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Más de lo mismo, pero peor

Suenan alarmas en Tel AvivEstimados,

En un principio fue el homicidio de tres jóvenes israelíes por parte de asesinos palestinos, luego el homicidio de un joven palestino por asesinos judíos. De ahí en adelante, se suman los cálculos políticos en ambos lados para tener como resultado un nuevo capítulo de un viejo enfrentamiento.

En Oriente Medio hay quienes dicen que la única solución posible al conflicto ocurrirá cuando los palestinos no desconfíen de los israelíes y los israelíes no teman a los palestinos.

Obtener esa confianza mutua, que comienza con el reconocimiento del derecho de Israel a existir, no es fácil, especialmente para Hamás y para gran parte del mundo árabe-musulmán.

De cualquier manera, los asesinatos de los cuatro jóvenes está resultando en la reaunudación, después de un año y medio de calma, del lanzamiento de cientos de misiles de Hamás desde Gaza destinados a la población civil y los cientos de ataques israelíes que también causan víctimas civiles, por más que esa no sea su intención declarada.

El hecho de que los cohetes, que por años mantienen aterrorizados a las poblaciones israelíes vecinas a Gaza, estén alcanzando a casi todo el país, habla de una peor escalada con resultados impredecibles.

En ambos lados hay mucha gente que quiere vivir en calma. Pero no quieren la calma de los cementerios. Y cada muerte israelí o palestina resulta un alimento para más odio, venganza y retribución en un mortal círculo vicioso de nunca acabar y sólo empeorar.

La realidad actual hace pensar que es imposible que se llegue a esa confianza mutua entre israelíes y palestinos capaz de lograr un acuerdo.

Lamentablemente en cada momento que se vislumbró una oportunidad, siempre hubieron extremistas de turno que se ocuparon de encender alguna mecha, pero no demasiados estadistas con cabeza fría para evitar ese efecto dominó de muerte y destrucción.

Con el pasar de los días, la escalada de violencia parece salir de control y se presagia el peor de los escenarios: una incursión terrestre a Gaza.
La diplomacia mundial empezó a movilizarse para conseguir un cese de fuego, pero tanto Israel como Hamás, al menos de palabra, se muestran dispuestos a ir hasta el final.

Ese final, para Netanyahu, se traduce en destruir lo que él define como «infraestructura terrorista en Gaza», mientras que para Hamás es someter a un infierno a los israelíes, todo dentro de una retórica guerrera que en nada ayuda a aliviar las desgracias de las poblaciones de ambos lados de la frontera, enfrentadas a la angustia del estallido de proyectiles sobre sus cabezas.

Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea y la ONU exigen un cese inmediato del fuego. Pero por el momento no hay mediadores.

Desde la Segunda Guerra Mundial no hubo ningún país en el mundo que fuera objeto de ataques masivos de misiles como Israel. A partir del 2000, más de 14.000 de ellos fueron lanzados, desde Gaza, por Hamás y otras organizaciones terroristas. Un promedio de 1.000 por año, 3 por día. El objetivo de Hamás es claro, la aniquilación del Estado judío, como lo estipula su plataforma ideológica.

Tras la tregua que siguió a la operación «Pilar Defensivo», en 2012, quedó claro que era cuestión de tiempo para que Hamás comenzara una nueva ronda de violencia.

En vez de dedicar su tiempo y esfuerzos a mejorar la situación de la población en Gaza, Hamás los dedicó a fortalecer su infraestructura terrorista y aumentar su arsenal mortífero.

En abril de este año, la Autoridad Palestina pactó con Hamás la creación de un Gobierno de unidad nacional. Israel advirtió sobre los peligros del acuerdo. Pocas semanas después se inició un incremento de la actividad terrorista de Hamás.

Israel mantuvo prudencia durante días. Sin embargo, su paciencia se agotó con la intensificación de los ataques. Hamás no busca ningún acuerdo. No quiere diálogo ni lograr un compromiso histórico. En su defecto, intenta causar caos y dolor a través de la Yihad para así llevar a cabo su máximo objetivo ideológico.

Israel no puede tolerar una situación en la que cada dos años millones de sus ciudadanos se vean obligados a vivir bajo esa constante amenaza. Ningún país lo haría.

El Gobierno israelí tiene todo el derecho a una legítima defensa y tiene la obligación de actuar con decisión cuando sus habitantes son atacados alevosamente.

¡Buena Semana!