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Pacto con Irán: La sonrisa de Bibi

Bibi sonríeEstimados,

Hay algunos no soportan buenas noticias, porque trastocan su visión fija del mundo. Entre ellos se contar a Binyamín Netanyahu, que se mostró indignado por la confirmación de la desactivación del programa nuclear iraní.

A ver si a Bibi se le escapa una sonrisa. La dureza que no acepta sus errores no es más que agresión vacía. La diplomacia cumple.

Irán tenía instaladas más de 19.000 centrifugadoras de primera generación. Ahora el número se redujo a 6.104. Sus centrifugadoras avanzadas pasaron de 1.000 a 0. Sus reservas de uranio de bajo enriquecimiento pasaron de más de 10.000 kilos a apenas 300.

El camino que recorre el plutonio hasta convertirse en bomba quedó cortado. Irán está sujeto a lo que Obama calificó como «el régimen de inspecciones más exhaustivo y profundo jamás negociado para monitorear un programa nuclear». El tiempo mínimo que necesitaría sin controles para construir una bomba se extendió a un año, cuando antes era de apenas dos o tres meses.

Superamos la psicosis iraní-norteamericana-israelí en la que estábamos sumidos desde el nacimiento de la República Islámica, en 1979. El secretario de Estado, John Kerry, y el ministro de Exteriores iraní, Mohammad Zarif, formado en la Universidad de Denver, dialogan cada vez que hace falta. Los marines norteamericanos que se desviaron e ingresaron en aguas iraníes fueron liberados en 24 horas. La disputa financiera pendiente desde 1981 quedó saldada. La 18ª economía del planeta está a punto de reingresar al mundo, en momentos en que a la alicaída economía global no le viene nada mal un sacudón. El acuerdo nuclear, incluso en estos primeros días, no es hermético. Abre las puertas.

A todas estas cosas Bibi cree que Obama le puso precio a la cabeza de la humanidad, cuando en realidad debió aplicar «sanciones incapacitantes», y además dice que si no fuera por él, que marcó la delantera con las sanciones, «Irán ya tendría armas nucleares desde hace tiempo». Y clama que Irán «no renunció a sus ambiciones de tener armas nucleares».

Tal vez sí, tal vez no. En el bazar iraní, todos podemos especular, y no hay nada más barato que un pontificador de Irán.

Lo que queda claro es que Irán está mucho más lejos de obtener armas nucleares gracias a la diplomacia de Obama y Kerry que, a diferencia de Bibi, lidiaron con electorados hostiles en su propio país para llegar a este acuerdo.

Para Irán, la llegada del «día de implementación» del acuerdo implica el levantamiento de todas las sanciones relacionadas con el programa nuclear y el acceso a 100.000 millones de dólares en activos congelados en el exterior.

Una enorme nación está nuevamente abierta a los negocios, de nuevo en el sistema financiero global y en el mercado mundial del petróleo.

Netanyahu y los de su calaña creen que Irán usará esa riqueza en ciernes para lo peor. Eso no puede ser descartado. Israel e Irán siguen enfrentados en varios frentes, desde Siria y Líbano hasta Gaza. Pero la imposición por parte de Obama de nuevas sanciones leves por la realización de pruebas prohibidas de misiles es un recordatorio de esas persistentes diferencias.

Si algo demuestran los avances de los últimos días es que a 37 años de su revolución Irán oscila delicadamente entre los halcones y los reformistas, y que ninguno de los dos tiene poder suficiente para dictar los destinos del país porque se necesitan mutuamente, al menos por ahora.

Las inminentes elecciones parlamentarias tal vez ayuden a dilucidar cuál de los dos bandos va en ascenso.

Pase lo que pase, nadie puede decir que tener más contacto con el mundo pueda ser perjudicial para la altamente educada, moderna y cada vez más numerosa generación de jóvenes iraníes. Irán es un país pro-norteamericano que repite un gastado estribillo antinorteamericano. Y cuenta con una pujante comunidad en la diáspora, dispuesta a ayudar a reactivar al país, si se lo permiten.

El deshielo con Irán es el mayor logro de Obama en política exterior, y tal vez tenga un efecto transformador en toda la región. En los próximos diez años veremos los alcances. Y ese potencial es el que tiene tan inquieto a Netanyahu: él hubiese preferido que las cosas sigan igual.

Por favor Bibi, trata de decir la palabra «Irán» sin seguirla de la palabra «nuclear». Ya es hora. De hecho, hace tiempo que ya es hora, por más que no te gusten las buenas noticias.

¡Buena Semana!