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Cabeza dura

Una y otra vez, Netanyahu hizo que senadores y congresistas se pusieran de pie, pero él mismo se estaba viniendo al suelo. El discurso del rey no fue más que un largo y fluido tartamudeo. Bibi acaba de perder la última oportunidad que la historia habrá de darle.

Al convertirse en primer ministro, Binyamín Netanyahu se vio obligado a formular una estrategia de paz. El orden de sus aspiraciones incluía dos alternativas: un acuerdo provisional o un estatuto definitivo con los palestinos. Bibi optó finalmente por un acuerdo definitivo.

Pero durante todo ese tiempo en que hubiera sido posible establecer un Estado palestino evacuando solamente asentamientos ilegales y aislados, Netanyahu prefirió no actuar. En cambio, aseguró a los norteamericanos y a los europeos que un acuerdo de paz estaba muy cerca de lograrse. Prometió también a todos los israelíes de buena voluntad seguir los pasos de Itzjak Rabin. "Si tan sólo el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbás, bajara de su árbol", pensó suspirando: "Si tan sólo me diera una oportunidad, yo sorprendería al mundo con una iniciativa de paz de una clase completamente inédita".

Esta semana, Netanyahu finalmente tuvo su oportunidad. Hay que aceptarlo: Abbás no ha bajado de su árbol ni tiene intenciones de hacerlo. Los palestinos no están de nuestro lado. Por si fuera poco, el presidente de EE.UU, Barack Obama, lo trató despectivamente y con rudeza.

Pero al final, el discurso de Obama ante el AIPAC logró corregir en gran medida los defectos de su anterior alocución en el Departamento de Estado. Se ocupó de dejar en claro que no habrá retirada de las fronteras de 1967 hasta que no se haya resuelto por completo el problema de los refugiados. Se comprometió firmemente a garantizar la existencia de un Estado judío en Israel, a la desmilitarización de Palestina y a mantener intercambios territoriales que tengan en cuenta la compleja realidad de los bloques de asentamientos.

Así, el resultado combinado de los discursos de Obama fue muy bueno para Israel. Lo que se pidió en respuesta fue una movida israelí que apoye al presidente en la defensa del Estado judío dentro del difícil contexto de un mundo hostil. Se afirmó la necesidad de mantener una decidida colaboración israelí en favor de los esfuerzos que EE.UU realiza con el fin de evitar un colapso diplomático inminente y dejar abierta la posibilidad de una paz futura. Netanyahu debía hacer un gesto en nombre de Israel para demostrar su generosidad. Era un plan de paz israelí lo que tenía que ofrecer.

Pero Bibi no lo hizo. No hubo ningún gesto, ni muestra de generosidad, ni plan de paz. Después de cuatro meses de expectativa, el discurso del rey no fue más que un largo y fluido tartamudeo.

El discurso de Netanyahu habría de mantenerse o de caer luego de 30 palabras. Su misión no era abrir las puertas del cielo; sólo debía limitarse a adoptar indirectamente una fórmula diplomática sensible, integral y creativa.

Pero incluso eso Netanyahu no fue capaz de dar. Incluso esas 30 palabras lo asustaron. Una y otra vez, el primer ministro hizo que senadores y congresistas se pusieran de pie, pero él mismo se estaba viniendo al suelo. Netanyahu acaba de perder la última oportunidad que la historia habrá de darle.

Dentro de unos meses, la realidad llamará a la puerta. Entonces Israel se verá relegada a un aislamiento nada heroico en las Naciones Unidas y condenada al ostracismo en la sociedad de las naciones.

Al mismo tiempo, comenzará un nuevo levantamiento palestino. Las masas liberadas del mundo árabe le darán su apoyo. Ya no habrá sosiego en materia de seguridad. El crecimiento económico se detendrá. La situación colapsará.

¿Será Netanyahu la causa directa de este colapso? No. Pero sí habrá de ser el hombre que no hizo todo lo posible para impedirlo. Por lo tanto, será hecho responsable. En este terrible sentido también, se convertirá en otra Golda Meir.

Ahora, la pelota ha pasado a manos de Ehud Barak y Dan Meridor. Netanyahu se ha dedicado a engañar a estos dos ministros moderados; les ha llevado a confundir a estadounidenses, europeos e israelíes. Si el ministro de Defensa y el viceprimer ministro continúan ocupando sus cargos en este gobierno fracasado, serán las versiones 2011 de Moshe Dayan e Israel Galili en el gobierno de Golda, ya que ellos fueron capaces de ver, de entender, y hasta se ocuparon de hacer advertencias; en una palabra, ellos sabían, pero no se opusieron.

Barak y Meridor deben hacerle saber al primer ministro esta semana que si una iniciativa israelí no se materializa pronto, ellos renunciarán. Sus palabras deben tener la contundencia de una pistola en la sien. ¿Quién sabe? Quizá esa pistola genere en Netanyahu lo que Obama y el Congreso no lograron. Tal vez ante una amenaza real, Bibi finalmente decida salir de su caparazón.

Pero si no lo hace, entonces Barak y Meridor ya pertenecen a la oposición. Deben darle todo su apoyo a Tzipi Livni en la lucha por derrocar a este gobierno.

No se le puede guardar ninguna confianza al ejecutivoo de Netanyahu que lo único que hace es poner palos en la rueda e impedir el progreso de Israel.

Fuente: Haaretz - 27.5.11
Traducción: www.argentina.co.il