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La campaña electoral de Liberman

Avigdor Lieberman
El reciente discurso del Ministro de Relaciones Exteriores, Avigdor Liberman, ante las Naciones Unidas, fue la salva de apertura de su campaña electoral para la 19ª Knéset.

Liberman, quien es el presidente de Israel Beiteinu, se ha embarcado en una puja por el liderazgo de la derecha, posicionándose a sí mismo como el guardián de "los que dicen la verdad", de quienes no van a dejarse presionar ni habrán de capitular como el Primer Ministro Binyamín Netanyahu.


La rivalidad entre Liberman y Netanyahu no es nueva, pero, hasta la semana pasada, los dos se abstuvieron de iniciar una guerra abierta. Lieberman eligió astutamente la "crisis" generada por el congelamiento en la construcción de asentamientos para poner contra la pared al Primer Ministro, para sembrar dudas acerca de su fiabilidad, y para demostrarles a los votantes de la derecha quién es lo suficientemente fuerte como para enfrentar la presión estadounidense.

La demanda estadounidense de congelar la construcción de asentamientos fue concebida desde un principio como una amenaza que atenta contra la unidad de la coalición gobernante de Israel y la estabilidad de la posición de Netanyahu en su cargo de primer ministro. También fue pensada para generar una tensión constante entre Netanyahu y el ala derecha de su partido, Likud, y sus "socios naturales" de otros partidos de la derecha.

El presidente palestino, Mahmud Abbás, reveló esta estrategia en una entrevista con el Washington Post, la primavera pasada, dejando en claro su intención de mantenerse al margen y no abandonar esa posición hasta que el presidente EE.UU, Barack Obama,provocara la caída de Netanyahu.

Amenazó y cumplió cabalmente su amenaza. Retornó a las conversaciones directas con Israel justo antes de la expiración del período de congelamiento en la construcción, y súbitamente apareció interrumpiéndolos con la demanda de no retomar nuevamente la construcción.

Netanyahu se enfrentó con problemas, tanto en el plano nacional como en el internacional. Sus discursos sobre la paz no logran convencer a nadie en la comunidad internacional; sus promesas en cuanto a lograr un histórico acuerdo de paz dentro de un año son recibidas con escepticismo, y sus quejas al sentirse tratado injustamente, se ignoran.

"El mundo", incluyendo a Obama, odia los asentamientos y quiere el congelamiento en la construcción. Sin embargo, y a diferencia del congelamiento que terminó el 26 de septiembre, que no logró sacudir el barco de la coalición, esta vez Netanyahu ha encontrado una oposición. Lieberman advierte sobre un complot norteamericano para imponer un acuerdo de paz y asegura que permanecerá en el gobierno y luchará para frustrarlo.

La respuesta a tal insurrección de Lieberman debería haber sido su remoción del Ministerio de Relaciones Exteriores, sustituyéndolo por la líder del Partido Kadima, Tzipi Livni. Sin lugar a dudas, la participación de Kadima en el gobierno en lugar de Israel Beiteinu, Shas y Habayit Hayehudi, enviaría un claro mensaje al mundo de que Netanyahu hablaba en serio y efectivamente tenía la intención de lograr un compromiso con los palestinos.

Tal medida, sin embargo, supone grandes riesgos. Livni podría unir fuerzas con los adversarios de Netanyahu y llevarlo a la ruina en lugar de salvarlo. Eso fue lo mismo que hizo con Netanyahu el líder del Partido Laborista, el Ministro de Defensa Ehud Barak, durante su anterior mandato como Primer Ministro.

Y si Kadima se une al gobierno y el proceso de paz avanza, la presión del exterior se aliviaría notablemente, pero pondría al Likud al borde de una nueva división por segunda vez en cinco años. Entonces, Lieberman estaría listo para recoger los pedazos y los votantes.

Esa es la razón por la cual Netanyahu se ha abstenido de despedir a Lieberman tras el discurso en la ONU. Prefirió limpiarse la saliva de la cara y soportar la crítica de los medios en lugar de involucrarse en un duelo con hora y lugar a elección de Liberman.

El Ministro de Relaciones Exteriores es considerado como un político calculador, que mantiene sus cartas siempre cerca del pecho y los ases en la manga, pero que también tiene sus debilidades. Es impaciente y sensible a lo que se escribe de él, y se preocupa por rodearse de aduladores. Estas son claras señales de inseguridad. Tarde o temprano, podría tropezar o ser sometido a juicio, lo que acabaría por completo con su carrera por el liderazgo de la derecha y del país.

Sin embargo, podría resultar demasiado tarde para Netanyahu, que ha quedado como un líder débil después del incidente en torno al congelamiento de la construcción. Se lo considera indeciso, escabulléndose entre derecha e izquierda, entre Lieberman y Obama, en un esfuerzo por evitar tomar una decisión. Al público le está resultando complicado analizar sus acciones. ¿Es que tiene la intención de retirarse de Cisjordania o sólo quiere intercambiar afilados insultos con Abbás?

El misterio no habrá de resolverse ni aún en el caso de que Netanyahu dé una respuesta positiva a Obama, extendiendo el congelamiento en la construcción por otros dos meses a cambio de una canasta de regalos, repleta con promesas estadounidenses. De esa manera, sólo estaría ganando tiempo para tomar una decisión.

Debería acudir a la reunión de gabinete del próximo miércoles con una clara comprensión de lo que está proponiendo y de aquello por lo que tiene intención de luchar. Debería echarle un buen vistazo a su slogan de campaña electoral, al mensaje que quiere dar al electorado.

¿Es realmente un hombre de paz o un tramposo político, alguien que evita el escrutinio del mundo escondiéndose en sí mismo o un estadista revolucionario? Sus decisiones acerca de lo que debe hacerse deberían surgir naturalmente de decisiones más básicas con respecto a quién y qué es él. Su continua palabrería sólo le sirve a Lieberman, quien aguarda el momento adecuado para hacer su movida.

Fuente: Haaretz - 6.10.10