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El pobre y el hijo del Rey


Este mes Gilad Shalit cumplirá 25 años, y las protestas actuales que nos mancomunan nacieron de jóvenes como él y por ellos. Es un bueno chico de la Galilea, un soldado combatiente que tendría que estar ahora finalizando su licenciatura en el Tejnión.

Cuando llegó el momento de alistarse, lo hizo en la división de tanques sin hacer preguntas. Él sabía que le daba al país todo lo que un israelí está obligado a dar, y que en momentos de necesidad, si así lo llegara a requerir, Israel estaría junto a él. Ese es el acuerdo más importante entre el Estado sionista y sus ciudadanos.

Pero ya hace cinco largos años que Gilad va descubriendo que ese pacto se rompió.

Gilad Shalit es el líder ausente de las protestas. Si hay un israelí que paga el precio completo de la cruel prioridad de los gobiernos israelíes de preferir exhibir su fortaleza hacia el exterior a la solidaridad social interna, ese es el sargento primero de Mitzpé Hilá.

Shalit no es el "hijo de todos nostros". Es apenas uno de nosotros que marcha al frente de la manifestación. Cada uno de nosotros podría ser Gilad Shalit; cada uno de nosotros podría haber sido abandonado en Gaza. Ese es el mensaje infame de parte de un Estado que nació en nombre de un designio: Yo cuidaré de mis ciudadanos.

No digo que deberíamos haber claudicado de inmediato a las exigencias de Hamás, sólo que el equilibrio se perdió. Exactamente como en la economía. Y el perdedor es siempre el ciudadano común.

Shalit permanece cautivo más tiempo que cualquier otro soldado en la historia de Israel, y no sólo debido a Hamás. No tuvo suerte y fue capturado en épocas en que los gobiernos israelíes abandonaron los principios de la solidaridad social. Sólo en una realidad privatizada pueden dos primeros ministros mirar a los ojos de una familia a la cual el país abandonó a su hijo, y delegarle a ella la lucha por su liberación.

La lista de los terroristas de Hamás produce aberración. Pero he aquí un consuelo: La ganancia por su liberación será mayor que la pérdida. Absorveremos celebraciones repulsivas en Gaza y Tulkarem, pero ganaremos la red de seguridad israelí que se extenderá nuevamente por debajo de cada uno de nosotros.

Sólo que mientras tanto vivimos en otro mundo, mucho más cruel. Un mundo en el que nuestro primer ministro lleva consigo a su hijo soldado a un paseo de placer por EE.UU y luego lo deja para que se divierta con sus amigos en Nueva York, con un agente de seguridad adjunto. Un mundo en el que el hijo del Rey, Yair Netanyahu, soldado de la división del Vocero de Tzáhal, camina muy bien custodiado por las calles de Manhattan, mientras que el pobre, Gilad Shalit - un nombre genérico de un israelí genérico -, se pudre en Gaza.

Entonces, Bibi, agrega otro reclamo a la lista: ¡El pueblo exige a Gilat Shalit! Es un asunto de justicia social.

Fuente: Haaretz - 14.8.11
Traducción Lea Dassa para Argentina.co.il