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¡Ven a casa!


El quinto Pesaj y Guilad no regresó a casa. En la noche del Seder habrán pasado ya 1.760 largos e interminables días solo y abandonado en los sótanos de Hamás; casi medio decenio.


En esta época del año se percibe el fuerte aroma de la primavera. La naturaleza se renueva con su colores brillantes que aquí abundan. Los días son más largos y pletóricos de luz. Pero yo, lamentablemente, no puedo sentir que también en mí la esperanza renace. Esta pesadilla que ha entrado en nuestras vidas no tiene fin.

Me imagino a Guilad saliendo de la oscuridad que lo envuelve directamente hacia la primavera que se vislumbra aquí afuera. Le insuflo fuertemente una enorme porción de aroma de flores que se entibia con la luz resplandeciente que aquí tenemos de sobra y que tanto tiempo le está vedado gozar.

Brilla tanta luz en esta región conflictuada, dura y violenta en la que estamos viviendo. Yo deseo seguir viendo a mi Guilad exactamente así, iluminado y sonriente en la primavera de sus años. Pero dentro mío aún continúa el invierno frío; y así será hasta que mi hijo regrese a mí.

Todo el tiempo me asombro nuevamente cómo es que todos conocen a Guilad. En mi interior me alegra haber elegido el nombre Guilad; tan israelí, bíblico. El rostro vergonzoso de mi hijo está presente en cada casa. Su tenue sonrisa se refleja en cada afiche, propaganda, calcomanías, remeras y notas en los periódicos.

Pero Guilad no es un cartel o una imagen de cartón. Guilad es una persona viva, de carne y hueso.

La gente se acerca a la carpa de protesta. Veo en sus ojos las mejores intenciones. Mi Guilad es también el de ellos. Lo tocan a través mío, rezan por él para que regrese, vuelven a preguntar ¿cómo es posible? ¿Cómo es que el Estado de Israel, una vez más, no logre durante años devolver a casa un soldado que salió a una misión?

Soy quizás egoísta. Quiero que regresen aquellos días ocultos, anónimos, en los que fui Aviva Shalit y mi hijo era sólo mi hijo; y su camino estaba abierto a su antojo.

Hay quienes consideran que las mujeres y las madres "hablamos desde el vientre" y no desde la cabeza. Deseo recordar que nuestros hijos permanecen sólo nueve meses en nuestros vientres. Posteriormente, el turno le corresponde principalmente a la cabeza. La cabeza es la que los educa hacia los valores en los cuales creemos.

Así criamos Noam y yo a Guilad, Yoel y Hadás. La cabeza es la que apoyó la decisión de Guilad de ser un soldado combatiente. Fue la cabeza la que creyó fielmente que somos un país y una sociedad ética; una sociedad donde los valores de garantía mutua y responsabilidad pública son básicos. La cabeza, no el vientre, no está dispuesta a aceptar la fuga de la responsabilidad del Estado hacia sus soldados que manda a luchar.

¿Acaso olvidamos estos valores? ¿Nuestros dirigentes los han olvidado? ¿Será que el estoico Estado de Israel, en brazos de su seguridad, no sabe cómo enfrentar los peligros del terrorismo? ¿Acaso las organizaciones terroristas aguardan a algunos cientos de presos que serán liberados de las cárceles israelíes?

A mi pesar, el primer ministro se desentiende del hecho de que dejar a Guilad librado a su destino es un peligro existencial para los jóvenes, para Tzáhal y para la sociedad israelí.

Nosotros estamos actualmente en nuestra carpa de protesta frente a la residencia del primer ministro después de dejar nuestro hogar y nuestro lugar de trabajo hace ya nueve meses, reclamando y exigiendo del gobierno de Israel y del primer ministro, que enviaron a Guilad hace cinco años a una misión, que hagan todo lo que tengan que hacer, pagar lo que sea necesario, liberar a quien pidan y devolver a Guilad a casa.

El precio no cambió en los cinco años y el Estado de Israel no supo crear durante todo este período ninguna opción valedera; incluso el uso de cualquier medio represivo sobre los secuestradores de Guilad.

Nosotros estamos en la carpa y afuera la vida sigue su curso. Hace cinco años yo también me preparaba para la noche del Seder de Pesaj. También yo me apresuraba para hacer las compras, cocinar para mis hijos y para los invitados. Como cualquier madre, también yo me ocupaba de las comidas que les gustaban, la ropa nueva... ¿acaso Guilad vendrá del ejército para la fiesta? Por lo visto, tampoco este año estará presente.

Nosotros no festejamos sin él. No celebramos hasta que venga a casa. No celebramos la fiesta de la libertad hasta que no se le devuelva a Guilad la suya, que le fue arrebatada hace ya media década.

Creo que no existe traducción en ningún idioma la frase a "a casa". Es tan especial como sólo ella puede ser. Determina lugar, dirección y añoranza. Guilad, vuelve a casa, le susurro. ¿Será que también él susurra en silencio "a casa" entre sus labios?

A veces, cuando los días se alargan y cae sobre la carpa un halo de silencio repentino, mi mirada se dirige a la puerta y dejo volar mi imaginación esperando que eso ocurra. De pronto, en la serenidad del mediodía la carpa se llenará de gente y alegría. "Se terminó Aviva", ellos me dirán, "Guilad vuelve a casa".

Y una sonrisa se dibujará en mi rostro y en mi corazón; y sentiré que las palmas de mis manos se abren y mi pecho vuelve a llenarse de aire, como si no hubiera respirado hasta ese momento.

En ocasiones esa visión es tan concreta, tan real que me veo a mí misma, así de repente, contenta, frente a la entrada de la carpa. Pero ella permanece vacía.

Un solo pedido hacia ustedes, la multitud que llega y me dice "él es como si fuera mi hijo", "es mi hermano", pueblo de Israel, desde Dan hasta Eilat: En este Pesaj cuando se sienten alrededor de la mesa del Seder, vestidos con ropas festivas, rodeados de todos vuestros seres queridos, gozando la comida y leyendo juntos la Hagadá sobre la salida de la esclavitud hacia la liberación, del sometimiento a la redención, el cruce del Mar Rojo y la salida desde la oscuridad hacia la luz, deténganse un momento, sólo un instante, y recuerden a Guilad, un hijo de Israel que quedó atrás.

Un hijo de Israel que hace cinco años está solo y abandonado, mortificándose en su prisión, y soportando una vida muy amarga.

Fuente: Yediot Aharonot - 18.4.11
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il