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Genocidio: ¿Sólo para judíos?

genocideEstimados,

No reconocer un genocidio es injusto, desagradable y sumamente peligroso, no sólo para el pueblo que fue víctima de él, sino para nuestra civilización y condición humana.

Negar un genocidio es un repugnante intento de humillar a la víctima una vez más, seguir haciéndole daño, mantener abiertas sus heridas y acostumbrarse a mirar con indiferencia para otro lado.

No reconocer un genocidio es también dar legitimidad a la violencia, ya sea hacia las mismas víctimas o hacia otros pueblos. De hecho, queda claro que negar un genocidio es un mensaje de negadores comprometidos con sus intereses inmediatos de que se preparan para ser aún más violentos.

No es en absoluto casual que el primer ministro turco Erdogan en el último año amenazó dos veces con expulsar a 100.000 armenios de Turquía; y tampoco es casualidad que la Turquía de Erdogan siga siendo violenta con el pueblo kurdo, que sufre la destrucción de miles de sus aldeas con decenas de miles de muertos, y que frecuentemente no se le permita hablar en su lengua o promover su cultura.

Israel, el Estado judío, trata a toda costa de mantener una relación normal con Turquía, en gran medida a expensas de la verdad del genocidio armenio.

Se trata de una política profundamente errónea y moralmente cobarde. Es verdad, las naciones - especialmente las pequeñas - no pueden permitirse el lujo de no evaluar realidades políticas y riesgos de seguridad, pero a largo plazo debe haber límites también a la extensión de la realpolitik. La negación de la historia de un genocidio está más allá de cualquier límite aceptable.

Israel está completamente equivocado en no reconocer oficialmente el genocidio armenio. Ni siquiera le sirve de «justificativo» en estos últimos años en los que Erdogan muestra su lado más cruel hacia el Estado hebreo.

La historia nos demuestra una y otra vez que los judíos no somos únicos por haber sufrido políticas genocidas. Los innúmeros debates sobre cómo prevenir esas tragedias hasta ahora no ayudan a poblaciones que sufren asesinatos y expulsiones en masa, con el objetivo de despojarlas de su identidad étnica, religiosa o nacional.

Nuestra politización en el contexto de las relaciones con Turquía, no sólo es desacertada, sino que además cuestiona que Israel esté realmente comprometido con el «Nunca más» cuando de no judíos se trata.

Y podemos estar seguros de que no reconocer el genocidio armenio es una falta de respeto a la Shoá.

Casi no puedo creer que sea necesario escribir esto, pero es evidente que hay que repetirlo: debemos aceptar que todos los seres humanos corremos el riesgo de ser víctimas de acciones genocidas o de perpetrar esos mismos actos. Un mismo pueblo puede estar en ambas posiciones.

Negar esto me parece tan terrible y peligroso como negar el mismo Holocausto.

¡Buena Semana!