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Patria

Patria no es sólo territorio, sino un componente primordial en la identidad personal y nacional. La partición de la Tierra de Israel en dos Estados no es sólo la única solución política, sino también un imperativo moral. ¿Quién, como los judíos, lo saben mejor que nadie?

No existe un concepto más problemático en la identidad judía que el término Patria. El primer y natural nexo con la patria es la piedra fundamental sobre la cual florece y se constituye toda identidad nacional.

La relación con la tierra antecede por su importancia también al idioma nacional compartido, a la religión común, y por supuesto al vínculo histórico mutuo. Sin esa relación principal con la patria, que muchos la comparan al primer contacto del hombre con su madre, la identidad nacional es endeble y hueca.

Pero la identidad nacional judía asombró y también preocupó al mundo por su suspervivencia durante años a pesar de la debilidad básica y esencial del concepto patria en su haber; aún más cuando la relación judía vinculada con dicho concepto, aún sustenta de alguna manera al antagonismo antisemita.

"Vete de tu tierra y de tu patria y del hogar de tus padres hacia la tierra que te mostraré" (Génesis; 12-1), es la primera frase dicha al primer judío, que fue adoptada por numerosos judíos en el transcurso de la historia judía, a veces como imperativo teológico y otras como posibilidad existencial e ideológica.

Pero Abraham no sólo abandonó su patria y la casa de sus padres, sino también la nueva tierra que le fuera destinada, y descendió a Egipto, aunque finalmente regresó a la Tierra de Israel. También su nieto, Yaakov, y todos sus descendientes se fueron a Egipto y no regresaron de allí a su patria hasta el fin de sus vidas.

De ello se desprende que el pueblo de Israel no se creó en su patria; tampoco la Torá la recibió allí, sino en el desierto; una zona intermedia entre la diáspora y la Tierra Prometida. Son contados los pueblos cuyas identidades físicas y espirituales no se formaron en sus patrias.

Luego de la destrucción del Primer Templo los exilados de Babilonia cantaban con profunda emoción: "Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos y aún llorábamos recordándonos de Sión" (Salmos; 137). Pero cuando sólo cuarenta años después, el rey de Persia los convocó a regresar a su patria y reedificar el Templo destruído, sólo parte de ellos aceptaron volver a la Tierra de Israel, y antes de hacerlo se expresaron duramente contra sus hermanos que eligieron permanecer en la diáspora.

Durante los seicientos años de la época del Segundo Templo casi la mitad del pueblo de Israel comenzó a deambular por el antiguo mundo, debilitando el vínculo físico con la Tierra de Israel. La identidad nacional y religiosa judía no renunció interiormente al motivo patria, pero supo convertirlo de sustancial a virtual. Por ello, los judíos también minimizaron el valor y la importancia del concepto patria en el seno de otros pueblos, cuyos territorios eran concebidos como una mera cadena de hostales y hoteles, que los judíos, huéspedes correctos, recorrían de uno al otro, ya fuese por gusto u obligación.

Los romanos no expulsaron a los judíos de la Tierra de Israel después de la destrucción del Segundo Templo. Cualquier historiador experto en la materia puede corroborarlo. Y durante 1.500 años posteriores al desmoronamiento del Imperio Romano no aparecieron combatientes romanos u otros en las fronteras de la Tierra de Israel para evitar el regreso de los judíos a su patria.

El falso mito del destierro de los judíos por los romanos, inmerso profundamente en los reclamos por el derecho histórico sobre la tierra, no goza de consenso incluso en las plegarias judías, que durante generaciones repiten: "Por nuestros pecados nos fuimos de nuestra tierra" y nunca dijeron "Fuimos exilados de nuestra tierra".

Y es así que unos dos millones de judíos (según evaluaciones fundamentadas) que vivían en ese entonces en la Tierra de Israel no fueron cargados en barcos romanos y deportados por la fuerza (¿hacia dónde?) sino que abandonaron paulatinamente su patria - especialmente después del fracaso de la rebelión de Bar Kojba - y se incorporaron a la gran diáspora judía en los confines del mundo antiguo.

Por medio de las lecciones de Yavne y sus eruditos se desarrolló y fundamentó la identidad judía en la patria virtual. La Halajá (doctrina) que se conformó con diez judíos para el Minyán (quórum) posibilitó la dispersión nacional más asombrosa en la historia de la humanidad. No sólo un dispersión histórica, sino una dispersión activa y dinámica que llega hasta nuestros días.

Desde Afganistán, Irán, Bukhara y Uzbekistán, pasando por Ucrania, Rumania, Turquía e Irak, hasta Yemen y el norte de África; toda la cuenca del Mediterráneo, Rusia con sus poblaciones satélites, Europa oriental y occidental. Y por supuesto que con el descubrimiento de América, los judíos se apresuraron también a cruzar el Océano Atlántico y se dispersaron por todo el Nuevo Mundo de norte a sur, hasta Tierra del Fuego. También las lejanas Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda no fueron excluídas por los judíos.

Desde el inicio del siglo 19 - en el cual habitaban en la Tierra de Israel apenas 5.000 judíos de un total de 2 millones y medio en el mundo (según la Enciclopedia Hebrea) - y hasta la actualidad, un 80% del pueblo judío cambiaron la tierra que los acogía.

Horrorosa y espantosamente, también gran parte de las víctimas del Holocausto no fueron exterminadas en las tierras donde habitaban, sino que fueron transportadas por la fuerza al exterminio hacia la no-patria, los campos de la muerte carentes de filiación nacional.

"La patria virtual", desarrollada por los expertos judíos en el transcurso de la historia, no fue vista con buenos ojos por el resto de los pueblos. Puede entenderse que al hombre no le agrade que su hogar sea considerado un hotel permanente para el extranjero, aún cuando éste sea un pacifista correcto, eficiente y productivo acorde a sus posibilidades, como lo fueron generalmente las comunidades judías en todos los países de la diáspora en el pasado y en el presente.

Por ello, con el potenciamiento de la identidad nacional secular en esos pueblos, cuyo sentimiento patriótico se convirtió en el elemento esencial en ellos, la desaprobación teológica del pasado se transformó en muchos lugares en un verdadero odio. "Los fieles de la patria virtual" debieron intentar convertir las tierras en las cuales habitaban en patrias verdaderas en su identidad, ya sea a través de la asimilación, o por falta de alternativa. La patria virtual se transformó en patria sustancial.

En novelas y canciones, en filosofías gordonistas sobre el renovado vínculo del trabajo con la tierra, en ideologías breneristas morales acerca de la responsabilidad plena de la realidad, en utopías racionales y en amenazas al estilo Jabotinsky: "Si no destruyen la diáspora, ésta los destruirá a vosotros", los diferentes padres del sionismo intentaron seducir a los judíos a comienzos del siglo 20 a tratar de recomponer el concepto patria tan debilitado a través de generaciones.

¿Pero existía un territorio desocupado para establecer una patria? Los rusos no hubieran renunciado a la soberanía en Birobidzhán; y lo mismo es válido para la soberanía argentina en las propiedades que propuso el Barón Hirsch. Uganda fue producto de la fantasía de un empleado británico del Ministerio de las Colonias que nunca preguntó a los habitantes africanos si estaban dispuestos a cambiar su patria por un Estado judío; si es que algún judío hubiera querido llegar hasta allí. Solamente en la Tierra de Israel era posible convencer a los judíos, y con dificultad, de convertir una patria virtual en una patria sustancial.

Sólo que la Tierra Israel ya era en aquel entonces la patria de los habitantes árabes, y no importa si al comienzo del sionismo los palestinos se autodefinieron como un pueblo separado o como parte de la gran nación árabe. Los pantanos de Palestina y sus desiertos formaron parte de la identidad de sus habitantes, así como el Neguev es parte de la identidad de los israelíes, que no renunciarán a ninguna de sus montañas rocosas.

¿Podrían los judíos mantener por control remoto el derecho histórico a la Tierra de Israel por los cientos de años que estuvieron ausentes? ¿Acaso es posible? El único derecho moral de convertir la patria virtual judía en una patria sustancial en la Tierra de Israel se originó sólo por las desgracias de un pueblo que fue condenado a muerte.

Y así fue como esta patria ancestral-nueva es la que salvó realmente de los campos de exterminio a cientos de miles de judíos europeos que llegaron a ella después de la Declaración Balfour, en momentos en que las puertas de América y del resto de los países se cerraron ante ellos.

Y dado que patria no es sólo territorio, sino un componente primordial en la identidad personal y nacional, la partición de la Tierra de Israel en dos Estados no es sólo la única solución política, sino también un imperativo moral.

Quien incursiona en los territorios palestinos, como Israel lo hace diariamente, debe saber que pretende desposeer la médula de la identidad de sus habitantes y la deteriora. Y quién, como nosotros, sabe por la historia judía cuán importante fue la identidad nacional y religiosa para los judíos y en qué medida estaban dispuestos a sacrificarse por ella.

Con todo, la identidad patriótica de los palestinos es casi opuesta a la nuestra y, en cierta forma, ésta también requiere un análisis. Frente a un pueblo que cambió patrias como un viajero frecuente, a los ojos de numerosos palestinos la patria se reduce en ocasiones a una aldea o una casa, y por ello cualquier erradicación de ella determina un tragedia y posibilita un rompimiento. Los palestinos en los campamentos de refugiados en Gaza y Cisjordania viven a escasos kilómetros de las casas y aldeas de las cuales huyeron o fueron expulsados en la guerra de 1948, aunque ellos aún habiten en la patria palestina.

En su percepción, ellos no fueron exilados sólo de sus aldea o de sus casas, sino de la patria misma, y es por eso que durante 64 años continúan viviendo en condiciones paupérrimas y paralizantes en campos de refugiados sin voluntad ni posibilidad de rehabilitarse en su patria.

El derecho al retorno a su patria, que es legítimo, se convirtió en el derecho a retornar a Israel, que es imposible e innecesario.

En estos largos días de desesperanza política, ante un nuevo año, ¿no sería conveniente intentar, aclarando viejos conceptos, buscar una nueva salida?

Fuente: Haaretz - 9.10.11
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il