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La rebelión de los esclavos

Antes los esclavos sabían quien era el patrón. Si llamaban al esclavo "Jefferson", era porque trabajaba en el campo de Jefferson. Los esclavos modernos ni siquiera conocen quien sostiene la otra punta de la cuerda. Una red intrincada de nudos envuelve sus vidas.

Mis hermanos esclavos,

Permítanme comenzar y decirles, que a pesar de todo lo que han oído, de todo lo que escucharán, ustedes tienen razón.

En los próximos días, se reíran de ustedes; dirán que no tienen metas y vuestros verdaderos móviles son políticos; explicarán que vuestra protesta es infantil y pretensiosa; los atiborrarán con decisiones cuyo único objetivo es disimular el hecho de que nada ayudará. Ustedes aún tienen razón.

Ustedes tienen razón porque se han convertido en esclavos.

Las ataduras son transparenttes, las cadenas en vuestros piés son invisibles, pero aún lastiman. Son esclavos de las hipotecas, esclavos de los alquileres, esclavos de los precios de los alimentos, esclavos de los precios del combustible.

Ustedes son esclavos de la burocarcia y de la administración indiferentes a vuestro destino; esclavos de los ricachones que se transfieren unos a otros los millares de shékels, que gran parte de ellos fueron tomados del dinero de vuestra jubilación sin que se molestaran en preguntarles o darles una explicación.

Esclavos de un régimen que se convirtió en un club de amigos cerrado en el que permanecen las mismas personas que se intercambian reiteradamente en las mismas funciones, concluyen los asuntos con un guiño de ojo y saben que nunca tendrán que pagar el precio del fracaso.

Ustedes son esclavos dado que la esclavitud es un estado en el que uno trabaja y el otro gana.

Si el queso cottage aumenta, el combustible aumenta, el alquiler aumenta, los pagos por sanidad aumentan, pero ustedes ganan lo mismo, o menos, entonces es otro el que gana. Alguien con contactos, sin problemas, alguien que conoce muy bien las reglas del juego.

Porque si la mayoría de los productos básicos es mucho más cara que en Europa o EE.UU, y al mismo tiempo ustedes ganan mucho menos que en Europa o EE.UU, este es entonces un nuevo modelo de esclavitud. Nadie los azota con látigos en los campos de algodón, pero tampoco es necesario, ustedes están atados a esta tierra.

Por lo menos antes los esclavos sabían quien era el patrón. Si llamaban al esclavo "Jefferson", era porque trabajaba en el campo de Jefferson. Los esclavos modernos ni siquiera conocen quien sostiene la otra punta de la cuerda. Una red intrincada de nudos envuelve sus vidas, los dirige sin que ellos sepan cómo funciona.

Nosotros no somos socialistas, hermanos esclavos, pero sabemos reconocer la injusticia cuando la vemos. La clase media israelí paga por quien está debajo suyo, y eso está bien; pero también paga por quien está encima suyo, y eso no está bien.

Ella paga por los indigentes, y sus impuestos sostienen a un niño en Bnei Brak y a otro niño en Umm al-Fajm; y no tenemos ninguna queja por ello. Toda sociedad humana debe ocuparse de los más débiles.

¿Pero como puede ser que la clase media pague por quien está encima suyo? ¿Cómo es que el dinero que debería permitir a los nuevos esclavos terminar el mes, vaya a parar a los grupos con intereses más fuertes que el de ellos?

En los últimos días muchos dedos acusadores se alzaron fuera de las carpas de protesta. Ellos se dirigieron a los ricachones, a los asentamientos, a las grandes comisiones, a los ortodoxos, a los trabajadores del sector público. Desde el punto de vista de los esclavos, está todo bien. Cuando eres esclavo, todos pasan a ser tus dueños.

¿Por qué el gobierno permite que se llegue a esta situción? Porque sabe que callaremos. Dado que los esclavos siempre callan. Porque si empezamos a gritar y a enojarnos, el gobierno sólo necesita esperar; algo ya llegará: la próxima guerra, desalojar un asentamiento, el mes de septiembre en la ONU. Siempre algo ocurrirá que permita enarbolar la bandera patriótica y hacerla flamear ante los ojos de los esclavos para que éstos se mantengan en silencio.

Callarán y continuarán yendo a la reserva del ejército; callarán y seguirán pagando clases particulares para sus hijos porque el sistema educativo no es suficientemente bueno; callarán avergonzados frente a sus padres cuando soliciten ayuda para el alquiler; callarán y estarán parados en interminables embotellamientos horas y horas.

Sí; esta es una inequívoca característica de los nuevos y modernos esclavos: son invisibles. Nuestro gobierno, mientras estrecha su mano secretamente por debajo de la mesa con representantes de los ricachones y grupos con intereses diferentes, no recuerda la mayoría del tiempo que ellos existen.

La economía no es un objetivo; es un medio destinado a mejorar la vida de los habitantes. La economía no es un éxito si los sueldos no aumentan, si los precios son caros, si el nivel de vida de los esclavos continúa descendiendo.

La economía no es un éxito si una persona no paga el precio de los fracasos.

¿Acaso alguien paga el precio del tren que no llega? ¿el precio de la muerte de la anciana que nadie desalojó del pasillo del hospital? ¿el precio del jóven aprendiz que abandonó con rabia impotente el hospital porque ya no puede más?

Por supuesto que no. Porque los esclavos no mueren. Sólo se van cambiando.

Fuente: Yediot Aharonot - 21.7.11
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il