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¡Dejen que hable!

Es importante que sepamos que detrás de la escena también se produce un gran debate acerca de cuestiones existenciales, y que también entre los líderes - y no sólo en las calles de Israel - hay desacuerdos fundamentales con respecto a las soluciones posibles.

Hace algunos años, me reuní con un oficial de muy alto rango en nuestra industria militar que realizó duras acusaciones contra uno de los altos funcionarios de la misma. Algunos miembros me aseguraron posteriormente que aquel hombre se decidió a hablarme en razón de que había sido despedido. "¿Qué cosa es de lo que se está tratando aquí?", preguntaron. "Es algo que puede ser cierto", respondí yo, "pero en realidad no me importa."

La regla de oro en aquel entonces, tal como continúa siendo hoy, consiste en que la verdadera pregunta tiene que ver con la sustancia y no con los motivos. Los motivos, por más nobles que sean, no pueden sustituir a los hechos, al igual que motivos más modestos no desdicen la veracidad factual de los hechos.

El debate público acerca de cuál será el motivo de "asaltos" a los medios de comunicación por parte de jubilados del sistema de defensa puede revestir cierto interés, y probablemente resulte aún mucho más interesante en el ámbito de circulación del chisme, pero lo que es seguro es que no podrá en ningún caso sustituir al discurso público necesario luego de tales declaraciones.

En otras palabras, aún en el caso de que el ex Jefe del Mossad, Meir Dagán, hubiera sido rechazado tras solicitar otro año en el cargo - como afirman varios ministros -, esto no anula el contenido de sus declaraciones; más aún, no anula la necesidad de realizar tales declaraciones.

No cabe duda de que la exposición de los dilemas que se tienen en materia de seguridad, o de los que provocan el ineficaz desempeño de los líderes, conlleva un precio. Sin embargo, tal exposición y sus efectos - incluido el precio que debemos pagar por ello - es preferible a una enceguecida confianza en aquéllos que deben velar por nuestro bienestar y seguridad.

Es importante que sepamos que detrás de la escena también se produce un gran debate acerca de cuestiones existenciales, y que también entre los líderes - y no sólo en las calles de Israel - hay desacuerdos fundamentales con respecto a las soluciones posibles.

De haberle dicho a la gente lo que realmente pensaban acerca de los asuntos liderados por el trío Olmert-Péretz-Halutz durante la Segunda Guerra del Líbano, en lugar de compartirlo con la Comisión Winograd un año después, los líderes - generales de Tzáhal, así como ministros del gobierno - habrían evitado el derramamiento de mucha sangre, ahorrándole al pueblo un gran dolor.

Cuando el presidente Shimón Peres declaró ante esa misma comisión, respondiendo a la pregunta de por qué no había declarado públicamente que la guerra era innecesaria si era eso lo que pensaba en realidad, el mandatrio respondió que su silencio era consecuencia de la colegialidad. Sin embargo, silencio no es sinónimo de colegialidad.

En todo caso, y lamentablemente, esta vez silencio es casi un sinónimo de cobardía. Pero la cobardía no es un atributo de Meir Dagán; ni en los muchos años de servicios donde le tocó desempeñar diversas funciones en nuestro sistema de defensa, y menos en la actualidad.

Fuente: Yediot Aharonot - 12.6.11
Traducción: www.argentina.co.il