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Más político que político

El hecho de que los partidos y el debate político mismo estén presos en la división del conflicto israelí-palestino es lo que ha permitido en Israel que su aguda transformación económica, con tal nivel de desigualdad, se lleve a cabo tan despreocupadamente y con tanta "naturalidad".

La protesta por la vivienda en Israel es de índole política. La política, tal como explicó alguna vez el teórico de las comunicaciones, Harold Lasswell, se trata de "quién obtiene qué, cuándo y cómo". Toda acción ejecutada para influir en una política es política. Por tanto, no hay nada más político que las carpas surgiendo en todo el país.

La protesta por la vivienda es además una patente declaración de izquierda. En el mundo de las ideas políticas, las exigencias de justicia social, la responsabilidad del Estado por el bienestar de sus ciudadanos, la reducción de las brechas sociales y la igualdad constituyen la esencia misma de la izquierda. Incluso en el ámbito de la política práctica, estos son los ejes de las exigencias en la mayoría de las democracias del mundo. Estas cuestiones establecen la principal diferencia entre los partidos en las elecciones y forman la base misma de las definiciones convencionales entre izquierda y derecha.

¿Y por qué no es algo obvio? Porque en Israel, "izquierda" significa estar a favor de la paz y de la negociación con los palestinos, mientras que "derecha" quiere decir prestar solemne juramento por la Gran Tierra de Israel. Desde la Guerra de los Seis Días de 1967, el sistema de partidos, la política y el debate político se han sumido en una división definida por el conflicto israelí-palestino.

Esto es particularmente evidente y crítico en el ámbito socio-económico, que es lo que define la política en casi todos los países. En Israel, no existen diferencias claras entre los principales partidos con relación a esta materia.

Los grandes partidos no se ocupan de proponer alternativas realistas y bien estructuradas. No existe un inteligente debate público en marcha que pueda ayudar a los ciudadanos a comprender debidamente los problemas, a formular una doctrina coherente, y por ende, a vincularla a su preferencia partidaria y a su voto. Las cuestiones de política socioeconómica son rápidamente definidas como materia de especialistas, de la cual los políticos nunca deben ocuparse.

Dado que estos temas polémicos no son incluidos en la agenda de los partidos ni se reflejan en sus campañas electorales, las preferencias de los ciudadanos en estos asuntos quedan sin representación alguna. La gran mayoría del electorado está muy lejos de sus líderes y de las políticas neoliberales que han venido aplicando desde hace años; la mayoría de la opinión pública quiere una política social igualitaria que reduzca las brechas socioeconómicas. Sin embargo, tales preferencias no hallan ninguna expresión concreta en la Knéset, pero tampoco en la política.

Casi el 60% de los miembros de la 18ª Knéset pertenecen a partidos que defienden una posición claramente neoliberal y capitalista: el Likud, Kadima e Israel Beiteinu, que en conjunto suman 70 diputados. Pero la opinión pública se encuentra definitivamente en otra parte cuando se trata de política socioeconómica, tal como demuestran muchos estudios.

En la encuesta electoral israelí de 2009 hicimos la misma pregunta que hemos hecho por más de 40 años: "Con respecto a la vida económica de Israel, ¿está a favor del enfoque socialista o del capitalista?". Entre los que respondieron a la pregunta, el 32% eligió el capitalismo, mientras que el 68% declaró apoyar el enfoque socialista.

Este es el menor apoyo al capitalismo que hemos encontrado desde que fuera lanzado el Plan de Estabilización Económica a mediados de 1980. Dicho plan marcó un punto crítico en la política económica de Israel, de una con carácter socialista a otra liberal-capitalista.

La encuesta de 2009 también reveló que el 74% de los encuestados pensaba que "el gobierno debe ser el responsable de garantizar que todos tengan un empleo y un nivel de vida razonable"; sólo un 9% creía que "el gobierno no debe intervenir y cada cual debe preocuparse sólo de sí mismo".

El hecho de que los partidos y el debate político mismo estén presos en la división del conflicto israelí-palestino es lo que ha permitido que la aguda transformación de Israel - de ser una sociedad que supo servir como modelo mundial de solidaridad e igualdad en la década de los '70, a otra con tal nivel de desigualdad que rivaliza con Estados Unidos - se lleve a cabo tan despreocupadamente y con tanta "naturalidad".

Por esa razón, para que la actual protesta tenga éxito, debe definirse como política, y traducirse en actos políticos. Aquellas cuestiones que sirven de fundamento a las manifestaciones por la vivienda deben ser puestas en el centro de la vida democrática israelí. La discusión sobre "quién obtiene qué" debe volver al primer plano político, lo que significa que debe hallar expresión dentro de los partidos políticos y las elecciones.

De lo contrario, volverá a ser engullida por el agujero negro de la disputa sobre los territorios.

Fuente: Haaretz - 29.7.11
Traducción: www.argentina.co.il