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El orgullo de ser israelí


En estos momentos, una sensación especial une a todos aquéllos que acompañaron a Gilad Shalit a lo largo de esa odisea que comenzó en el lugar de su secuestro en Kerem Shalom y que tuvo su final feliz en Mitzpé Hilá: el orgullo de ser israelí.

Por un momento excepcional volvió Israel a ser él mismo: inocente, vergonzoso, introvertido y amante del ser humano; igual como la persona que lo condujo a dicha realidad: Gilad Shalit.

Los sociólogos se encargarán de analizar que fué lo que originó que un muchacho jóven unifique a todo un Estado, rece por su integridad, se coma las uñas a la espera de una foto o de una palabra suya, al abrazo con su madre. ¿Cómo puede ser que justamente este soldado silencioso e introvertido, retuvo a millones frente a la televisión ávidos de cualquier información.

En los próximos días conoceremos más detalles sobre lo que sucedió en su cautiverio y lo que acontece en su hogar. La curiosidad no se saciará, aunque lo que ya recibimos es mucho más de lo que podíamos pedir: fotos que testimonian que está relativamente sano mental y físicamente y una entrevista que mostró su extraordinaria fortaleza intelectual, que se contrapone con su debilidad corporal.

Estas escenas y su culminación emocionante con el regreso a casa, fueron el final feliz de un recorrido difícil para Gilad y para nosotros. En el camino Israel descubrió numerosos principios y perdió otros.

Innumerables palabras fueron escritas sobre todo ello y se seguirán publicando. Sólo un asunto se perdió en el camino: la diferencia entre Israel y otros países que no se "rinden" al terrorismo se basa en el hecho de que aquí alistarse al ejército es obligatorio. En EE.UU o Gran Bretaña ser soldado es una profesión y quien la elige sabe de antemano cuales son sus riesgos, y entre otros, que no siempre será rescatado de su cautiverio.

En Israel los jóvenes están obligados a servir y por lo tanto la responsabilidad es diferente: ellos servirán al Estado sin titubear y éste se responsabilizará por ellos sin pestañear.

De todas maneras, el día siguiente nos obliga a todos a detenernos y recapacitar. Antes que nada a los organismos profesionales, Tzáhal y principalmente el Shabak (Servicios de Seguridad General) que durante más de cinco años no lograron conseguir ninguna información que posibilite planificar una operación para rescatar a un soldado prisionero a unos pocos kilómetros de su casa; los equipos encargados de las negociaciones que no encontraron la fórmula para finalizar el caso antes y con resultados menos desfavorables; y el gobierno que impidió no pocas formas creativas (secuestros, exterminios y otras) que podrían quizás cambiar el guión de cautiverio de Guilad.

Las lecciones de todo lo antedicho serán utilizadas para los próximos secuestros que ya pululan en Gaza. A nivel táctico el cambio ya se hizo: los soldados fueron instruídos para impedir secuestros de cualquier manera (aún a precio de matar al cautivo). A nivel operativo Israel debe encontrar una forma más eficiente para disuadir y responder. Y a nivel estratégico nosotros debemos pensar en enemigos y amigos y decidir a quienes de ellos queremos potenciar en pro de nuestro futuro aquí. En el camino debatiremos también sobre el pacto social que nos mantiene mancomunados, su precio, sus ventajas y sus defectos. Existen bastantes de éstos y de aquéllos y no podemos evadirnos de ocuparnos de todos.

Pero mientras tanto, una sensación especial une a todo aquél que acompañó a Gilad a lo largo de esa odisea que comenzó en el lugar de su secuestro en Kerem Shalom y que tuvo su final feliz en Mitzpé Hilá: el orgullo de ser israelí.

Fuente: Israel Hayom - 19.10.11
Traducción: Lea Dassa para Argentina.co.il