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Sex symbol de por vida

Estimados,

La ex primer ministro Golda Meir, la presidente de la Corte Suprema, Dorit Beinish, y la jefa de la oposición en la Knéset, Tzipi livni, tienen algo en común: se han convertido en símbolos sexuales, aunque únicamente en Jerusalén.

Golda, Beinish y Livni, quienes ciertamente no llegaron a ser conocidas por su poder de seducción, amenazan ahora el pudor judío ultraortodoxo de Jerusalén. Como resultado, pareciera que fueran acéfalas en las carteleras de la ciudad. Alguna de ellas aparece, aunque sólo en parte, con la cara tachada. Llamativamente ausentes del resto de carteles publicitarios en Jerusalén, están las imágenes de mujeres que, milagro de milagros, figuran en los anuncios de Tel Aviv.

Incluso a una mujer no tan joven que aparece en los posters del Centro Nacional de Trasplantes se la ha quitado de Jerusalén a fin de no herir la sensibilidad de aquellas personas a quienes les resulta irracional que haya gente dispuesta a portar una tarjeta de plástico donde consta su deseo de donar órganos después de muerta.

Al menos, a los ultraortodoxos que luchan por mantener fuera de la vista y de la mente a las mujeres no se los puede acusar de discriminación por edad. Es sólo en el taxi de servicio entre Jerusalén y Tel Aviv que las hacen cambiar de lugar para que "el rabino" no se vea obligado a tener que sentarse cerca de ellas para no "quedar impuro por culpa de pensamientos indecorosos".

Sólo en ciertas tiendas de comestibles de Jerusalén se les exige llevar una falda de papel sobre el pantalón a fin de mitigar su atractivo sexual. Si no se tratara de una ofensa, para una mujer de cualquier edad esto podría constituir una suerte de adulación: ¿ser de por vida una sex symbol? Solamente los ultraortodoxos piensan que la voz de una mujer puede provocarlos. Los demás jaradíes se limitan a morderse los labios en señal de reprobación cada vez que a una joven se le da por tararear alegremente una melodía, y hasta podría decirse que su voz cantante funciona como cinturón de castidad.

Esto significa que el umbral de estimulación para los judíos ultraortodoxos de 8 a 80 años, es bajísimo. Lo cual los coloca por completo bajo una nueva luz: hasta no hace mucho, el libido no era un rasgo que distinguiera particularmente a los jaredíes.

De acuerdo con nuestros sabios de bendita memoria, la mujer que vive sola no debe tener un perro por temor a que ella, incapaz de contener su lujuria, pueda incurrir en un acto de bestialismo. Está bien; pero ¿y en el caso de un chihuahua? ¿Y si no fuera perro, sino perra? ¿Y qué hay del hombre que vive solo? ¿puede ser dueño de un perro, macho o hembra, o es que en tal caso no existe ninguna preocupación de que pueda dar rienda suelta a su lujuria con animales? Hasta que no recibamos una respuesta por parte del rabino Ovadia Yosef sobre este asunto, seguiremos caminando con mucho cuidado junto a nuestras mascotas, sólo por precaución.

En otras palabras, las mujeres constituyen una seria amenaza para la modestia de los hombres, mientras que los perros son los únicos capaces de tentar a las mujeres. Todo lo que queda es pensar en formas eficaces de ayudar a los judíos ultraortodoxos, de 13 a 120 años, a superar su muy desarrollado libido.

La solución es fácil: en lugar de quitar a las mujeres de todas las edades de los espacios públicos de Israel, podría hacerse un llamado solicitándoles a los judíos ultraortodoxos a que permanezcan en sus casas o donde quiera que ellos puedan sentirse seguros y protegidos del pecado que aguarda a sus puertas bajo la forma de una sex symbol eterna.

¡Buena Semana!