la comisión», ordenó Liberman a sus funcionarios de la cancillería. ¿Heroísmo diplomático? ¿De pie, firme ante el enemigo? Es dudoso. Al parecer, la aversión israelí muestra más que nada el hecho de que los palestinos sin Estado fueron capaces de establecer eficientemente un sistema armamentístico interconectado en contra nuestro: mientras mayor sea el reconocimiento de Palestina como Estado por parte de los diferentes organismos de la ONU, mayor será el alejamiento de Israel de la organización. Es un juego de suma cero.

Ciertamente, la ONU constituye un frente difícil, y decididamente hostil para nosotros. Su principal defecto reside en que solamente puede actuar allí donde se le permita. Tiene dificultades para resolver conflictos internacionales, evitar guerras y reparar daños causados ??por ellas. Su principal función es servir como lugar de combate donde juegan las grandes potencias, y no como un foro para todos aquellos países que necesitan su protección.

Sin embargo, su principal fortaleza reside justamente en su capacidad para otorgar una pésima reputación a cualquiera que ose violar las reglas del juego, incluso si el delincuente es una gran potencia. Cuando Rusia vetó el proyecto de resolución sobre Siria, pasó a ser un estado malvado a los ojos del mundo occidental y árabe; cuando Estados Unidos vetó un proyecto de resolución que condenaba los asentamientos, fue sometido a una feroz crítica; y no sólo por parte de los países árabes.

Es poco probable que haya algún país que considere a la ONU como un espacio de lucha justo; no obstante, es la única arena en la cual se dan criterios razonables y más o menos consensuados para la conducta de los países. Se trata del foro capaz de otorgar alguna significación a aquella idea de «comunidad internacional», a la cual todo el mundo, incluso nosotros, queremos pertenecer.

Por lo tanto, a pesar del profundo desprecio e histórica disputa de Israel para con la ONU y sus instituciones, incluso el Gobierno de Jerusalén necesita vincularse seriamente con la organización. Exige a la ONU la inmediata imposición de sanciones a Irán; comprendió, demasiado tarde, las consecuencias de su negativa a cooperar con comisiones investigadoras; presenta los casos de violación a la seguridad por parte del Líbano; luchó por el buen nombre del sionismo cuando el movimiento fue tildado de racista, y por supuesto, debe a la ONU su propia existencia por el reconocimiento como Estado.

Una comisión investigadora de la ONU no necesitaría la cooperación del Gobierno de Israel. Se las arregló bastante bien en Siria, Irán, China y Sri Lanka sin la colaboración de aquellos gobiernos. Y es así como esos gobiernos poco cooperativos aparecen ahora. Así es también como se verá Israel. Somos conscientes de ello. Pero preferimos evitar que nos arranquen la máscara.

¡Jag Sameaj y Buena Semana!