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Hablar en casa, no afuera

Netanyahu no necesita pronunciar un discurso ante los norteamericanos. A quienes debería dirigir la palabra es a los israelíes. Bibi aún nos debe una explicación acerca de cómo percibe el futuro del Estado judío. Somos los ciudadanos de Israel quienes lo hemos elegido.

Una noticia sensacional: El mes que viene, el primer ministro pronunciará un discurso ante el Congreso de los EE.UU. Con toda probabilidad, habrá de ser un discurso brillante, excelente, uno compuesto en el estilo y lenguaje característicos de Binyamín Netanyahu.

Netanyahu explicará por qué Israel tiene razón, y expondrá los peligros que enfrenta. Advertirá sobre la amenaza de Holocausto por parte de Irán; anunciará que Israel está dispuesto a entablar negociaciones y que, en realidad, son los palestinos los que se empeñan en esquivar las conversaciones de paz.

Bibi va a recordar el hecho de que a nosotros nos ha tocado vivir en un lugar hostil, y que cuando la tormenta campea afuera, no es el momento oportuno para tomar decisiones apresuradas. Alabará la tradición democrática estadounidense y su sistema económico, y sus palabras cautivarán los corazones de todos aquellos que nos ven como a un pequeño Estados Unidos.

Netanyahu habrá de convencer a los convencidos, pero el suyo será un discurso a la nación equivocada. Bibi no necesita pronunciar un discurso sobre política exterior ante los norteamericanos. A quienes debería dirigir la palabra es a los israelíes. Netanyahu aún nos debe una explicación acerca de cómo percibe el futuro del Estado judío. Somos los ciudadanos de Israel, no los estadounidenses, quienes lo hemos elegido. En consecuencia, los israelíes aún esperamos de él una detallada relación sobre sus convicciones.

Dos años después de haber sido elegido primer ministro, a pesar de que su partido no obtuvo la mayoría de los escaños en la Knéset, en Israel hay quienes piensan que Netanyahu ha fracasado al no promover conversaciones con los palestinos o no iniciar políticas diplomáticas. Sin embargo, Bibi se ha limitado a hacer lo que sus creencias ideológicas le dictaban: no ha renunciado a los territorios.

No cabe duda de que hizo promesas irresponsablemente, en Israel y en el exterior, y afirmó su anhelo de continuar con las negociaciones. Sin embargo, sus deseos más profundos apuntan en dirección opuesta. Y tanto los palestinos, con su obstinado extremismo, como el presidente Obama, con su inexperiencia, le han facilitado las cosas. Dos años han pasado y aún no hay tratativas; ningún asentamiento ha sido evacuado; la construcción en los territorios continúa, y se ha fortalecido el control de Israel sobre estas tierras.

Al ignorarse el alto precio que Israel ha debido pagar en términos de posicionamiento internacional, la táctica de Netanyahu parece haber sido reivindicada. Pero Bibi debe explicarles a los ciudadanos de Israel - y no a los pueblos del mundo - hacia donde pretende conducir al Estado. Él les debe a los israelíes una explicación acerca de sus objetivos y de las tácticas adoptadas para alcanzarlos. En pocas palabras: ¿Qué clase de Israel vislumbra dentro de unos años?

El presidente de la Knéset, Reuvén Rivlin, y el ex ministro de Defensa y ministro de Exteriores, Moshé Arens, han expresado su punto de vista, que se ajusta en todo a la posición tradicional de Likud: Israel, dicen, debe controlar las tierras de Judea y Samaria y, con el tiempo, anexarlas. En relación a los aspectos liberales de la ideología del patriarca del Likud, Zeev Jabotinsky, Rivlin y Arens afirman que debe otorgarse la ciudadanía israelí a los palestinos. Sin embargo, una cuidadosa lectura de sus declaraciones revela que aún tienen ciertos reparos al respecto. Los palestinos de Cisjordania, sugieren, deben obtener la ciudadanía sólo "cuando llegue el momento", "poco a poco", "de acuerdo con las circunstancias."

El genio anexionista, que ha sido siempre un elemento básico de la ideología del Likud, ha salido finalmente de la botella. Es evidente que su aplicación podría significar el fin de Israel como Estado judío y democrático. Por supuesto, Rivlin, Arens y sus colegas lo niegan.

Los ciudadanos de Israel tienen derecho a saber si la visión de Arens y Rivlin es compartida por su primer ministro. Netanyahu debe ir un poco más allá del conjunto de trucos y tácticas de las relaciones públicas, no todas ellas condenables, y aclarar el punto clave: ¿Concibe a Israel todavía a cargo del control de millones de palestinos?

De ser así, debe decirlo públicamente; si no, debería esbozar las alternativas que propone. Ningún discurso de relaciones públicas, sin importar qué tan exitoso fuera, puede eximirlo de su obligación de hablarle a la nación asentada sobre Sión, y no a aquella cuya capital ciñe las orillas del Potomac.

Fuente: Haaretz - 24.4.11
Traducción: www.argentina.co.il